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Hacia el Gran Cañón europeo: Las Gargantas del Verdón Hacia el Gran Cañón europeo: Las Gargantas del Verdón
Las Gargantas del Verdón Lo que comenzó siendo el lugar donde alcanzar el gran reto europeo para escaladores, se ha convertido hoy en uno... Hacia el Gran Cañón europeo: Las Gargantas del Verdón

Las Gargantas del Verdón

Lo que comenzó siendo el lugar donde alcanzar el gran reto europeo para escaladores, se ha convertido hoy en uno de los lugares más admirados y transitados para los motoristas en nuestro país vecino. Situadas en el departamento de Provenza-Alpes-Costa Azul, las Gargantas del Verdón se encuentran en el interior del Parque natural regional de Verdón, que toma su nombre de un intrépido río que ha creado un asombroso y sensacional paso a través de las grandes masas calizas, llegando a formar un auténtico espectáculo de notable y reconocida riqueza tanto en flora como en fauna.

Bernand Vaucher en su obra Les fous du Verdond comentaba que para E.A. Martel la zona del Verdón era una “(…) verdadera maravilla sin segundo en Europa”; además, el padre de la espeología añadía, que no cambió de opinión después de haber visto, el Gran Cañón del Colorado.
De acuerdo con la obra de Graham Robb El descubrimiento de Francia, las gargantas del Verdon no fueron conocidas fuera de Francia hasta 1906, siendo hoy en día una de las zonas más visitadas del país.

Verdón

El fascinante espectáculo natural es visible tanto desde su vertiente norte como su vertiente sur y desde lo más alto de los acantilados a lo más bajo a orillas del río, donde se puede disfrutar de un baño en esas impresionantes aguas turquesas y observar esas formidables formaciones rocosas subterráneas.

La ruta se suele comenzar en el idílico Moustiers-Sainte-Marie, pintoresco pueblo de hermosas callejuelas conocido por su fayenza, situado en un desfiladero y atravesado por un arroyo que cae en cascada desde lo alto del mismo. En su parte superior se encuentra la capilla de Notre-Dame de Beauvoir a la que se puede acceder desde el mismo pueblo a través de un empedrado camino, que aunque desde luego no es nada cómodo con la ropa y las botas de la moto, merece la pena ascender para disfrutar de unas bonitas vistas de la localidad, llegando incluso a ver el lago artificial de Sainte-Croix. Además, desde aquí se puede ver la identidad del pueblo, una estrella bañada en oro que cuelga de una cadena de ciento treinta y cinco metros entre las dos montañas. Si se quiere saber más sobre las iglesias de esta bonita localidad nada mejor que consultar la obra Les eglises de Moustiers de Chanoine Jean-Marie.

Nos adentramos por un bonito paisaje mediterráneo entre bosques de pinares y donde poco a poco las paredes vertiginosas de las rocas se integran en el paisaje. La estrecha y sinuosa carretera ofrece unos balcones desde donde las buenas fotografías están aseguradas, me encanta el Point Sublime, como su nombre indica, las vistas son sublimes. A la izquierda, la imponente Paroi du Duc, a la derecha, los acantilados de l’Escalès, y entre ambos, el couloir Samson.

En esta ribera norte, la carretera asciende rápidamente. Tras dejar atrás el mirador de Mayreste la carretera se aleja de la garganta para llegar al famoso “pueblo de los escaladores” La Palud-sur-Verdon, a los pies de la Cresta de Montdernier y del Mourre de Cahnier. Punto de partida de la conocida Ruta circular de las Cretas que cuenta con veintitrés kilómetros de constantes curvas. Según se avanza por esta D23, se atraviesa un puerto de 1.320 metros, cuyo descenso es a través de dos túneles y numerosas curvas vertiginosas que si bonita es la primera, preciosa es la segunda. Desde aquí, el trayecto de quince kilómetros es de sentido único con numerosos miradores habilitados para detenerse y divisar un espectacular paisaje, no apto para el que tenga vértigo. Desde los propios miradores, se puede apreciar el gran número de especies refugiadas en las laderas de las rocosas, tal y como señala Vicente Valero en su obra Breviario provenzal, donde el autor construye un luminoso y magistral mosaico en el que muestra un ensayo del fascinante mundo del paisaje.

 

Tras finalizar la ruta circular se puede proseguir hacia Castellane, pasando cerca del bonito pueblo de Rougon. El trayecto aquí es muy diferente ya que va casi por la ladera del río desde donde se puede ver a la gente en kayac y en las pequeñas “playas” de arena. Todavía se puede ver a los lugareños pescando con la técnica de la mosca, tradición que han mantenido desde hace más de cien años. Esta región como el resto de la Provenza mantiene muy anclada sus tradiciones, tal y como señala Peter Mayle en su gran obra Un año en la Provenza donde el autor describe mes a mes las vivencias que él y su esposa experimentaron durante su primer año en esta región, mientras acondicionaban una casa de campo de doscientos años de antigüedad.

Verdón

En Castellane, pequeña y agradable ciudad perteneciente a la conocida ruta de Napoleón, encontramos una vez más un entorno apacible y lleno de paz, dominado por la silueta de la famosa roca de la capilla de Notre Dame du Roc, que ofrece preciosas vistas del río. La pintoresca y provenzal localidad acumula hermosas callejuelas provenzales, destacando la calle Nationale, ya que en el número 34 de la misma, se encuentra la casa en la que Napoleón hizo un alto para almorzar el día tres de marzo de 1815 a su regreso de la isla de Elba.

La ruta por el margen izquierdo se extiende en varias cuencas como por ejemplo la del río Artuby, afluente que serpentea hasta llegar a Mont Lachens. Parte de la carretera transcurre por la conocida D71, donde el ascenso nuevamente es una delicia. En esta zona hay varios caminos donde es posible adentrarse en busca de esa foto que va un poquito más allá, aunque también debo de decir que no está permitido entrar con nuestras preciosas pero ruidosas compis de viaje. En esta vertiente volvemos a encontrar lugares dignos de contemplación, el Puente de Artuby, por poner un ejemplo. Pero si hay un lugar donde las vistas me parecen espectaculares ese se encuentra en la llegada al Túnel de Fayet, ubicado a 940 metros.

Como decía Peter Mayle, es un territorio desconocido que cuando vas de viaje, éste se hace estancia, la estancia enamoramiento y el enamoramiento convivencia con un mundo rural que ya nunca más puedes sacar de tu interior.

 

Texto y fotos: Gema de los Reyes / viajandoconmicamara.com

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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