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El peor día en la Pobla de Ferran El peor día en la Pobla de Ferran
Cuando visito los escenarios de mis crónicas, me gusta tener una radiografía exhaustiva del lugar en cuestión: apoyarme en este edificio, tocar la estructura... El peor día en la Pobla de Ferran

Cuando visito los escenarios de mis crónicas, me gusta tener una radiografía exhaustiva del lugar en cuestión: apoyarme en este edificio, tocar la estructura de hierro de aquel puente o pisar el mismo suelo de terrazo donde aquel venerable actor filmó la escena de una película… La Pobla de Ferran, pequeño núcleo de la provincia de Tarragona perteneciente al municipio de Passanant i Belltall, tiene sólo una calle y doce casas, así que si no hubiera llevado las anotaciones para ubicar sitios concretos, tampoco habría importado porque allí todo está en un puño.

El 19 de mayo de 1928, un demente llamado Josep Marimon mató en una hora y media a ocho niños y dos mujeres adultas. En aquella época el pueblo contaba con cuarenta habitantes, nueve de ellos niños, por lo que no tiene nada de gratuito afirmar que Marimon mató también el futuro de la Pobla de Ferran… He titulado esta crónica “el peor día” porque no se me ha ocurrido un adjetivo a la altura de aquella execrable, monstruosa e inhumana acción.

Llegué a la Pobla de Ferran bien temprano, ya que el día se preveía caluroso y aquel territorio de suaves altiplanos donde confluyen las provincias de Lleida, Barcelona y Tarragona es un horno en las horas centrales del estío; hay que recorrer un kilómetro de pista de tierra que discurre junto al cementerio de Passanant. El núcleo, de casas armoniosamente reconstruidas aunque sólo se vive de manera estable en una de ellas, está retrepado en una loma que mejora las panorámicas hacia una sucesión de campos cultivados que se pierden hasta donde llega la vista. La Pobla de Ferran se expandió al abrigo de un castillo del que sólo queda una torre; junto a ella, la primera casa de la calle es la de “ca l’Hostaler”, aunque ya nadie la llama así. Bajo el arco de la entrada principal pasaba los días el joven de 26 años Josep Marimon, “Josep de ca l’Hostaler”, estirado en un colchón a causa de una cruel dolencia neurológica llamada “enfermedad de Pott” que le impedía efectuar ciertos movimientos, además de provocarle cojera, desviación de columna y un dolor crónico en todo el cuerpo. Marimon era el único hombre adulto del pueblo que no trabajaba en el campo, siendo objeto de burla por parte de sus vecinos, que le recriminaban “estar tumbado todo el día”.

Y allí, tumbado en aquel zaguán, es donde estaba la mañana del 19 de mayo de 1928. Los niños ya estaban en la escuela de Passanant, y los hombres se apresuraban para ir a los campos porque estaban saneándolos de malas hierbas; uno de ellos pasó junto a Marimon y le hizo algún comentario, que él respondió con un “en este lugar no se tumbará nadie nunca más”, frase supuestamente banal que después recobró todo su significado…

Eran las tres y media de la tarde cuando Marimon se cruzó con los tres hermanos Rabadà Trilla: Carme, de 3 años, Ramona de 4 y Josep de 11. Les pidió acompañarles hasta un pajar porque iba a “cazar pichones”; llevaba consigo una escopeta y un hacha, y a culatazos y hachazos los mató. Tras esconderlos precariamente bajo la paja, atendió a un esquilador de ovejas que en aquel momento llegaba al pueblo, y una hora después continuó con su macabra ronda, utilizando el hacha contra cualquier mujer o niño que se encontraba en su camino. Paradójicamente las últimas víctimas fueron dos mujeres -una de ellas Marina, la chica que dio calabazas a un Marimon enamorado-, y que fueron a pedirle ayuda tras descubrir los primeros cadáveres… Marimon las tiroteó desde la ventana de su casa, matando a una e hiriendo gravemente en el rostro a Marina. Posteriormente, cogió una muda y una botella de vino, y sin soltar la escopeta se marchó del pueblo. En el camino, se cruzó con una anciana que cargaba en la espalda a su nieta, un bebé de pocos meses: disparó y falló, fueron las únicas personas que salieron ilesas de las acometidas de Marimon.

Aquella tarde, los primeros hombres que volvieron del campo se encontraron un panorama indescriptible: todas las casas, excepto la de ca l’Hostalet, tenían alguna víctima, o dos, o incluso dos matrimonios que perdieron tres hijos. Josep Marimon se había ido del pueblo llevándose consigo la escopeta, una muda y una botella de vino. Inmediatamente se activaron los somatén (cuerpo armado parapolicial) de todos los pueblos de la comarca, sumando casi trescientos efectivos en pocas horas. Por su parte, la Guardia Civil destinó todo el destacamento de Montblanc y refuerzos venidos de otros cuarteles para dar caza al fugitivo.

Al día siguiente fueron enterradas las víctimas en el cementerio de Passanant: una comitiva de ocho ataúdes blancos y uno negro a duras penas podían abrirse paso en un camino atestado de vecinos. Una de las mujeres malheridas murió pocos días después.

Mientras tanto, Josep Marimon seguía en paradero desconocido: había la sospecha de que pretendía llegar a Francia, y algunos testigos aseguraban haberle visto en Cervera, Barcelona… El propio hermano de Marimon participaba en las batidas de búsqueda. Hasta tal punto llegó el ansia de exteriorizar la ira, que un grupo de incontrolados halló en Tàrrega a una prostituta que se había relacionado con Marimon, propinándole una brutal paliza y conminándola a abandonar la localidad.

Finalmente, siete días después, dos miembros del Somatén y un sargento de la Guardia Civil hallaron al fugitivo: le creían ya en Francia, y durante todo aquel tiempo había estado escondido en un refugio de pastores a menos de dos kilómetros del pueblo, en unas tierras de hecho propiedad de la familia Marimon. Fue abatido de dos tiros en la cabeza, dicen que le conminaron a entregarse y arrojar la escopeta, otros que directamente le dispararon sin preguntar, la cuestión es que Marimon no se había movido de aquel lugar, comiendo almendras y tal vez haciendo alguna escapada furtiva para conseguir agua. Aquella barraca estaba a la vista del cementerio, por lo que casi con toda seguridad Marimon fue testigo del entierro de sus víctimas.

El cuerpo de Marimon fue llevado al cementerio, y su hermano llamado para identificar el cadáver; dicen que, cuando tuvo el cuerpo delante, fue separado porque empezó a propinarle golpes. En la puerta de la morgue, un nutrido grupo de guardiaciviles contenía a una turba que pretendía linchar el cadáver. Cumplimentados los trámites judiciales, fue enterrado en una zona desacralizada del cementerio.

En los días posteriores, se teorizó sobre las causas del arranque de locura de Marimon, probablemente motivada por el desprecio de sus vecinos o el rechazo sentimental de Marina Roca (una de las víctimas que sobrevivió, aunque con graves secuelas y la cara desfigurada por uno de los disparos). También corrió la teoría de que la curandera que trataba su enfermedad le dijo que “tenía que matar a aquel que le había echado el mal de ojo”.

En la Pobla de Ferran nada volvió a ser igual; pese a ser una familia honesta y de trato cordial, los Marimon de ca l’Hostalet se vieron obligados a marcharse, y con ellos la mayoría de vecinos incapaces de seguir arraigados a una tierra que fue testigo del acto más execrable que alguien puede cometer: arrebatar la vida a un niño.

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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