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Zuheros, entre un mar de olivos Zuheros, entre un mar de olivos
La provincia de Córdoba ofrece rincones muy atractivos. Uno de ellos, sin duda, es Zuheros. Situado a 75 km de la capital de provincia,... Zuheros, entre un mar de olivos

La provincia de Córdoba ofrece rincones muy atractivos. Uno de ellos, sin duda, es Zuheros. Situado a 75 km de la capital de provincia, en la sierra Subbética, destacan su castillo y el enjambre de casas blancas entre un horizonte de olivos.

Desde hace tiempo tenía apuntada en la lista de sitios pendientes de visitar la localidad cordobesa de Zuheros, no quería dejarlo pasar más tiempo, porque por esas latitudes en breve el calor hará que rodar por allí sea cosa de hombres.

Apenas unos whatsapp bastaron para tener compañero de ruta. Quedé con Javi en Puertollano a eso de las 9:30. En apenas unos minutos, recorrí el tramo de autovía que separa Ciudad Real de esta localidad minera.

Tras los saludos pertinentes, continuamos por la N-420 hacia Montoro. Esta carretera, es perfecta para rodar en moto, muy recomendable tanto por recorrido como por el paisaje por el que discurre.

Paramos a desayunar en uno de los restaurantes de carretera anejos a la A-4 en las inmediaciones de Montoro. En esta ocasión, montadito -y destaco el diminutivo ito- de lomo y un refresco.

Tras el frugal desayuno, proseguimos la marcha, en esta ocasión por la A-309 hacia Bujalance. En poco tiempo el paisaje se vuelve monótono. ¿No era en Jaén donde estaban los olivares?, aquí os aseguro que no se quedan rezagados en número. Pero lo que más me llamó la atención fue la cantidad de corrimientos de tierra, salvajes grietas que crearon los torrentes de agua formados por la lluvia.

Después de Bujalance llegó Castro del Río donde nos incorporamos a la N-432 dirección a Baena.

Dejamos atrás Baena, y el desvío a Doña Mencía, y el desvío a Luque, y si hay más poblaciones, más que me dejo atrás. No fue hasta que entramos en la provincia de Jaén cuando me di cuenta de que me había pasado. Menos mal que la N-432 por la que circulábamos fue todo un descubrimiento y resultó un placer rodar en moto por ella.

Nos paramos en la gasolinera del cruce con la A-316, cerca de Alcaudete, para mirar el mapa. Apenas nos habíamos pasado 18 kilómetros de nada.

De vuelta por el mismo camino, esta vez nos apartamos en la salida a Luque. Entrando por aquí la carretera está marcada en mi mapa como de interés paisajístico, y efectivamente así lo es.
Llamarla carretera puede resultar excesivo, la tira de asfalto discurre excavada en la falda del macizo rocoso y hace las veces de frontera entre lo físicamente aceptable para poner olivos y el parque natural de la sierra Subbética.

A la salida de una curva, casi sin querer hacerlo, colina abajo aparece Zuheros.

Antes de entrar en el pueblo, subimos hacia la entrada a la cueva de los Murciélagos, en lo alto del roquedo. La distancia era larga para detenernos a visitar si queríamos llegar a una hora prudencial.
Allí nos quedamos disfrutando de la panorámica que se aprecia desde esta fantástica atalaya sobre la campiña cordobesa, con Baena al fondo.

Era sobre la una del medio día y aún estábamos a tiempo de entrar a la cueva, pero los 6 euros de entrada nos echaron para atrás. A nuestro parecer, algo excesivo para ver solo estalactitas y estalagmitas. Nos volvemos a Zuheros capital.

A mitad de la subida, o la bajada, nos detenemos en el mirador sobre el cañón del río Bailón. Si sólo te quedas en el aparcamiento, puedes disfrutar de una vista estupenda de Zuheros. Pero si te asomas al mirador propiamente dicho las vistas son de vértigo.

Por el sendero se puede apreciar a gente practicando senderismo. No exagero al afirmar que el acantilado puede suponer un vuelo de más de 100 metros.

Continuamos el descenso, apenas unos metros, para antes de acceder a la localidad, disfrutar de la postal que ofrece esta población desde lo alto.

“Zuheros es uno de esos pueblos que han sabido mantener el encanto de otra época a través del tiempo. Sus calles son estrechas y sinuosas, con multitud de placitas y rincones llenos de sabor tradicional. Y de fondo, entre el pulcro caserío encalado, la sierra, con sus crestas y tajos salpicados de olivares. Es por esto que en su día fue declarado Bien de Interés Cultural en la modalidad de Conjunto Histórico-Artístico (2003)”. Así es descrito Zuheros en su página web. Con este escaparate, ¿quién no se aventura a dar un paseo por su interior y conocer en persona esos rincones?

El castillo, edificado por los árabes en el siglo IX, es una pequeña fortaleza excavada en la roca. Actualmente alberga restos de un palacio de estilo renacentista. Es visitable, pero nosotros decidimos invertir los 1,5 euros de su entrada en tomarnos unas gordas y conformarnos con su vista exterior.

Puede suceder que en Ciudad Real estemos mal acostumbrados, y por eso aquí eché de menos una tapa o aperitivo. Ni siquiera unas patatillas. Ya refrigerados, o refrescados, nos dispusimos a conocer un poco mejor la fisonomía de esta bella localidad cordobesa y pasear por sus callejuelas.

En el mirador de las Escominillas, además de disfrutar desde otro punto de vista el cañón del río Bailón, controlo la localización del restaurante donde daremos cuenta del almuerzo y planear la ruta de regreso a casa: llegamos al acuerdo de volver por Andújar y subir por la carretera del santuario de la Virgen de la Cabeza.

El planteamiento de la ruta de retorno era sencillo, volver a Baena, coger la A-305 y no abandonarla hasta Andújar. Y así fue como sucedió. Paisaje monótono en el que el olivo dejaba paso por momentos a terreno de labor para volver a recuperar su estatus dominante. Destacaré que, para mi sorpresa, la A-305 resultó una carretera de las que me dan miedo, porque no sabes qué te puedes encontrar en el siguiente tramo. Pasamos de una vía estupenda durante mucho recorrido, a un carril descarnado y estrecho a la salida de Valenzuela, sufriendo todos los posibles estados intermedios en los que puede pasar una carretera española.

La subida al santuario de la Virgen de la Cabeza la hicimos tranquilamente, respetando la señalización y disfrutando del ratonero recorrido. Por un momento llegué a pensar si había alguna concentración motera en el santuario, tal era el volumen de motos que nos cruzamos. Se nota que es un lugar de “culto”.
Nosotros debíamos continuar hacia Puertollano, por lo que nos ahorrábamos el pasar por el control que la Guardia Civil tenía en mitad del recorrido para las motos, aunque quien nada oculta, nada teme.

La A-6178, que es como se denomina esta vía, está estupendamente hasta apenas dos kilómetros del límite provincial, donde se vuelve apenas una pista de grava bien compactada. Transcurre por la espesura y la tranquilidad de la sierra, de la total ausencia de civilización, rota a veces por algún todoterreno de las fincas o señoríos cercanos, que van a saco confiados precisamente en la ausencia de civilización.

Ya algo cansados nos detuvimos a estirar las piernas y cambiar los filtros, en el último de los miradores que la Junta de Andalucía tiene desperdigados por la zona. El lugar es la quintaesencia de la calma y la quietud, en la que se podía disfrutar de cómo el ocaso del día iba llenando de calidez el tono de los colores de la vegetación.

La escena podría haber sido memorable, si no fuera por la gran cantidad de mosquitos hambrientos que salieron de cualquier lugar atraídos por estos cuerpos serranos.

Reiniciamos la marcha para llegar, antes de que cayera la noche, a la zona de asfalto bueno, ya que era cien por cien seguro que llegaríamos con plena oscuridad a casa.

Y en este punto, creo adecuado dar por finalizada la crónica. Al final algo más de 500 kilómetros de los que os he intentado hacer partícipes.

Para Motoviajeros, texto y fotos:
Joaquín “Mæs” // http://www.recorriendoenmoto.es/

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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