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India y Nepal en Royal Enfield India y Nepal en Royal Enfield
Dejo la ciudad alrededor de las 7 de la mañana, 350 km me separan de Jaisalmer, el frío es intenso, los dedos de las... India y Nepal en Royal Enfield

Venta de Lassi

Dejo la ciudad alrededor de las 7 de la mañana, 350 km me separan de Jaisalmer, el frío es intenso, los dedos de las manos acusan el helado viento, la temperatura no subirá hasta dentro de unas horas. ¡Qué lejos empiezan a quedar aquellos días de sofocante calor en Goa!

Jaisalmer es una ciudad fortificada de muros de arenisca, con puestos de artesanías, templos, lugares donde comer, “havelis” que enamoran y callejuelas que se topan con los muros que delimitan la ciudad fortificada. “La Ciudad Dorada”, como se la conoce por su pasado esplendoroso de rutas comerciales, se eleva sobre las llanuras del desierto del Thar en una región militarizada cercana a la frontera con Pakistán.

Imagino aquellas épocas de largas caravanas comerciales entre Asia Central y el subcontinente asiático. Caravanas que habrán llenado de vida este desierto, ahora vacío, que añora su pasado comercial e imperial. Viajar en India es viajar al pasado. Me gusta el desierto y me gusta Jaisalmer. Por las tardes me siento a disfrutar de un “bang lassi” mientras el sol se esconde tras las murallas antes de morir en el horizonte.

Después de unos días en la ciudad, me voy a cuarenta kilómetros al sur, donde se encuentra un pequeño poblado llamado Khuri, un lugar remoto rodeado de dunas de arena moldeadas por el viento. La aldea es un puñado de casas, un lugar donde no hay mucho que hacer, aparte de relajarse y disfrutar de la tranquilidad y el silencio de estos paisajes.

Vuelvo a Jaisalmer, solo un día mas, y luego continúo el viaje hasta Pushkar, una de las ciudades sagradas del hinduismo. Al llegar allí me alojo en un barato y lúgubre “guest house” con habitaciones bastantes precarias, donde lo mejor es la terraza para desayunar. Pushkar es pequeña, con una larga calle principal abarrotada de tiendas de artesanías, puestos de comidas, de zumos, agencias de viajes y todo lo que pueda necesitar un turista. Mucha gente viene aquí a comprar ropa o artesanías de India para luego vender en sus países de origen. Bajo a visitar sus “ghats” a orillas del lago sagrado. Un predicador hinduista, alegando que es “holi” (día sagrado), me da una ofrenda para dejarla en el lago y después de una pantomima intenta sacarme, usando su religión y espiritualidad, una buena cantidad de rupias. La situación me parece surrealista, tomo mi calzado, doy media vuelta y me voy de ese lugar.

Los shadus son ascetas que abandonan los lastres materiales y viven en la austeridad

Al día siguiente me ocurre algo similar en el Templo de Brahmán, uno de los más sagrados del hinduismo. Al no querer dejar una ofrenda en forma de billete me dicen que tengo que abandonar el lugar casi inmediatamente. ¿Cómo me han dejado entrar, entonces? “A buen entendedor, pocas palabras…”. Miro la cara de Ghandi impresa en los billetes arrugados que saco de mi bolsillo, le suspiro que conmigo no van a tener suerte y abandono el sagrado lugar.

Conozco a Niru, un tipo joven, corpulento, sin preocupaciones en el andar y honesto. Pregunta por la Bohemia Oxidada y está interesado en comprarla, es entonces cuando le explicó que voy a Katmandú y que me queda mucho viaje por delante. Nos quedamos conversando. Niru se dedica a comprar y alquilar motos Royal Enfield, aunque la temporada no está siendo buena a él parece no importarle, tiene otras prioridades y no carga con grandes responsabilidades, como tener familia. Se define como una persona de palabra, dice que en su país las personas carecen de esta cualidad y se desvincula del estereotipo indio. El intenso olor del “bidi” (cigarro indio) y el aroma del “chai” se confunden entre conversaciones tan desordenadas como su diminuta tienda, que no es más que una manta sobre el suelo y cajones desbordados de papeles y herramientas esparcidas por cualquier lado. Al final llegamos a un acuerdo con la moto y fijamos un precio. Mi idea era venderla en Varanasi a mi regreso de Nepal, pero en caso de no poder venderla allí volver aquí es una opción que me garantiza la venta, no es mal plan.

A pesar de ser un lugar sagrado, no es difícil conseguir cerveza. En estos lugares está prohibida la venta de bebidas alcohólicas, “El dinero parece ser el Dios Verdadero aquí también, puede corromper a la fe misma”, pienso mirando el pueblo desde lo alto de una terraza, con las piernas extendidas, mientras bebo un sorbo de cerveza camuflada en un recipiente metálico.

Es temprano, la Bohemia luce una suciedad digna de una viajera que dejó de oxidarse en algún rincón de Arambol Beach y que en estos momentos rueda hacia Jaipur, capital del estado de Rajasthan. Cada vez me gusta más su color granate desgastado, sus ruidosas vibraciones y su escape escupiendo kilómetros.

Es final de diciembre, Jaipur esta abarrotada, un comerciante me dice que es el primer día de vacaciones y que la ciudad permanecerá así hasta principios de enero. Por suerte no voy a estar tanto tiempo en la masificada ciudad, su tráfico requiere una paciencia de acero. La zona vieja es conocida como “la Ciudad Rosa”, por estar pintada de ese color… aunque el “smog” también ha dejado su huella en las paredes, y no sé cuánto tiempo más le queda a este nombre. Es un núcleo comercial de callejuelas y anchas avenidas con un ritmo vertiginoso donde se mezclan tiendas, gente y puesto de comida. Los “rikshaws” (artilugio de 3 ruedas, repletos de personas, con decoraciones psicodélicas cuyo conductor no se despega de la bocina), vuelan por sus calles, siendo la principal amenaza. La basura acumulada y los mendigos por doquier completan los suburbios de este núcleo; fuera de esta zona, el caos es menor.

Visito el fuerte de Amber. Construido en 1592 a 11 kilómetros de Jaipur, es una de las atracciones más significativas de este lugar. También visito lugares interesantes de la capital rajastaní como el Janta Mantar, Hawa Mahal o el minarete que ofrece vistas panorámicas de la ciudad. Todo un espectáculo.

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

  • Rodrigo

    13 febrero, 2023 #1 Author

    Hola!! Estoy planeando un viaje por el sur de la India y con la intención de comprar una moto…Royal o Honda alguien tiene informacion o tips para llevar a cabo esta primer aventura que es comprar la moto para viajar muchos kilometros? Espero el milagro de recibir una respuesta gente ya que esta info se me hace dificil por donde vivo.
    Saludos!!

    Responder

    • Ivan

      17 marzo, 2024 #2 Author

      Hola, también estoy interesado en la compra de una moto en india. Conseguiste alguna informacion? Cuesta encontrar algo… Gracias de antemano 🙂

      Responder

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