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La magia de los mapas La magia de los mapas
Al igual que sucede con los libros, las representaciones gráficas de los territorios nos permiten salir del espacio actual y transportarnos a otro lugar;... La magia de los mapas

Al igual que sucede con los libros, las representaciones gráficas de los territorios nos permiten salir del espacio actual y transportarnos a otro lugar; son portadores de sorpresas, posibilidades y aventuras.

Me cuesta recordar algún viaje en el que no haya llevado un mapa. Me atraen no sólo por su utilidad sino también por la ausencia de lo que hay en ellos.

“Lo que no se encuentra, siempre resulta tentador”

En los límites de los mapas está el desconocimiento, la aventura; nunca sabemos qué va a ocurrir ni qué nos vamos a encontrar. Los trazados cambian de forma asidua, se amplían, se transforman e incluso algunas veces se contraen, y no sólo en los mapas reales cuando por temas políticos se reorganizan territorios, sino también en esos mapas imaginarios que algunos pintamos cuando nos bajamos de la moto y no queremos olvidar el lugar por el que acabas de pasar, ese que te ha hecho sentir algo que no podrá ser repetido, pero sí señalado.

Los mapas surgieron hace miles de años, el primer indicio de un plano del mundo fue realizado en una tablilla hecha de arcilla. De ahí hay que dirigirse a Grecia para ver el mapa circular creado por Mileto, y proseguir hasta Alejandría donde fueron utilizados por primera vez los paralelos y meridianos en un mapa.

Curiosamente, el punto en el cual se cruzaban estas líneas era la ciudad de Rodas, y desde luego muy apropiado porque al igual que el hombre creó estas líneas imaginarias con fines cartográficos, se podría decir que hubo un momento donde también imaginariamente crearon los mapas de esa isla.

En los límites de los mapas está el desconocimiento, la aventura; nunca sabemos qué va a ocurrir ni qué nos vamos a encontrar.

Siempre recordaré las cuatro horas que tardé en buscar unas supuestas ruinas; hoy seguramente no pasaría con los maravillosos mapas digitales y la cantidad de aplicaciones existentes basadas en la localización, que aunque menos bonitos y entrañables, son una gran ayuda para el viajero.

La magia de los mapas

Nos levantamos con un sol radiante, alquilamos unas motos que desde luego no tenían muy buena pinta, pero no había opción, o esas o ninguna. Nos dirigíamos hacia el centro de la isla siguiendo una pequeña carretera que atravesaba varios pueblos, zonas deshabitadas y así llegamos tras un calor espantoso a donde se suponía que estaba el desvío de donde comenzaría la pista para acceder a las ruinas. Tras una bajada un poquito particular y unos frenos que brillaban por su ausencia, llegamos al lugar marcado en el mapa, pero allí no había absolutamente nada. Volvimos, callejeamos, recorrimos los pueblos de alrededor, pero las tan esperadas ruinas no aparecían. Preguntamos al lugareño con mapa en mano, pero al ser un lugar bastante alejado de las zonas turísticas el inglés no estaba extendido, así que entre palabras griegas que más o menos supones su significado, dibujos que no dejan de ser mapas imaginarios y señales con las manos retrocedimos unos tres kilómetros. Gracias a que llevo plumas de colores, el hombre de la aldea pudo pintarme el desvío en la casa azul. Aún así, allí seguía sin haber ruinas. Miramos el mapa nuevamente y en ese lugar sólo figuraba una pequeña aldea con una sucesión de casas muy antiguas. Paramos, dimos vueltas y vueltas tanto al mapa real como al imaginario, hasta que una mujer salió de la casa y con sus manos y sin hablar nos dijo que la siguiéramos, y así hicimos. Nos señaló con una gran sonrisa una villa que desde luego no lucía el lujo griego ni romano de antaño, pero sí es verdad que tenía un encanto especial. No entendíamos nada, buscábamos un yacimiento arqueológico y estábamos en las ruinas de una gran villa. Nos dirigíamos a la casa cuando se acercó un hombre que hablaba inglés y preguntó:

-¿Cómo sabíais que esto estaba aquí? No viene recogido en guía alguna.

Le comenté que estábamos por error, que buscábamos unas ruinas que el mapa las situaba en otro lugar, pero que los lugareños nos habían dicho que estaban ahí.

Su respuesta me fascinó: “Pues da las gracias al erróneo mapa que llevas, pero acabas de llegar a la villa que creó el conde Cesare de Vecchi, para que Mussolini pasara aquí sus últimos días tras su jubilación”.

En esos momentos recordé las palabras de Joseph Conrad:

“Son emocionantes las piezas de papel en blanco, son regiones desconocidas”

La cartografía evolucionaba, avanzaba a golpe de descubrimientos, como por ejemplo en el mapa de Ptolomeo donde se llega a representar latitudes y longitudes. Ya en el siglo XII con la creación de la Tabula Rogeriana, cartografía asociada al libro, se pudo comprobar un mapa más evolucionado ya que aparecían los accidentes geográficos de lugares conocidos. Pasaban los años, los siglos y así encontramos mapas destacados como el mapa anónimo de la isla de Gough, en el océano Atlántico, donde ya se encontraban caminos, ríos y distancias entre distintos puntos. En el siglo XVI la técnica hizo de la cartografía una ciencia, y como prueba de ello podemos destacar el portulano del Mediterráneo dibujado en 1563. No hay que olvidar tampoco el gran mapa creado por Juan de la Cosa, donde se apreciaba con detalle y a color el mapa del viejo y nuevo mundo, aquí parece por primera vez océano Pacífico, América del Norte y América del Sur. A partir de este momento comienza una gran proliferación de mapas de todo tipo, desde los cilíndricos que fueron una auténtica revolución para la navegación hasta los mapas como el de Gall-Peters, que representa las áreas de las superficies de una manera proporcional.

Y como cada mapa es un registro de un momento concreto en el tiempo y éste no se detiene, una de las grandes evoluciones fue la que surgió en el pasado siglo con la visión tridimensional. Gracias a los lanzamientos de los satélites, al desarrollo de la fotografía aérea y todos esos sistemas de información geográfica, llegamos a conocer nuestros itinerarios en una fidelidad de prácticamente el cien por cien. ¿Quién no ha mirado el Google Earth para ver qué carretera es la más bonita?, ¿dónde comienza la pista que queremos coger para llegar a ese lugar que no podemos llegar por asfalto? o simplemente ver el acceso al hotel y buscar el mejor sitio para que duerman nuestras grandes compañeras de viaje.

“Para aquellos que no tienen imaginación, un lugar en blanco en el mapa es un desperdicio; para los demás es la parte más valiosa” A. Leopold

Texto y fotos:  Gema de los Reyes 

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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