Collados del Asón
Rutas en moto por EspañaRutas y viajes 3 septiembre, 2015 Quique Arenas 0
Hay un lugar al sudeste de Cantabria, encerrado entre valles moldeados por el hielo de las glaciaciones, donde una espectacular cascada descubre el nacimiento de un río. Es el Asón. El cauce brota de la peña de Azalagua, en una cueva situada a 680 metros de altura, y salta al abismo por una pared vertical como una cabellera líquida mecida por los vientos que discurren por este Parque Natural. Muy cerca se abre paso el Gándara, cauce afluente que a pesar de la cercanía discurre por caminos y valles distintos antes de fundirse en un brazo único de agua. También acecha el arroyo de Rolacías, que se precipita en un barranco homónimo durante las épocas de lluvia. Hace 100 millones de años estaba cubierto por el mar.
El sistema kárstico de la zona evidencia que el agua ha ido disolviendo las formaciones calizas de este entorno cuaternario, y es habitual encontrar en su relieve dolinas y simas. Destacan por su espectacularidad el Circo de Hondojón, los Castros del Hornéu, Peña Rocías y la morrena frontal de Bustalveinte, una de las más bajas de la península ibérica, situada por debajo de los 600 msnm. Esta peculiar y agreste topografía es una de las más interesantes de Europa para el estudio espeleológico. Está formado por grandes colectores subterráneos de entre 2 y 30 kilómetros de desarrollo, para una red que totaliza más de 150 kilómetros. Las cavidades conocidas hasta el momento son numerosas y de amplia verticalidad.
La carretera que se adentra en el interior de esta despoblada extensión es un cuento de hadas y aunque los picos circundantes apenas superan los 1.500 metros de altitud, lo cierto es que nuestra presencia queda empequeñecida por este mundo monocromo que parece abalanzarse literalmente sobre el asfalto. Un poco antes entramos en La Cavada, lugar escogido a comienzos del siglo XVII para establecer la Real Fábrica de Artillería, que suministró armamento a las colonias y la armada española. El arco conmemorativo de Carlos III representa el antiguo acceso al complejo fabril. Las necesidad de obtener madera fue tan acuciante que en 1796 se llegó a construir un resbaladero de troncos en Lunada para el que se emplearon 2.400 hayas. Su cometido era facilitar el transporte de madera hasta las instalaciones de la fábrica de artillería.
Tomamos la CA-261 hasta Arredondo, que a pesar de contar con medio millar de habitantes es “la capital del mundo”, tal como recuerda una placa a la entrada del pueblo. Y es que fueron los propios lugareños quienes denominaron así al municipio al comprobar cómo los indianos que habían emigrado a América regresaban con grandes fortunas y riquezas, luciendo en sus vehículos matrículas de diferentes partes del mundo. Por cierto, sus vecinos afirman que por su término municipal pasa el único río que “va parriba”, en ingeniosa alusión al río Asón, que pasa por el pueblo de “Riba” (Ruesga) y al juego de palabras que puede construirse con tal circunstancia. También Arredondo es conocida por haber sido el epicentro del mayor terremoto registrado en el norte peninsular, en 1938, con una magnitud de 4,9 en la Escala Richter.
En Arredondo dejamos atrás la CA-261 para adentrarnos en la CA-265, el hilo asfaltado que se cuela en este paraje tolkieniano. Asón nos queda a 4 kilómetros y La Gándara a 12. El firme es razonablemente bueno y, aunque estrecho, nos conduce plácidamente hasta los pies de la cascada que buscamos. Primero sorteando un bosque frondoso; después, abriéndose a la luz de los collados que dan nombre a este espacio protegido. Es inevitable detener la marcha frente al salto de agua. Continuando con la carretera, esta serpentea para sortear un gran desnivel en pocos metros antes de ofrecernos una panorámica fastuosa desde un amplio mirador donde podemos aparcar nuestras motos sin ningún problema. Como es obvio, es menos aconsejable trazar esta ruta durante los meses de verano, al verse reducido el caudal de agua y estar la vegetación sometida a los rigores del calor. En este mismo sentido, tras coronar el collado y ya que mencionamos caudales de agua, conviene desviarse ligeramente hacia la población de La Gándara para ir en busca de un mirador de vértigo, que se desploma sobre un saliente circular acristalado y base metálica de rejilla, lo que contribuye a multiplicar la sensación de andar sobre el vacío. Podemos aparcar en el Centro de Interpretación de los Collados del Asón y obtener información sobre la comarca. Desde el mismo edificio, por un magnífico robledal y un plácido paseo de 100 metros, alcanzamos el mirador que nos permitirá disfrutar del nacimiento del río Gándara y sus sumideros calizos. Este balcón no apto para cardíacos forma parte de la ruta Balcones del Alto Asón.
La clara nitidez del valle idílico
La carretera conecta con Portillo de la Sía, adentrándose en Burgos. Es un paso menudo que desemboca en el cruce de caminos que nos devuelve a la dicotomía Portillo de Lunada Vs Estacas de Trueba. Después de contemplar el poderío que nos ofrece la naturaleza en sus puertos contiguos, posiblemente uno de los aspectos más destacados de su carácter sea la presencia habitual de niebla. En el mirador que señaliza el puerto encontramos unos versos del poeta santanderino Gerardo Diego que retratan con inigualable belleza esta circunstancia: “Niebla, niebla en la Sía. La clara nitidez del valle idílico, los oscuros, concretos cajigales de Quintana y La Gándara, quedan abajo inmersos como un sueño. El corazón se ensancha según sube la ruta pedregosa. Este camino, cuando solo era senda de pastores y guía de herraduras, fue hollado por la planta infatigable de mi padre zagal. Y ahora no veo a un lado y otro, detrás, delante, sino las vedijas de la madrastra, de la borradora que disuelve la luz y niega el cielo”. El descenso hacia el valle de Trueba es relajado y nos ofrece un paisaje menos escarpado que la parte cántabra. Con un poco de suerte la niebla de Gerardo Diego quizá decida marcharse para regalaros las vistas que Portillo de la Sía ofrece en sus dos vertientes.
Si consideramos en el regreso conectar nuevamente con San Roque de Riomiera, existen tres alternativas que harán de nuestro paseo una experiencia inolvidable. Pero antes de ninguna decisión… si el hambre aprieta es posible reponer energías en Casa Setién, un modesto bar-restaurante donde se prepara con esmero un tradicional cocido montañés. El avituallamiento puede servirnos para valorar las alternativas que tenemos por delante. La opción más directa pero posiblemente menos atractiva es tomar la CA-264 en sentido Selaya/Villacarriedo; el tramo es retorcido, con elevaciones irrelevantes e infinidad de curvas. Por otra parte podemos continuar por la CA-260 en dirección a Mirones y Liérganes a través de una carretera preciosa que circula en paralelo al río Miera; por último, tenemos la oportunidad de sacar a relucir nuestra vena más aventurera y tomar un desvío “camuflado” a la salida de San Roque, en el lado de nuestra marcha, que nos conduce inmediatamente hacia el Barranco de Paso Malo y una pronta bifurcación que indica Valdicio / Calseca. Tomaremos el desvío de la izquierda (Calseca) para sumergirnos en un profundo valle a través de un camino rural pavimentado sin señalización horizontal por el que apenas cabe un coche. Poco a poco el camino va estrechándose y ganando altura. Así hasta alcanzar el Alto de Los Machucos y el Monumento a la Vaca Pasiega. La escultura descansa en un pequeño recinto circular que cuenta con bancos y mesas a modo de merendero. Todo muy rústico y sencillo. Los vándalos que nunca faltan han arrancado los cuernos del animal. En su intento por ridiculizar al monumento no han impedido que uno sienta una emoción especial al contemplar el homenaje que las gentes pasiegas dedican a esta vaca, una variedad autóctona propia de Cantabria que reúne entre sus cualidades una gran nobleza y un físico adaptado durante generaciones a la dureza de la montaña y su clima, además de una indudable aptitud lechera.
El camino continúa rumbo a Bustablado. Pero antes nos recibe un espectacular circo custodiado por varias cabañas, praderías y hondonadas. Se trata de la Hoya del Bucebrón, extensa depresión en las estribaciones de Porracolina (1.414 m), una de las cumbres más elevadas y singulares del Alto Asón. Poco después conectaremos con la CA-261, que en sentido Norte nos devuelve a La Cavada a través del puerto de Alisas (674 m). Hay que prestar atención a la carretera, muy frecuentada por ciclistas. De hecho, a pocos metros existe un Monumento al Ciclismo. En días despejados es posible ver desde el mirador de Alisas la bahía de Santander, el valle de Ruesga, Alto Campoo e incluso los Picos de Europa. El resto, hasta llegar a nuestro destino marcado, es opcional. Eso sí, la mar queda demasiado cerca como para evitar la tentación…Y a veces, como sugería Oscar Wilde, la mejor forma de librarse de la tentación es caer en ella. Hablando de tentaciones, escritores y lugares de mar… si pasáis por Somo, y para todos aquellos que prefieran el papel a la tabla de surf, hay una librería distinta y especial. Se llama Macondo. Y allí está Esperanza. Vaya dos nombres bellos y evocadores. Sus cursos, actividades e iniciativas son de lo más original. Como veis, la ruta tiene de todo. ¿Qué más se puede pedir? Volver. Siempre volver.
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