PAZ

Otra vez la mirada perdida de los niños. Otra vez el terror y la angustia. Otra vez la destrucción. Otra vez la muerte. Europa vuelve a desangrarse con una gran guerra cuyas dimensiones aún son difíciles de preveer. Rusia ha tomado Ucrania con tal ferocidad que apenas una semana después del inicio de la invasión ya se hablaba del posible empleo de armas nucleares. Nos habían hecho creer que quien no conoce la historia está condenado a repetirla. ¿No hemos aprendido nada? El mal no tiene memoria.

Todos sabemos lo que ha ocurrido en el siglo XX, el mundo ha vivido dos guerras mundiales con decenas de millones de pérdidas humanas. Parece que solo ha servido para que algunos países redoblen su apuesta por la devastación. Muchos nos preguntamos por qué existen armas tan mortíferas. La razón es simple: el ser humano no confía en su prójimo. De nuevo, el mal.

En estos días asistimos horrorizados a unos combates desiguales: de un lado, civiles defendiendo su patria con el único arma del empujón y su propia voluntad; de la otra parte, profesionales de la guerra.

Ciudades asediadas y arrasadas, más de un millón de refugiados en apenas dos semanas y de nuevo las bombas para descomponer el mundo que conocíamos.

Para quienes amamos viajar, conocer otras culturas, otros países, otros seres humanos, otras formas de vida, el odio entre semejantes nos resulta especialmente incomprensible. Nuestros ojos llegan con la mirada limpia de quien desea aprender, y se marchan con el recuerdo vivo de lo diferente, con la esperanza del volver.

Es difícil continuar como si nada estuviera pasando. Hemos superado -seguimos haciéndolo- una pandemia, tenemos los combustibles por las nubes, la inflación disparada… esta escalada bélica nos va a afectar a todos. ¿Hacia dónde demonios camina la humanidad? ¡Clamamos PAZ!