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Una Rider1000 con 2.500 plazas Una Rider1000 con 2.500 plazas
La séptima edición de la Rider1000 ya es historia, un año más habiendo cubierto (con lista de espera) las 2500 plazas ofrecidas: sin medias... Una Rider1000 con 2.500 plazas

Rider1000 edición 2019.

La séptima edición de la Rider1000 ya es historia, un año más habiendo cubierto (con lista de espera) las 2500 plazas ofrecidas: sin medias tintas ni objeciones, esta jovenzuela hard-ass ya se ha convertido en una clásica del calendario.

El viernes, bajo una persistente lluvia que no amainó en todo el día, los riders se dejaban caer por el pabellón “Nou Congost” de Manresa para acreditarse; curiosamente, el colectivo más numeroso participaba en la variante de 500 kilómetros (más de mil), y los demás se repartían entre la Rider300, la 700 (novedad este año), y por supuesto, los 750 valientes que participarían en la Rider1000.

Todos ellos ya sabían de antemano el recorrido propuesto por la organización, y también la ubicación de los “checkpoints” para sellar los pasaportes, que en el caso concreto de la 1000 desbordaba por vez primera tierras catalanas para hacer una incursión en el maestrazgo castellonense.

El sábado a las 6 de la mañana, Pep Requena –creador del evento- dio salida al primer grupo de seis motoristas, y así minuto a minuto hasta que a mediodía habían partido todos; abundaban los riders catalanes, aunque también había llegados de varios puntos del estado, franceses, belgas, italianos, alemanes, suizos, austríacos, y como nota exótica, un motero catarí a lomos de su Yamaha MT07 matriculada en el emirato; abundaban las grandes trails, aunque el espectro de motocicletas vistas ya justificaba de por sí acercarse a la salida y contemplar Bultacos, Montesas, Vespas y otros artefactos que reivindicaban por enésima vez que ser grande no significa tener la más gorda.

El tiempo inestable de las primeras horas no tuvo continuidad, y los pilotos pudieron disfrutar de la conducción conforme el asfalto iba secándose… La prueba no es competitiva, o en todo caso cada piloto compite consigo mismo, por lo que la llegada a la meta era motivo de alegrías independientemente de la hora o el tiempo empleado: el que afrontaba su primera “larga”, el reenganchado a las dos ruedas, el que la completó en un scooter de 125, el que pidió un esfuerzo de pundonor a su clásica… así hasta altas horas de la madrugada, cuando los que llegaban eran héroes sólo por acabar, al estilo de los maratones.

Muchos de ellos, tras el aplauso, la parada en el “photocall” y la cena en el Nou Congost, tal vez ya pensaban en la siguiente edición… o tal vez lo único que querían era pegarle fuego a la moto. En todo caso, muy probablemente el año que viene, la Rider1000 volverá a colgar el cartel de completo con otro montón de moteros ansiosos por devorar kilómetros.

Manel Kaizen.-

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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