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Monte Ararat: recuerdos eternos Monte Ararat: recuerdos eternos
El día que me propuse realizar un fin benéfico en el viaje al Monte Ararat, tras darle muchas vueltas -ya que muchas son las... Monte Ararat: recuerdos eternos

Monte Ararat: recuerdos eternos.

El día que me propuse realizar un fin benéfico en el viaje al Monte Ararat, tras darle muchas vueltas -ya que muchas son las enfermedades que nos asolan-, fue muy difícil decantarme por una en concreto. Pero una mañana, en mi hábitat natural -las montañas-, mi cabeza se emborrachó de innumerables recuerdos, y fue en ese momento cuando lo vi claro. La enfermedad de Alzheimer iba a ser la elegida. Y aquí, en Alcoy, tenemos una Asociación que desde hace 25 años presta su labor desinteresada para ayudar no solo a los enfermos que la padecen, sino a sus familiares, presidida en la actualidad por Lirios Aracil.

Creo que una persona con un interior rico -como me considero- y que me dejo guiar en la vida por mis experiencias y vivencias; y es de vital importancia retener en la mente todo tipo de recuerdos, ya sean buenos o malos, pues son los que te ayudan a ser mejor persona y a poder tomar las mejores elecciones.

Recuerdos que me invadieron desde el primer momento del viaje, el encuentro en la Plaza de Dins de Alcoy, rodeado de amigos, familiares y de los que prestaron su ayuda como Germán y Mauro con esas cervezas frías que a buen recaudo estuvieron con las altas temperaturas de aquel 4 de agosto. Rafa de Somos Monos y su montaje audiovisual, cómo no, José Miguel de El Taller de Piñero, artista reconocido en muchos ámbitos de la geografía nacional, los medios de comunicación de nuestra querida Alcoy, Aramultimedia, El Nostre, Diario Información y TVA.

Monte Ararat: recuerdos eternos.

El abrazo de mi hijo y sus profundas palabras que me acompañaron todo el recorrido de ida y vuelta, fresco en mi memoria el recuerdo de su rostro la noche que regresé, fue el primero que vi, y quedó grabado en mi retina por siempre.

Cuando tras ser escoltado durante los primeros kilómetros por amigos con sus monturas, solo me encontré con la carretera por delante, mi mente y mi moto… viví ese sentimiento de libertad tan anhelado.

Recuerdos y más recuerdos, la incertidumbre de si todo saldrá bien, cómo lidiaré con las eventualidades que seguro me acosarán en el camino, cómo será entrar en un nuevo continente, (me viene a la mente ese primer día en Turquía, tras cruzar el Estrecho de Dardanelos desde Eceabat a Canakkale, donde mis sueños empezaron a ir más lejos. Conocer en el barco a Aykut Erda, que viajaba rumbo a Mongolia, me hizo visualizar mi próximo viaje, todavía ni siquiera a mitad del presente).

Esa primera noche tuve que buscar donde dormir, en la localidad llamada Ezine; y me invadía el miedo, no por mí, sino por la inseguridad que sentía. Ver que mi BMW iba a estar en la intemperie me dejó lleno de dudas.

Cuánta ignorancia tenemos, ya bien por nosotros mismos o por la manipulación de los medios que nos hacen creer cosas que no son. Desde esa noche donde me recibieron con los brazos abiertos, hasta el final, cuando dejé atrás Estambul 12 días después, Turquía y su gente me dejó le mente llena de recuerdos que jamás podré olvidar.

Monte Ararat: recuerdos eternos.

Viaje por el país otomano, desde la Península de Gallipoli, hasta el Monte Ararat, pasando por los Montes Taurus, Anatolia y el Kurdistán. Regresé por los Montes Pónticos hasta Estambul, y he de decir que en ningún momento me vi solo o en peligro. Incluso, me sentí tan protegido que me atreví a recorrer el país por las zonas más angostas y solitarias, pues sentía que nada me iba a pasar, salvo las eventualidades que pudiese darme mi montura, que incluso estaba tranquilo, pues solución le daría.

Juzgamos a las culturas, razas o religiones por defecto. Opino que hay que abrir la mente, viajar, conocer y luego juzgar.

…Recuerdos de un padre que me dejó hace 9 años, en aquella mañana ascendiendo el Paso Soganli en la famosa D915 Road, escuchaba su voz con sus eternos sermones; recuerdos imborrables cuando tras un rasante se alzaba aquella majestuosa montaña con su cima nevada perpetua (Agri DAgi – Monte Ararat). Por la mente aparecieron malos momentos en mi vida, que se superaron con tesón y ganas por vivir, que me hicieron recordar la importancia de la vida, de no desaprovechar ni un solo instante.

Monte Ararat: recuerdos eternos.

Situaciones que ahora repasas, si fue una locura. Como atravesar aquellos 60 km entre Tunceli y Pulumur, zona de posibles actos terroristas. Que en ese momento, los escasos 20 minutos en los que tomé la decisión no son suficientes para analizar a conciencia la posible repercusión de lo que vas hacer.

Qué importancia es tener memoria, o al menos yo se la doy, hace apenas unos meses que regresé, y no hay día que no vea alguna foto, algún video. Me detengo en la imagen, cierro los ojos, y recuerdo minuto a minuto todo lo que mis ojos vieron y todo lo que mi mente procesaba.

Memoria, para recordar aquel momento donde el móvil se tomó un respiro y me dejo tirado, perdido en medio de la nada, donde ni con los mapas de papel sabía donde me encontraba. Nada de nervios, tienes una tienda de campaña donde dormir, agua y comida, así pues…. Nada que temer. Recuerdo escuchar los balidos de ovejas en la lejanía, que se acercaban a mí con lentitud, y allí, en medio de solo Dios sabe dónde, un pastor y un servidor; con gestos encontré el camino que me llevaba a una aldea llamada Karakol, que todavía a fecha de hoy no logro encontrar en el mapa su ubicación.

Monte Ararat: recuerdos eternos.

Momentos de tener tan cerca la historia de la humanidad, como recorrer una ruta llamada Kemaliye Tasyolu, donde a tu lado trascurre parte de su recorrido “el río”, aquel día de infernal calor, se suavizaba con sentir que estás ahí, viendo el Éufrates mientras recorres un lugar de belleza sin parangón. O ascendiendo el Gran Sasso en Los Apeninos dirección al Campo Imperatore, donde estuvo preso en la Segunda Guerra Mundial El Duce. Sin olvidar Gallipoli, lugar tristemente recordado por el mayor desastre de la historia bélica. Más reciente, la Guerra de los Balcanes, atravesar Mostar y ver todavía restos de semejante barbarie.

Nunca podré olvidar aquel amanecer llegando a Split desde la cubierta del barco, que por fin dejaría el mar para adentrarme en tierra firme y llegar a Turquia atravesando los Balcanes, Rumania y Bulgaria.

Monte Ararat: recuerdos eternos.

Incluso recuerdo la música en mis oídos debajo del casco, cada canción, tenían vida propia, sabían en que momento debían de sonar, o…simple y llanamente, era mi subconsciente el que iba por libre y se dejaba llevar por las melodias.

He reído, he llorado, bailé, me derrumbé, añoré, pero ahí está todo, siempre en mis recuerdos.

Muchos serían los recuerdos a detallar, pero me llevaría a una descripción infinita del viaje, me quedo con que los tengo, que son míos, y que espero jamás perder. “Muere con recuerdos, no con sueños”.

LUIS SAINZ.-

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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