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Túnel de Equinoccio Túnel de Equinoccio
El municipio de Valdealgorfa es uno más de los diseminados por la provincia de Teruel que vive a su ritmo entre olivares y almendros;... Túnel de Equinoccio

El municipio de Valdealgorfa es uno más de los diseminados por la provincia de Teruel que vive a su ritmo entre olivares y almendros; sus setecientos habitantes dan un aire animado a sus calles, y como suele ser habitual, en tiempos pasados fueron bastantes más hasta que la industrialización del siglo XX los empujó hacia las grandes ciudades.

Valdealgorfa también tuvo estación de un ferrocarril efímero: el de la Val de Zafán, arriesgada apuesta de llevar el tren desde el Bajo Aragón hasta un puerto de mar, aunque más bien habría que decir que concluyeron un proyecto militar de defensa y movimiento de tropas que nació ya obsoleto. Aquel ferrocarril se inauguró en 1942 y fue clausurado en 1973. De aquellos tiempos quedan las ruinas de las estaciones y el camino explanado por donde habían pasado los raíles, a ratos vía verde, a ratos camino pecuario transitable.

A 200 metros de la estación de Valdealgorfa, mirando hacia el mar, hay un túnel ferroviario de más de dos kilómetros. Su orientación es este-oeste, y hace algunos años ADIF puso unas vallas para que no transitaran coches, debido a su estrechez y nulo mantenimiento; también dejaron unas puertas para que los viandantes pudieran transitarlo, y es que este túnel ha ganado en los últimos años un protagonismo modesto pero significativo.

El túnel tiene una profundidad de 2 km

Todo empezó recién iniciado el siglo XXI. José Bonfill, vecino de Valdealgorfa y agricultor de profesión, se planteó corroborar lo que hacía tiempo se comentaba en el pueblo: que una vez al año, los rayos del sol naciente atravesaban el túnel de punta a punta. Y allí se plantó José con mapas, brújulas y sextantes para demostrar empíricamente el fundamento de aquella leyenda. Resultó que el túnel estaba casi exactamente alineado de este a oeste, y que desde la boca más cercana a Valdealgorfa era posible ver salir el sol. Los cálculos demostraron a José que, en algún momento muy cercano a los equinoccios, efectivamente el sol debería estar completamente alineado con el túnel.

“En 2003, cuatro días antes del equinoccio de septiembre, el sol iluminó las paredes de los 2.137 metros del túnel durante tres minutos”.

Y el “milagro” sucedió: en 2003, cuatro días antes del equinoccio de septiembre, el sol iluminó las paredes de los 2.137 metros del túnel durante tres minutos. Desentrañado el enigma, José llegó a una conclusión automática: si el Sol entraba en el equinoccio de septiembre, por lógica también debía hacerlo en el equinoccio de marzo, por tanto ese fenómeno no ocurría una vez al año, sino dos. Y José volvió en marzo para volver a observar el fenómeno, en esta ocasión cuatro días después del equinoccio.

Empezó a correrse la voz, y José Bonfill “contagió” su curiosidad a vecinos y amigos que, dos veces al año, tomaron la costumbre de plantarse entre las 7 y las 8 de la mañana en la boca del ya rebautizado “túnel del Sol” o “túnel del Equinoccio”. Las redes sociales han dado altavoz a un fenómeno que poco a poco va haciéndose multitudinario, y los cuatro amigos del 2003 ahora son alrededor de un centenar de curiosos armados con cámaras y trípodes que no quieren perderse los tres minutos de “magia” solar.

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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