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India y Nepal en Royal Enfield India y Nepal en Royal Enfield
Empiezo a encontrarme mal del estómago, llevo días comiendo en algunos puestos callejeros precarios en lo que respecta a la higiene, incluso en alguno... India y Nepal en Royal Enfield

Taj Mahal

Empiezo a encontrarme mal del estómago, llevo días comiendo en algunos puestos callejeros precarios en lo que respecta a la higiene, incluso en alguno las ratas se pasean entre mis pies. Mi estómago ha resistido bastante, pero no del todo, sé que inevitablemente tendré cólicos. Es algo frecuente que los que visitan India pasen por este mal momento. Tengo medicamentos para esto, y cuando me recupere ya habré dejado atrás Jaipur y habré sanado por completo en Fatehpur Sikri.

De Fatehpur Sikri me atrae su Gran Mezquita y su impresionante “Puerta de la Victoria”, de 54 metros de altura: después de atravesarla se accede a un gran patio interior rodeado de portales y diferentes salas, se puede observar una tumba de mármol blanco en su centro. La mezquita se eleva apenas sobre la ciudad que fue capital del Imperio Mogol hacia el siglo XVI. Fatehpur, de camino hacia Agra, es la puerta de entrada al estado de Utta Pradhes, el más poblado de la India.

Una de las cosas que me han traído a este país es el magnífico Taj Mahal. Me resulta exótico ver ese mausoleo hecho por amor. Venir a la India y no verlo es perderme parte de su identidad y no lo voy hacer.

Me alojo cerca del acceso sur del Taj Mahal, salgo en busca de una entrada para la mañana siguiente al mausoleo, luego me subo a un restaurante con terraza, pido un “thali” para comer y una cerveza para mi bienvenida a la ciudad de Agra.

Un poco de risas entre los jardines del fuerte rojo

El sol aún brilla con intensidad cuando el envase queda vacío, pago el festín y me subo a un “rickshaw” hasta el fuerte rojo, el fuerte más importante de la India que debe su nombre a la piedra de arenisca roja con la que fue construido. Dentro hay un conjunto de palacios donde vivieron los grandes emperadores del Imperio Mogol. Tomo algunas fotos mientras lo recorro y descanso entre sus jardines; luego vuelvo al hostal.

Abro los ojos antes de que el despertador suene, cierro la habitación y salgo al barrio, la niebla cubre cada esquina, las luces de los faros acrecientan su intensidad. Hay unos pocos transeúntes deambulando por las tranquilas calles y todo está en calma, inclusive podía escuchar el sonido de mis pasos dirigirse al acceso sur de mausoleo. El sol no saldrá hasta dentro de una hora, la gente irá llenando de a poco cada uno de los accesos y la ciudad comenzará a despertar.

Las puertas se abren a las 7:00 h., la larga cola que se ha formado comienza a entrar lentamente. Se accede a una gran explanada, una antesala donde se encuentra la Darwasa (puerta principal) de 30 metros de altura.

Cruzo la gran puerta y bajo a los jardines principales, los atravieso y subo las escalinatas hasta pararme frente del edificio. Trato de observar cada uno de sus detalles a medida que mis dedos se deslizan sobre el frío mármol transformado en grandes y silenciosas paredes que reposan a orillas de las tranquilas aguas del río Yamuna. El sol comienza a salir y los primeros rayos tiñen de tonos rosados y lilas, y suaves anaranjados el precioso mármol que cambiará sutilmente al blanco cuando el día despunte por completo. Es perfecto, me quedo contemplándolo largo tiempo.

Después de Agra me espera nada más y nada menos que Nueva Delhi, palabras mayores en cuanto atascos y masificación.

Delhi es una ciudad de anchas avenidas con una alta polución y una maraña de autopistas. Elijo un hostal en la vieja Delhi, justo detrás de la Jama Masijd, la mayor mezquita del país, que llega a albergar hasta 25.000 fieles en su patio central.

Estoy en el corazón de Delhi, en su arteria más intensa, donde la noche más oscura calma su sed con almas moribundas por el precio de una manta.

Bazares de Delhi

La vieja Delhi está llena de bazares medievales donde los olores y colores predominan. Saris, joyas, especias, puesto de comida, venta de carne y pescado sin refrigerar, sonidos y una gran multitud de gente se disponen en torno a su gran Fuerte Rojo.

Coincido con una amiga que también está viajando por el país, visitamos algunos lugares de interés de la capital y recorremos los bazares en largas caminatas. Delhi es ajetreada y agobiante; para escapar de eso, existe una pequeña colonia tibetana. Un rinconcito del Tíbet entre 16,7 millones de habitantes es un lujo como pocos.

El estriado del eje de la palanca de cambios está casi liso y no puedo engranar más que la primera y a veces ni siquiera eso, gira hacia arriba y hacia abajo sobre una base redondeada. Busco un taller mecánico en la vieja ciudad, a regañadientes, maldiciendo el caos y sufriendo por el eje. Cuando encuentro el taller me acerco al mecánico y le comento cuál es el problema, sugiero cambiar todas las piezas, pero él se niega, agarra una lata de refresco, corta un trozo y lo coloca entre la palanca y el eje sin estriado. Lo miro con incredulidad y le explico que voy a Nepal, que esta solución rápida no me sirve y que quizás ni siquiera podré llegar a Rishikesh. Me responde que me quede tranquilo, que va a funcionar. No tengo ganas de discutir y mi inglés es demasiado malo.

A la mañana siguiente abandono la ciudad pensando en que la palanca de cambios aguante todo el trayecto, ni siquiera el intenso frío ni los 250 km que tenía por delante pueden apartarme de ese pensamiento. Al menos el camino está bastante bien y me permite rodar a una velocidad constante sin tener que usar demasiado los cambios.

Llegando a Rishikesh el pequeño trozo de lata desaparece y vuelve el problema. También desaparece la tapa lateral que cubre la batería, y unos litros de aceite que llevaba entre el equipaje, seguramente en un tramo de baches. Por suerte para mí, consigo un taller de la marca. Además de cambiar eje y palanca, aprovecho para reparar lastres del viaje: pastillas de freno, cambio de aceite y filtros, tapa lateral de la batería, retenes de la amortiguación destrozados por las vibraciones, líquido de suspensión y una buena limpieza. La moto queda en condiciones para encarar los días venideros hacia las montañas, pero antes tocaba disfrutar de Rishikesh, un hermoso pueblo a las puertas del Himalaya, donde el Ganges pasa a sus pies con un verde turquesa.

Conocida como la capital mundial del yoga, la tranquila Risikesh está rodeada de verdes montañas y numerosos “ashrams”, es un pueblo muy tranquilo con el encanto de sus largos y angostos puentes que unen ambos lados dividido por el río, con una atmósfera armoniosa y noches relajantes. Sus “ghats” son un buen lugar dónde sentarse a disfrutar de su paz.

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

  • Rodrigo

    13 febrero, 2023 #1 Author

    Hola!! Estoy planeando un viaje por el sur de la India y con la intención de comprar una moto…Royal o Honda alguien tiene informacion o tips para llevar a cabo esta primer aventura que es comprar la moto para viajar muchos kilometros? Espero el milagro de recibir una respuesta gente ya que esta info se me hace dificil por donde vivo.
    Saludos!!

    Responder

    • Ivan

      17 marzo, 2024 #2 Author

      Hola, también estoy interesado en la compra de una moto en india. Conseguiste alguna informacion? Cuesta encontrar algo… Gracias de antemano 🙂

      Responder

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