Cáceres, ¡para comérsela!
Rutas en moto por EspañaRutas y viajes 2 diciembre, 2015 Quique Arenas 0
Cáceres cuenta con el término municipal más extenso de España, aunque la ciudad apenas llega a los 100.000 habitantes. Situada en el centro de Extremadura a dos horas y media de Madrid y Lisboa, se comunica por la Vía de la Plata con Sevilla (265 km) y Salamanca (202 km). Además de las vías principales de acceso, una red secundaria de carreteras nos permiten configurar el viaje de ida y vuelta teniendo en cuenta lugares de sumo interés; no importa desde qué lugar vengamos.
¿Cuántas veces cerramos los ojos para imaginar que estamos en otra época? En Cáceres es imprescindible hacer precisamente lo contrario: abrir los ojos de par en par. Como dos grandes ventanales a un mundo donde el pasado construye el presente de una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986 (Tercer Conjunto Monumental de Europa). Un mundo donde las civilizaciones antiguas encontraron morada perfecta. Un mundo de batallas y conquistas que aún hoy se alza imponente sobre el promontorio, albergando en sus entrañas infinidad de casas señoriales, palacios, torres, escudos, iglesias y calles empedradas donde el aire medieval se cuela a diario en los disparos de cientos de smartphones. Porque Cáceres ha sabido implementar su cultura, sus costumbres y el ritmo turístico actual con la presencia de un pasado glorioso, que ha llegado a nuestros días en un excepcional estado de conservación. A lo largo de la ciudad hay repartidos una treintena de Bienes de Interés Cultural (BIC). El casco histórico es tan fabuloso que parece un decorado de película. Nada en este majestuoso empedrado vertical desentona. Ni tan siquiera el pavo real que juega al escondite con el turista en el Callejón de la Monja. Ni tan siquiera los conciertos de blues que pintan la ciudad de pasión y amplificada melancolía. Ni tan siquiera las modernas propuestas culinarias… Cáceres lo tiene todo. Y concentrado en frasco pequeño, donde ya se sabe… se guardan siempre las mejores esencias.
Nada más llegar conviene subir hasta el Santuario de Ntra. Sra. de la Montaña, en la cercana Sierra de la Mosca, desde donde se divisa la ciudad. Se construyó en el siglo XVIII en honor de la Virgen de la Montaña, patrona de la ciudad desde 1906 y cuya festividad se celebra el primer domingo de mayo. Podemos llegar con nuestras motos hasta la parte más elevada. La carretera, en muy buen estado, nos devuelve en pocos minutos al núcleo urbano.
El corazón antiguo es una colmena anaranjada que cuando cae la noche se ilumina de una cálida tonalidad adusta que convierte los paseos intramuros en una experiencia cuasi mística. El tiempo se diluye, y se escurre entre los dedos como una pastilla de jabón. Y, aunque pequeñas, las callejuelas y plazas de este laberinto seductor se transforman en un largo paseo por épocas pretéritas. Romanos, musulmanes y judíos dejaron aquí sus huellas y, como nosotros, también cayeron rendidos a los pies de una ciudad hechizante. Conviene pasear en silencio. Y escoger una banda sonora mientras recorremos los entresijos de esta fortificación permanente, noble y sacra. Propuesta: “The Turn of a friendly card” (The Alan Parsons Project, 1980). La música está muy presente en esta ciudad milenaria, así que no es ninguna locura dejarnos acompañar por sonidos que enmarquen nuestro deambular [But a pilgrim must follow in search of a shrine / as he enters inside the cathedral…].
Si muchos son los motivos para dejarse seducir por Cáceres, en 2015 se ha sumado uno especialmente tentador. La ciudad era elegida Capital Española de la Gastronomía y, durante todo el año, se han sucedido las rutas y actividades orientadas a ensalzar las bondades de una cocina extraordinaria. Tradición y productos naturales se unen para crear una oferta irresistible. No olvidemos que Extremadura cuenta con diez Denominaciones de Origen: desde el jamón de la dehesa hasta las cerezas del Jerte, pasando por la torta del Casar o el pimentón de la Vera, sin olvidar los vinos Ribera del Guadiana, el cordero, la miel o los aceites Monterrubio y de Gata-Hurdes. La fusión de recetas extremeñas, sefardíes, pastoriles, monacales y transfronterizas alcanzan aquí su máxima expresión.
Con semejante despensa, no es raro que Cáceres cuente con una oferta sobresaliente de restaurantes, taperías, bares y muestras gastronómicas. Pero es que además de esta oferta habitual, durante el año en curso se ha creado una Oficina Técnica que aglutina, promueve y canaliza un sinfín de actividades y propuestas, ubicada en el número 3 de la Plaza Mayor. En ella trabajan Belén Mena y Elena Moreno, a quienes agradecemos su inestimable colaboración con nuestra revista. Se organizan rutas, experiencias agrogourmet, e incluso catas teatralizadas. Entre las múltiples iniciativas encontramos algunas realmente novedosas. Como el geocaching gastronómico o las cenas clandestinas, en las que los participantes solo conocen el lugar de encuentro con seis horas de antelación.
En este recorrido gastronómico por Cáceres encontraremos algunos de los establecimientos más reconocidos de España, como el “Atrio”, que cuenta con dos estrellas Michelín y se ha convertido en un emblema de modernidad y diseño, o “El Figón de Eustaquio”, exponente de la cocina regional y tradicional desde hace más de medio siglo. Pero la ciudad es mucho más. Y son muchos los establecimientos que cuentan con una carta capaz de seducir a los paladares más diversos. Desde Motoviajeros os recomendamos tres propuestas diferentes; todas ellas valores seguros.
Comenzamos con el “Menú Capital” desarrollado por Madruelo, restaurante situado en la calle Camberos, 2 (aunque se encuentra en el casco histórico y las calles son de un solo sentido, podemos estacionar nuestras motos en alguna de las plazas que hay a escasos metros). Su chef y a la sazón propietario, Francis Domínguez, encierra la sabiduría de quien se sabe un entusiasta de los fogones. Sus manos cuidan del detalle y su personalidad del rumbo de su sala. Sobre los cimientos de la cocina tradicional, este humanista camuflado deposita su sabiduría y su talento en unos platos que conquistan. Madruelo no rehúye del pasado; más bien se apoya en él para apostar por la creatividad. Por eso sorprende que entre la Selección de quesos cacereños del menú haya siete tipos distintos, pero sin rastro de la torta del Casar. Y… a decir verdad, ni está… ¡ni se le echa de menos! Los productos de oveja y cabra –y muy especialmente el de Acehúche- son, sencillamente, una delicia. Y no vienen solos, pues completa el círculo una Ensalada de perdiz en escabeche.
El Solomillo de ibérico con miel y romero o el Bacalao confitado son una oda al buen yantar. Y al arte de presentar con elegancia los alimentos. El tiempo de cocción, la elección de los ingredientes y el equilibrio en las medidas gestan, por sí mismos, un aprobado general. Francis es un profundo conocedor de los productos de la dehesa extremeña. Y también un defensor de la calidad. Un principio que lleva a rajatabla en su restaurante, y de manera muy específica, en la provisión de setas silvestres.
El postre, condensado esta vez en una Tarta Madruelo, es un cuadro que, por fortuna, se come. Una exposición de colores, texturas y volúmenes que ponen el broche al buen gusto que predomina en este menú de 30 euros.
Y para no complicar las cosas, a poco más de 100 metros encontramos nuestra segunda sugerencia. Más “clásica”, si se admite la diferencia. Se trata de La Matilda Taberna, donde nos esperan María y Álvaro de Armas, orgulloso propietario de una Triumph Bonneville de 1977 e inquieto promotor de conciertos. ¿Acaso no es un motivo añadido acudir a una taberna regentada por moteros? Antes de nada, un apunte: es importante andar ojo avizor para no despistarse, pues la taberna está un poco escondida, justo en la parte trasera de la iglesia de Santiago. De hecho, la terraza ocupa parte de la plaza homónima. Imaginaos el marco.
Las tapas, tostas y raciones de La Matilda son tan acertadas y apetecibles que dan ganas de probarlas todas. Para quienes viajéis en grupo, se trata de un sitio fantástico, pues los platos, generosos e infalibles, nos dejarán más que satisfechos, sí o sí. No pueden faltar nunca los huevos rotos (con chistorra o jamón o, en su versión ampliada, los “de la casa”, que incorporan mousse de foie y crema de boletus; 9 y 12 euros, respectivamente). Presentados con orden y concierto, como debe ser, y no arrojados al tuntún (¿por ser una combinación de huevos y patatas hay que descuidarse? ¡Pues no!). Visualmente atractivos, sobre su sabor poco hay que decir… Un “must”.
También será un acierto probar las setas rebozadas con alioli (8 euros). La salsa, suave y personal, se convierte en la mejor aliada para este sabroso plato. En esta ocasión nada de sibaritismos. Un combo resultón y, nuevamente, abundante.
Y no os perdáis la carne. Hay cerdo vindaloo, carrilleras ibéricas, solomillo relleno de torta, hamburguesa de ternera… Pero no acaban ahí las tentaciones de La Matilda. Hay mucho donde elegir, incluyendo sus piruletas de patatera y sus postres (el brownie con helado de vainilla, para chuparse los dedos).
Cambiamos de tercio. Y de lugar. Y de concepto. Nos desplazamos al precioso restaurante El 13 de San Antón, cuya dirección da nombre al establecimiento. Situado frente al Gran Teatro y a corta distancia del parking de Obispo Galarza, desde su reciente apertura en febrero de 2015 se ha convertido en uno de los locales de moda. Detrás de un gran equipo están Adolfo Maestre y Juanma Zamorano, uno de los cocineros más carismáticos de España, un profesional peculiar y multidisciplinar, espontáneo y auténtico (tras haber ganado fama mediática, renunció al éxito fácil del personaje televisivo y se entregó a su “toque blanche” y sus colaboraciones puntuales en prensa). Esta casa de comidas se ha convertido en un santuario para los paladares más exigentes. Un lugar de reunión agradable y ecléctico, donde la cocina es la protagonista indiscutible.
El 13 de San Antón cuenta con diferentes ambientes. Ofrece originales desayunos, “chateos” con vinos de alta calidad, una suculenta variedad de raciones y tapas y una carta en la que destacan los arroces, pescados frescos y carnes ibéricas. Pero centrémonos en su “Menú Capital” (28,80 euros): un compendio de sabores sin fallo, mostrados de manera inmaculada y desarrollados con un celo absoluto. Abre el telón de esta fiesta para los sentidos un Aperitivo de recepción en forma de Tostadita de patatera con miel de Villuercas-Ibores. Le sigue un Carpaccio de solomillo de cerdo ibérico de bellota, con zorongollo y queso de oveja rallado. ¿Suena bien, verdad? Pues sabe mejor. Tras la Sopa de tomates de Miajadas aparece uno de los preparados mejor conseguidos del restaurante, el Arroz meloso de boletus, jamón ibérico y torta del Casar. Verdaderamente exquisito. Con un listón tan alto, hasta la Presa de cerdo ibérico guarnecida con revolcones parece hija de un dios menor. El emplatado continúa siendo un ejercicio de orfebrería. Visualmente impecable. De sabor, un 10. Y queda el broche final: Torrija extremeña con pan de leña, leche y canela. Son pequeñas obras de arte comestibles. Al terminar, uno tiene la sensación de que tanto los gestores de este establecimiento como los propios comensales son conscientes de que estamos ante uno de los indiscutibles referentes de la gastronomía cacereña más innovadora, y como tal actúan en consecuencia. “El 13 de San Antón” lleva impreso en su ADN las claves del éxito.
Por último solo nos queda hablaros del alojamiento escogido por Motoviajeros, un establecimiento low cost, sencillo pero muy práctico: AHC Hotel. Su director, David Cerro, nos atendió con suma amabilidad durante nuestra estancia. Las instalaciones cuentan con una cafetería anexa con servicio de desayuno. Las habitaciones son muy espaciosas, lo cual siempre es de agradecer cuando toca organizar todo el equipaje de la moto.
Texto y fotos: Quique Arenas.-
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