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El accidente de Virot y Wagner A estas alturas, nadie discute que el “Tour” de Francia es la competición de referencia en el ciclismo... La Farga de Bebié

El accidente de Virot y Wagner

A estas alturas, nadie discute que el “Tour” de Francia es la competición de referencia en el ciclismo de carretera; mientras otras rondas se ven obligadas a hacer piruetas imposibles para cuadrar cuentas (con aportación encubierta de dinero público en la mayoría de casos), el Tour se pasea con gallardía, solvencia y los ciclistas incansablemente jaleados desde el arcén.

Aunque no seas un apasionado del pedal, las retransmisiones televisivas del Tour son impecables, combinando la cobertura deportiva con la exhibición paisajístico-cultural de los lugares que recorre gracias a multitud de cámaras por tierra y aire; retrocediendo varias décadas, la cobertura mediática era muy diferente y la radio tenía una importancia mucho mayor, que fue absoluta cuando la televisión sencillamente no existía.

En aquellos tiempos, Francia tenía una voz radiofónica que destacaba por encima de las demás: la de Alexandre “Alex” Virot. Nacido en 1890, empezó a cubrir eventos deportivos para la prensa como dibujante. En 1929, apareció por vez primera en la radio para cubrir el Tour de Francia, y a partir del año siguiente, lo hizo subido en el asiento trasero de una motocicleta para estar tan cerca como fuera posible del pelotón. Pocas veces se bajó de ella, como por ejemplo en 1932, cuando siguió la comitiva ciclista desde un avión mientras grababa sus alocuciones en discos que después llevaba a Radio Toulouse para ser escuchados en media Europa y el norte de África.

Incansable y polifacético, Virot radió también los sorteos de la lotería, la primera travesía del transatlántico Normandie y diferentes conflictos bélicos como reportero, incluyendo nuestra Guerra Civil. Durante la II Guerra Mundial, combatió enrolado en la Resistencia francesa.

La fábrica de los suizos, entre Vic y Ripoll. La Farga de Bebié

En 1957, a sus 67 años, Alex Virot seguía radiando el Tour a bordo de la moto, sin casco ni elemento de protección alguno, vestido de calle y cargando con el equipo radiofónico. En la edición de aquel año la decimoquinta etapa finalizaba en Barcelona, al día siguiente se disputaba una cronometrada en el circuito urbano de Montjuïc, y en la decimosexta etapa volvía a Francia pasando por Vic, Ripoll, la collada de Toses y Puigcerdà hasta acabar en Ax-les-Thermes. Transitaban por la carretera N-152, por supuesto de doble sentido y que más allá de Vic se retorcía por imposición de la escabrosa orografía pirenaica.

Entre Vic y Ripoll, la carretera atravesaba la colonia textil de La Farga de Bebié, también llamada “la fábrica de los suizos” por el origen de sus propietarios; como todas las demás fábricas textiles, estaba instalada junto al río para aprovechar la fuerza del agua como motor para los telares, y en el caso que nos ocupa, en un pronunciado meandro del río Ter…

…Y allí estaba le grande boucle el 14 de julio de 1957, a punto de entrar en la Farga de Bebié, con el grueso de viviendas a la izquierda y la fábrica, la estación de tren y la iglesia al otro lado del río. Jean Bourlès se había escapado del pelotón, con tanta ventaja que Alex Virot, copiloto en la moto conducida por René Wagner, se puso a la altura del coche en que el periodista Emile Besson cubría la carrera, y le dijo:

-“¡Nos vemos luego, esta etapa se ha acabado!”- vociferó, e inmediatamente roscaron gas.

Pocos metros más adelante, una multitud agolpada junto al barranco del río hizo temer lo peor a Besson: la moto de Virot y Wagner se había precipitado al cauce, situado unos seis metros más abajo… “¡Han patinado en la grava!”, gritaban los testigos. Virot yacía cadáver junto a la moto siniestrada y Wagner murió en la ambulancia que le trasladaba al hospital de Campdevànol.

Placa en memoria de Virot y Wagner

Marcel Queheille, el ciclista que iba segundo en la etapa, acababa de ser rebasado por la moto cuando ocurrió el accidente:

-“Empezaron a hacer zig-zags intentando reconducir la moto, golpearon con una señal de tráfico y cayeron al vacío. Vi dos piernas en el aire perdiendo los zapatos, nunca olvidaré eso”.

Seis días después, el mítico Jacques Anquetil ganó aquel Tour, el primero de cinco. Fue el primer ciclista en conseguir una “manita” de maillots amarillos.

En 1965, el Tour de Francia pisó la misma carretera. Aprovechando la efeméride, se instaló una placa de mármol en el lugar del accidente.

Cincuenta y cinco años después, el escenario en la Farga de Bebié sigue igual y a la vez completamente diferente: la fábrica cerró en 2008, las viviendas están abandonadas y por la vieja N-152 ya no circula prácticamente nadie desde que se inauguró la autovía. Pero la placa sigue allí, visible si sabes adonde mirar.

(Muchas gracias a ‘Kimodalmonen’: si no hay arco, la flecha no se dispara)

Cuatro terroristas acribillados

La antigua colonia textil de la Farga de Bebié, repartida entre los términos municipales de Les Llosses i Montesquiu –es decir, con un pie en la provincia de Barcelona y otro en Girona-, es el enésimo ejemplo de historia industrial al aire libre; la fábrica empezó a funcionar en 1899, instalada en 400 hectáreas compradas por el ingeniero suizo Edmund Bebié, que a su vez tenía otra factoría de hilaturas cerca de Zúrich. Al igual que las demás fábricas textiles de la época, necesariamente tenía que haber un río al lado ya que la fuerza del agua movía las turbinas que daban vida a los telares. En el caso de la Farga de Bebié, el Ter era el río beneficiario.

Rápidamente, la colonia prosperó gracias a la fuerte demanda textil, llegando a convertirse en la mayor fábrica de hilatura en Cataluña. Cerca de ella, a ambos lados del río, se levantaron los bloques de viviendas de los trabajadores siguiendo los patrones de autosuficiencia de las demás colonias: escuela, colmado, peluquería, cine, fonda, iglesia e incluso una estación ferroviaria. Todo el conjunto tenía un aire constructivo de inspiración suiza, lo que aumentaba su singularidad. A mediados del siglo XX, momento álgido de la colonia, llegaron a vivir y trabajar allí alrededor de mil personas.

En 1965, se estableció en la Farga de Bebié un pequeño destacamento de la Guardia Civil: oficialmente, la zona era lugar de paso para guerrilleros emboscados (los “maquis”), pero se comenta que fue una petición expresa de la familia Bebié para tener fuerza pública en el poblado. El pequeño edificio del cuartel parece aún más minúsculo al lado de la gigantesca fábrica; continúa en pie como todo lo demás, aunque con la cerradura echada y la llave tirada a una alcantarilla. A él volveré en breve, porque es uno de los protagonistas de este relato…

La última mitad del siglo XX trajo la decadencia a la industria textil catalana, debiendo afrontar una cruel reconversión y el abandono de las diferentes colonias. En el caso de la Farga de Bebié, la fábrica cerró en 2008 y la mayoría de sus vecinos se marcharon, quedando en la actualidad unas 100 personas que mayormente se concentran en las viviendas próximas a la estación. El resto de edificios están clausurados, a salvo de los vándalos porque la Farga de Bebié no es ni siquiera lugar de paso desde que el tráfico de la antigua carretera N-152 se desvió hacia la nueva autovía.

Un puente sostiene la vía de tren próxima a la Farga de Bebié

En 1981, la tranquilidad del lugar se vio sacudida por el sonido atronador de decenas de disparos. Aquellos proyectiles no se dispersaron anárquicamente, sino que tenían cuatro objetivos muy definidos: tres hombres y una mujer.

Retrocedamos seis años en el tiempo para hablar de la organización terrorista más “estrambótica” -perdonadme semejante frivolidad para definir a una panda de asesinos- que ha tenido este país: los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO). Con el franquismo en pleno ocaso y el dictador a punto de morir, se creó en la clandestinidad el Partido Comunista de España Reconstituido (PCE-r), una escisión del PCE original que se alejaba de posturas conciliadoras instalándose en el marxismo más ortodoxo hasta el punto de incorporar un brazo armado: el GRAPO. La pretensión del PCE-r era instaurar sí o sí una república popular y federativa española.

Aunque el GRAPO ha perpetrado acciones sonadas hasta 2007, los años de mayor actividad sangrienta y “coherencia ideológica” coincidieron con los de la transición, entre 1975 y 1982, combinando las ejecuciones selectivas con secuestros, atracos y atentados indiscriminados.

El 5 de mayo de 1981, dos miembros de la Guardia Civil (el agente Francisco Montenegro y el sargento Justiniano Fernández) entraron como cada mañana a tomar unos cafés en el bar “la parra”, en la esquina del paseo Fabra i Puig con la calle Hedilla de Barcelona; estaban pagando, dispuestos a marcharse, cuando entraron dos hombres jóvenes ataviados con monos de trabajo. Llevaban varios días frecuentando el local, siempre a la misma hora que los uniformados. Sin previo aviso, sacaron sendas pistolas y acribillaron a los agentes, rematándolos de un tiro en la cabeza. Posteriormente les cogieron las armas y huyeron en un Renault 12 robado. Los controles que inmediatamente se montaron en los accesos a la ciudad no sirvieron para dar con ellos.  Los testigos señalaron de manera indudable la identidad de uno de los asesinos: Roberto Liñeira, miembro de los GRAPO.

La fábrica y el antiguo cuartelillo de la Guardia Civil están abandonados

Un mes más tarde, el 17 de junio, un hombre y una mujer jóvenes entraron en la fonda de la Farga de Bebié para tomar un vaso de leche; llevaban un par de días rondando la colonia, pero no despertaron sospechas porque el deambular de excursionistas era habitual, más aún con la llegada del buen tiempo. Unos guardias civiles que estaban en la misma fonda sí que desconfiaron, y pidieron a los forasteros que les acompañaran al cuartel para acreditar su identidad… Aún no lo sabían, pero aquellos dos individuos eran Dolores Castro y Albino Gabriel, miembros de los GRAPO. Los cuatro salieron de la fonda, y cruzaron tranquilamente el río por el puente peatonal de la Palanca; al otro lado estaba la fábrica y el cuartelillo, tres o cuatro minutos de paseo.

Lo que pasó en el cuartel solo lo saben los involucrados, pero los informes judiciales dicen que Dolores llevaba una pistola escondida en la melena, y que dentro del cuartel intentó amartillarla: un agente resultó herido en el abdomen, y los terroristas fueron alcanzados por un número indeterminado de disparos, cayendo muertos en el lugar.

Diversas unidades de refuerzo se pusieron de camino a la Farga de Bebié, y se movilizaron varias más cuando se supo la identidad de los abatidos: “estos no iban solos, como mínimo eran cuatro”, informaron a los atribulados agentes de aquel pequeño cuartel donde nunca pasaba nada. Inmediatamente se organizó una batida, primero en la propia colonia y más tarde en los alrededores, con la indispensable ayuda de algunos vecinos voluntarios. Dieciocho agentes fueron hasta la línea férrea y caminaron un kilómetro hasta el paraje denominado “ribera de Fogonella”, donde habitualmente acampaban excursionistas de paso… Y efectivamente, había una tienda de campaña instalada, de tipo canadiense. Junto a ella estaban sus dos moradores: el buscado Roberto Liñeira y Antonio Cabeza, otro terrorista fichado. El atestado judicial dice que les dieron el alto y ellos la emprendieron a tiros, respondiendo la Benemérita y abatiéndolos en el acto. Los terroristas y la tienda de campaña quedaron acribillados.

Pocos lloraron a aquellos terroristas de una organización utópica y con un apoyo popular casi nulo; ningún demócrata lo dijo en voz alta, pero la “ley del Talión” se dio por bien aplicada en la Farga de Bebié. Dos años más tarde, el propio estado generó su propio aparato terrorista, el GAL, pero esa es otra historia.

La Farga de Bebié

Tras una trayectoria irregular combinando secuestros de personas acaudaladas (como el empresario Publio Cordón, nunca hallado pese a que se pagó el rescate), con atracos a bancos y furgones blindados, el GRAPO asesinó a su última víctima -la propietaria de una empresa de trabajo temporal- en 2006. Desde 2007 se considera desmantelado, aunque nunca han anunciado oficialmente su disolución.

Hubo miembros destacados en el GRAPO como Fernando Silva Sande, uno de los fundadores y militante muy “motivado” de la organización, actualmente cumple pena en prisión aunque ha renegado del terrorismo y pedido perdón. Pío Moa fue otro de los fundadores, y en estos años ha pasado de asesinar en nombre del marxismo a purgar sus pecados haciendo de altavoz y referente intelectual de la ultraderecha. Especialmente peculiar es el caso de Sebastián “Chano” Rodríguez Veloso: después de matar a dos empresarios y dejar malherido a un cargo de TVE, lo detuvieron, le encerraron en Carabanchel y posteriormente a multitud de penales en cumplimiento de la política de dispersión. Por ese motivo, inició una huelga de hambre de 432 días que le dejó parapléjico; cuando en 1994 fue liberado, se tiró a una piscina y nadó hasta ganar 16 medallas en cinco juegos paralímpicos. Es el nadador discapacitado más laureado del deporte español.

Volví a la Farga de Bebié acompañado de un amigo que sabe cosas de este asunto; no puedo explicarlas por súplica expresa, en todo caso son detalles que le dan pimienta al asunto pero no cambia la cronología de los hechos aquí explicados. Los edificios del grupo “Tibidabo” están hechos polvo, con una ayudita de las inclemencias meteorológicas acabarán colapsando en poco tiempo.

El negocio de la fonda también está finiquitado, no quedan bares ni ningún otro negocio en toda la colonia. La Farga es un gigantesco museo de la vida industrial del siglo pasado, y es de suponer que antes o después habrá un plan para reflotarlo aunque su ubicación en medio de ningún sitio no ayudará a ello.

El antiguo cuartelillo de la Guardia Civil también está cerrado a cal y canto, aunque las ventanas abiertas permiten echar un vistazo al interior; busqué (sin suerte) impactos de bala en las paredes. También intenté acercarme hasta el antiguo campamento de las afueras con la esperanza de encontrar algún casquillo de fusil, pero por aquella vía férrea circulaban trenes y no me apetecía darle un susto al maquinista paseando por el balasto de los márgenes.

Texto y fotos: Manel Kaizen / hoysalgoenmoto@gmail.com

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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