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Cataluña despoblada Cataluña despoblada
Los que frecuentamos el turismo de paisajes sabemos que aún es posible “perderse” en el primer mundo, siempre que sepamos apreciar determinados lugares que... Cataluña despoblada

Los que frecuentamos el turismo de paisajes sabemos que aún es posible “perderse” en el primer mundo, siempre que sepamos apreciar determinados lugares que aún conservan su ruda autenticidad. En el norte de Cataluña, lindando con Andorra, está la comarca del Alt Urgell, tan vasta en extensión como escasa en población. Estratégica en tiempos feudales, conserva un interesante patrimonio arquitectónico con el cual intenta atraer a amantes del turismo cultural. La agricultura también tiene un importante peso específico, con productos autóctonos muy apreciados: no te pierdas la oportunidad de probar sus quesos.

Nucleo de La Clua, en la cola del pantano de RialbAl igual que tantos otros lugares aislados de la industrialización del siglo XX, la falta de oportunidades y la escasez de servicios básicos provocó un éxodo migratorio hacia las ciudades, dejando tras de sí multitud de despoblados. Esta circunstancia, unida a una geografía pirenaica y unas carreteras de tráfico anecdótico, convierten a esta comarca en un hallazgo para los amantes del mototurismo reposado… o “aventurero”.

Inicio esta ruta en Ponts, asomado a un improvisado mirador sobre la presa del pantano de Rialb. De construcción reciente (año 2000), supuso un trauma social para la comarca, como suele ser habitual en estos casos: los pueblos de Tiurana y Castellnou de Bassella desaparecieron bajo las aguas. Desde este mirador, en un promontorio lejano, se observa el nuevo Tiurana.

De nuevo en el valle, remonto hacia el norte por la carretera C-14, que también se ha ido reformando para suavizar su retorcido recorrido. Todavía se puede circular por algunos tramos de la carretera antigua, viejos retales de asfalto que no llevan a ninguna parte, pero que por ejemplo permiten hacer una buena fotografía de las compuertas del pantano de Oliana, situado unos kilómetros más arriba del de Rialb. Por cierto, el río que los alimenta es el Segre.

Es casi imprescindible hacer una parada en el museo de la moto de Bassella, situado a pie de carretera entre los dos pantanos.

Aún más al norte, un desvío nos aúpa a la parte más occidental de la sierra del Cadí de manera abrupta, enlazando multitud de curvas de 360 grados, al estilo de los míticos puertos alpinos; un recorrido tan original como anónimo por ser un “cul-de-sac” que no lleva a ninguna parte. El despoblado de Tost nos saluda con la iglesia a pie de carretera, las casas en ruinas se desparraman ladera abajo. En estas latitudes, lujos como el agua corriente o la luz eléctrica no fueron realidad hasta bien entrado el siglo XX.

Más adelante, atravesamos Torà de Tost; se ven algunas casas habitadas, no sé si son neo-rurales, autóctonos o segundas residencias, pero en todo caso la distancia con la panadería más cercana empieza a ser respetable. Aquí también se acaba el asfalto, convirtiéndose en un camino que muere en el despoblado de Sauvanyà.

Vuelvo sobre mis pasos, y continúo hacia el norte por la C-14. Otro desvío, esta vez a la izquierda, nos sumerge en el valle de Castellbò, donde el municipio de Montferrer i Castellbò agrupa los diferentes núcleos habitados que se desparraman por la montaña, todos vírgenes de turismo pese a tener Andorra a tiro de piedra… o tal vez gracias a ello.

rafting en sortEste valle tuvo recientemente sus quince minutos de fama cuando ocho solteros del lugar quisieron organizar una “caravana de mujeres atractivas, que les guste la naturaleza, y sexualmente activas”. Finalmente, desistieron de la idea “por trabas burocráticas”.

Castellbò es el núcleo más grande, y el primero que atravesamos. A partir de aquí, la carretera se aúpa por montañas que ya podemos llamar pirenaicas de pleno derecho, atravesando núcleos tan pequeños, que necesitarás mapas muy detallados para verlos reflejados: Seix, Albet, Santa Creu… El despoblado de Les Eres se desparrama por una ladera; la ermita es de los pocos edificios que quedan en pie, y en su interior aún sobreviven un par de viejísimos bancos y un confesionario. Junto a la ermita, hay una tumba en la que todavía ponen flores frescas.

El asfalto se acaba en la ermita de Sant Joan de l´Erm; junto a ella hay una estación de esquí nórdico. Estamos a 1.711 metros de altura, y más allá, un camino de tierra prohíbe expresamente la circulación de vehículos a motor. Toca dar media vuelta y desandar todo lo andado, de nuevo hasta la C-14.

Retrocediendo unos pocos kilómetros al sur, está el desvío de Noves de Segre, que de hecho es el núcleo más habitado de una serie de poblados que conforman el municipio de Les Valls d´Aguilar, cuyo vasto dominio abarca 120 kilómetros cuadrados, a repartir entre 300 habitantes. Una vez más, el turismo de masas desconoce que este lugar existe, y cruzarse con alguien en la carretera es un acontecimiento.

En La Guàrdia de Ares se acaba la carretera; para continuar, deberemos seguir por una pista de tierra de estado incierto… Hablamos con unos autóctonos, que se contradicen sobre la viabilidad de circular con nuestra “tanqueta” de 300 kilos, finalmente decidimos continuar, con la promesa de dar la vuelta si la cosa se pone realmente comprometida. Además, queremos pasar la noche en Sort, y la alternativa a estos 12 kilómetros de camino eran 90 kilómetros “por lo negro”.

Es CastellsDesaparecido el asfalto, la conexión con la naturaleza es total; dejamos atrás Taús, con su preciosa estampa intemporal. En Es Castells, el camino se complica, volviéndose más roto y escarpado; hubiéramos preguntado a alguien, pero el único habitante censado en Es Castells no estaba a la vista.

Los siguientes diez kilómetros fueron bastante trabajosos, con desniveles pronunciados y algunas trampas de barro, pero al otro lado nos esperaba el triunfo en forma de asfalto.

Unos kilómetros más tarde, entramos en Sort, donde estaban de fiesta mayor; es un buen momento para bajar la moto, contratar alojamiento y disfrutar de las actividades populares, una bajada en “rafting” por el río Noguera Pallaressa (el mejor de Europa para disfrutar de este deporte), y cómo no, enriquecer aún más al lotero más mediático del país… Tener un décimo de “La Bruixa d´Or” está bien, pero la mejor lotería es pasar un gran día de moto como el que os acabamos de relatar.

Saludos y buena ruta!

Para Motoviajeros, Manel Kaizen

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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