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El pasado año con motivo del 75 aniversario de Montesa, Carles Humet y Edu Cots decidieron dejar constancia de las vivencias que proporciona viajar... Desafío Impala

El pasado año con motivo del 75 aniversario de Montesa, Carles Humet y Edu Cots decidieron dejar constancia de las vivencias que proporciona viajar con una de las más emblemáticas motocicletas de la colección, la Impala.

“Viajar en ella es algo completamente diferente a hacerlo con una moto moderna”

En Con Impala llegará, los autores quieren conmemorar la mítica “Operación Impala”, realizada en 1962 cuando tres montesas denominadas “La Baobab”, “La Perla” y “Luchiemaga” cruzaron el continente africano. Las robustas y sencillas monocilíndricas de dos tiempos, 175 cc y 10,5 CV y 110 km/h  ganaron su fama gracias a su mecánica indestructible, dando a Montesa su mayor momento de gloria.

En esta ocasión los autores narran en tres capítulos las tres expediciones realizadas. El primero denominado Del Vallés al Sahara, el segundo titulado Al encuentro del Dakar y el tercero sería el que les llevaría hasta el circuito de Montegui y le denominaron Barcelona-Tokio en Impala.

Señala Carles en su introducción: “En total, unos 26.000 km de aventura por cuatro continentes, en los que ponemos a prueba la Impala por carreteras de todo tipo: pistas de tierra, barro, campo a través, la taiga siberiana, la arena del desierto y las preciosas carreteras niponas que serpentean por las laderas del monte Fuji”

Impala

El viaje a Marruecos lo realizaron con cuatro personas más, tres que irían también en motocicletas y un cuarto que realizaría la aventura en una furgoneta de apoyo a las mismas. Cruzaron en ferry desde Almería con destino a Melilla  y desde ahí se dirigieron a Midelt, pero fue en el pico más alto de la cordillera del Atlas medio, en el pueblo Outat El Haj, donde realmente comenzaron el viaje. Bajaron las Impalas del remolque y se pusieron a recorrer el país que “(…) da rienda a las emociones de muchos europeos” buscando siempre vías secundarias.

“El plan de viaje básico sería no tener casi ningún plan”

Ascendieron por la revirada carretera que lleva al puerto de Tizi n’Talrhemt, atravesaron Erfoud y por la tarde llegaron a la impresionante Merzouga y al desierto de Erg Chebbi, lugar muy esperado por ellos ya que ninguno había conducido por dunas con una Impala y la situación les tenía emocionados. Intentaron atravesar las dunas, en segunda, en primera… pero siempre se quedaban atascados y además perplejos de ver cómo los beréberes circulaban con ciclomotores entre ellas.

“(…) Se dice que es necesario disponer de mucha potencia en el motor para superar una duna, pero siempre hay excepciones …(…) no es solo motor, sino también pericia”

Prosiguieron por las rutas de las Mil Kasbahs admirando el paisaje espectacular que conjuga todos los tonos del ocre, el rojo y el verde y continuaron hasta llegar a la Garganta del Todra y desde ahí hasta Imilchil, donde pudieron disfrutar del festival que se celebraba para conmemorar la llegada del invierno. Tras la celebración de la fiesta se dirigieron hacia el lago Tislit para proseguir hasta Aghbala, donde tuvieron un gran susto, ya que uno de los pilotos en una de la paradas para descansar pisó gravilla y cayó por un terraplén de cinco metros. Afortunadamente no fue nada grave, pero tuvo que finalizar el viaje en el asiento del pasajero de la furgoneta. Continuaron hasta Arzú pasando por Itzer y Jenifra, donde concluyeron la expedición Impala en Marruecos.

Libro Impala

Al encuentro del Dakar fue la segunda expedición “ya que fuimos en busca de los pilotos del famoso rally, en pleno desierto de Atacama”. Comenzaron su recorrido en la conocida como la “nortina” Ruta 1, una carretera nacional que recorre las regiones de Tarapacá y Antofagasta por la costa que hace de alternativa a la Panamericana, que siempre está más transitada. Empezaron en Iquique atravesando carreteras donde las vistas eran realmente espectaculares:“el Pacífico a la derecha y las dunas del desierto de Atacama a la izquierda”, con dirección a Toconce y donde a través de pistas duras de arcilla rojiza probaron la robustez de las motocicletas “al más puro estilo dakariano, o sea, de pie sobre las estriberas”. En su largo ascenso y debido a la altura empezaron a tener problemas de carburación, llegando incluso a que se gripara una de las Impalas, teniéndola que subir a la furgoneta para ser arreglada a la llegada a San Pedro de Atacama. Las otras dos junto a sus pilotos ascendieron en primera y remando con los pies hasta conseguir alcanzar los 4.521 metros sin necesidad de ayuda externa “(…) Un más que probable récord en Impala!

Después de varios contratiempos, partieron hacia el famoso Valle de la Luna por pistas de tierra dura donde pudieron estar con el gas a fondo kilómetro tras kilómetro y donde se tuvieron que despedir por unos días de sus compañeros, siguiendo el viaje únicamente Carles y Edu sin asistencia alguna. Cargaron las motos con el material imprescindible y gasolina, sujetándolo con pulpos y correas.

“(…) Nos quedaba por ver cómo se comportaban las Impala en situaciones extremas cargadas con más de treinta kilos extras”

Continuaron por la carretera Panamericana dirección a El Salvador, donde se encontraron a un grupo de personas del equipo KTM y después de charlas, poses y entrevistas la Impala acabó siendo la protagonista de varios videos para blogs e incluso para un programa de televisión.

Prosiguieron hasta Copiapó, reuniéndose de nuevo con sus dos compañeros, que se habían tenido que ausentar anteriormente y a la vez compartiendo su tiempo con grandes pilotos del Dakar. Pero todavía querían más y los aventureros querían estar en el campamento del Dakar de tan difícil entrada, así que en un momento de despiste, se colaron dirigiéndose rápidamente a los organizadores de equipos españoles que intercedieron por ellos explicando a los responsables del Rally quiénes eran y la expedición que estaban realizando, por lo que les concedieron su estancia en el campamento arrancando sonrisas y fotos del resto de pilotos y mecánicos de otras nacionalidades.

Tras un fantástico día de descanso disfrutando del “mundo Dakar” partieron hacia Huasco, un puerto del pacífico desde donde salen barcos hacia Europa, Estados Unidos, China, etc. Se acercaron al Parque Nacional Pingüino de Humboldt, zona conocida por el avistamientos de delfines y ballenas para continuar hacia el valle del río Elqui, uno de las zonas más bonitas de Chile y proseguir hacia la Ruta Antakari, que sigue la huella de los viajes que hacían las comunidades indígenas a mediados del siglo XV, la cual, transcurre en parte por el cañón del río Hurtado entre las localidades de Vicuña y Ovalle. Finalmente realizaron la famosa Ruta de los Túneles, que hoy en día es una pista que sigue el trazado del antiguo ferrocarril, en la que se permitieron mantener una elevada velocidad durante un largo tramo antes de alcanzar la Cuesta de Chacabuco lugar ideal para “(…) un lujoso pique final que acabó con mis huesos en el suelo”, además de visitar el último día el médico por una fuerte alergia que le impidió llegar con su Impala hasta la finca de un amigo en caleta Quintay, donde con una gran comida se puso fin a la segunda etapa del desafío.

En las horas de vuelo a España ya pensaban en su tercera fase, querían hacer algo grande así que decidieron que como en el año 2013 se cumplían treinta años de la fundación de Montesa-Honda, qué mejor forma de celebrarlo que llevar unas Impala 2 hasta la sede central de Honda en Japón. Y así sucedió, comenzó una larga y minuciosa preparación poniendo en marcha las motos en un taller de Sabadell que les ofreció su ayuda, “(…) los viernes por la tarde dedicábamos horas a la mecánica en un ambiente divertido, el taller se convertía en una especie de Joe Bar Team”. La presentación fue realizada con un gran despliegue de medios de comunicación y famosos pilotos en un lugar excepcional, y de ahí el 1 de julio de 2013 les esperaba un viaje de 20.000 km comenzando en el circuito de Montmeló.

Acompañados de otros amigos se dirigieron hacia la frontera teniendo ya su primer problema, la moto se paró pareciendo que estaba gripada.  Llegó la desolación pero también la ilusión de ver cómo todo el mundo se solidarizaba con ellos; al cabo de dos horas la moto estaba arreglada y preparada para comenzar el viaje, que ya deciden retrasarlo un día más.

Cruzaron Francia disfrutando de los Alpes y llegaron a Turín, donde decidieron coger la autopista a Milán para volver a visitar un taller, ahora por un cojinete. Entraron a Eslovenia descubriendo “(…) un país que enamora por sus paisajes, tranquilidad y la amabilidad de sus gentes, personas orgullosas de su admirable naturaleza, a la que se extreman en proteger”. Llegaron a Hungría, donde fueron entrevistados para la revista Moto Revue Hungría y donde consiguieron arreglar el problema que habían tenido desde los primeros días del viaje, que no resultó ser otro que el retén del cigüeñal, que quedaba demasiado holgado y cuando se calentaba se dilataba de manera que entraba aire.

Tokyo

Entre nubes y agua cruzaron Ucrania eligiendo la ruta del sur para transitar entre pequeños pueblos y algunas ciudades y así pasaron por Béregovo, Poltava o Járkov, no sin tener otro pequeño problema mecánico además de algún altercado con la policía que pudieron resolver con un billete de cinco euros. Y así llegaron a Rusia, donde se asombraron de los altos precios y de las malas carreteras. Aún así, a partir de Samara la situación mejoró considerablemente y con emoción se dispusieron a coronar un puerto para entrar en Siberia. Rodaron por ella viviendo literalmente en la carretera, siempre dormían y comían en lugares de tránsito; atravesaron tramos de tierra dura, con enormes piedras y baches junto con tramos recién asfaltados. Así llegaron a la Siberia profunda, a la más despoblada, con clima duro incluso en verano. Fueron días difíciles pero finalmente llegaron al lago Baikal, donde se tomaron un descanso de un par de días para disfrutar de una casita de madera junto a sus aguas. Partieron hacia la ruta del transiberiano y en la frontera con China tuvieron que acampar manteniendo un fuego encendido para ahuyentar osos y lobos y continuar hacia Vladivostok, desde donde partiría el barco hacia Japón. Aprovecharon para acercarse al cercano pueblo de Najodka, donde asistieron a una concentración de trescientas motos; hasta que llegó el día de coger el ferry dirección a Japón.

Una vez allí, tuvieron problemas para desembarcar las motos, pero tras ello visitaron ciudades como Hiroshima, Okayama, Kobe, Osaka y Kioto y después se detuvieron en Nagoya para reunirse con otro “impalero” llamado Nobuo Nakamura, con el que recordaron la historia de cómo había conseguido una Impala mientras recorrían la ciudad, visitando por ejemplo el templo de Nittaiji o  el castillo de los samuráis.

Abandonaron Nagoya dirigiéndose al Monte Fuji, uno de los grandes iconos del país, el cual les pareció espectacular. Y ya por fin se situaron en Tokio, cruzaron la impresionante ciudad y tras la mala experiencia de un gran túnel consiguieron dirigirse al gran circuito propiedad de Honda donde se celebra el Gran Premio de Japón de Moto GP Twin Ring Motegi.

Era el 22 de agosto cuando el objetivo se había conseguido y eran recibidos por los responsables del Honda Collection Hall.

“Como en todos los viajes en moto, hemos pasado frío y calor, nos hemos caído y mojado, hemos sufrido de estrés y monotonía, pero también gozado del paisaje, la naturaleza y hablado con la gente para orientarnos (…) Hemos sentido al máximo las sensaciones de rodar,  pero con una moto como la Impala todo esto aumenta”

 

Texto y fotos: Gema de los Reyes

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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