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Nos sumergimos en Extremadura en busca de las huellas de la Hispania romana. Junto a la Ruta Vía de la Plata, recorremos la provincia... Una de romanos

Nos sumergimos en Extremadura en busca de las huellas de la Hispania romana. Junto a la Ruta Vía de la Plata, recorremos la provincia de Cáceres asombrados por la riqueza patrimonial que se generó a raíz de la creación de un eje milenario que vertebra longitudinalmente la Península Ibérica. Termas, miliarios y antiguas calzadas nos aguardan.

Si pudiéramos superponer en un mapa imaginario la actual carretera N-630 (y en ocasiones, la A-66) con la calzada romana utilizada en tiempos de los emperadores Augusto, Trajano y Adriano, tal vez comprobaríamos asombrados que ambas, en muchos de sus tramos, coinciden prácticamente palmo a palmo. Obviamente no ocurre en la totalidad de los casi 1.000 kilómetros que actualmente tiene este itinerario geográfico y cultural, pero hay enclaves donde prácticamente una y otra vía de comunicación se solapan. Extremadura es un claro ejemplo. La huella romana está tan presente, que en ocasiones hay que hacer contorsionismo topográfico para no “pisar” piedras milenarias.

Por la provincia de Cáceres en moto.

Comenzamos nuestra ruta en Aldea del Cano, a 25 kilómetros de Cáceres. Al sur tenemos Mérida a 30 minutos. Es un municipio pequeño, de apenas 600 habitantes, pero bien comunicado y con una privilegiada situación en el corazón de la Comarca Sierra de Montánchez y Tamuja.

Miliarios

Hoy nos informan metálicos paneles señalizadores, pero hace casi 2.000 años los romanos ya tenían sus propios medios para señalar las distancias: los miliarios, unas columnas cilíndricas de granito que aún son perfectamente visibles a lo largo de nuestra ruta. Los mismos que, de haber existido, hubiese visto Máximo, el gladiador interpretado por Russell Crowe en la oscarizada cinta de Ridley Scott. Porque sí, en este memorable peplum se cuenta que el general hispano nació en Trujillo, según la versión americana (Augusta Emerita –actual Mérida-, en la versión española).
En compañía del alcalde, Miguel Salazar, la concejal de Cultura, Paula Solana, y Basilio Gallardo, apasionado de la historia y las tradiciones de este pueblo cacereño, descubrimos uno a uno los enclaves patrimoniales que jalonan el término municipal. Es entonces cuando comprendemos que la N-630 funde su discurrir sobre el trazado original de la Vía de la Plata romana. Tanto es así que podemos llegar con nuestras propias motos hasta escasos metros del puente de Santiago de Bencáliz. Aunque parece ser de época medieval, tanto su ubicación como algunos de sus sillares nos dan muchas pistas sobre su origen. La proximidad de un miliario se une a las sospechas de que aquí –en la otrora Venta del Cano- buscaron hospedaje todos aquellos que caminaban por la Vía de la Plata.

El tuero, Aldea del Cano.

A poco más de tres kilómetros, y tras seguir la N-630 en dirección al núcleo urbano, una nueva pista nos conduce a otro miliario, desde donde divisamos el perfil que la Iglesia Parroquial de San Martín dibuja sobre el horizonte de la localidad. Sorprende encontrar estos vetustos mojones aún en pie, majestuosos, testigos silenciosos de una Historia que aún hoy sigue escribiéndose a lo largo de este eje comunicador del occidente peninsular.

Y si hablamos de Historia, no hay aldeano que no conozca el origen del “tuero”, una tradición arraigada que hunde sus raíces en la dehesa. Pero, ¿qué es el “tuero”? Se trata de una encina grande y seca que puede encontrarse en los alrededores del pueblo, y que los quintos de cada año eligen por su gran tamaño y caprichosas formas para trasladarla el 15 de agosto junto al templo parroquial, y ser quemada en la noche del 24 de diciembre. Un breve paseo por las calles adyacentes nos muestran antiguas ventanas de tipo gótico incrustadas en las fachadas de las viviendas, y también lo que en su día fue un importante edificio medieval: el Palacio de Arriba.

Castillo de Mayoralgo (también llamado de Garabato), Aldea del Cano.

De nuevo sobre nuestras monturas nos incorporamos a la carretera. Y de nuevo, a muy poca distancia, aparece otra de las sorpresas que alberga este pequeño municipio cacereño: el Castillo de Mayoralgo (también llamado de Garabato), cuyos orígenes se remontan al siglo XIII. Aunque es de titularidad privada, podemos informarnos en el Ayuntamiento para concertar una posible visita.
Si el tiempo se nos echa encima y el hambre aprieta, el Restaurante Las Vegas nos permite degustar la cocina tradicional: caldereta de cordero, migas con torrezno… y cómo no, queso curado de oveja e ibéricos.

Casar de Cáceres, cuna de la apreciada Torta del Casar.

Y así, siguiendo la pista de nuevos miliarios, alcanzamos Casar de Cáceres, cuna de uno de los tipos de queso más singulares y apreciados: la Torta del Casar, que cuenta con Denominación de Origen Protegida. Y para comprender cómo se obtiene este manjar, nada mejor que visitar la Quesería Doña Francisca, cuyos quesos cuentan con importantes primeros premios nacionales e internacionales.

Diego Lindo es el gerente de una fábrica que produce anualmente unas 200.000 piezas de Torta del Casar. Las visitas guiadas a la Quesería permiten conocer in situ la importancia de los procesos artesanales y el insustituible trabajo manual que se aplica en la obtención de un producto que, año tras año, acumula distinguidos galardones. El resultado: un queso completamente natural, cremoso, de exquisito sabor, que supera con nota las preceptivas certificaciones de calidad… y, más importante aún, los más exigentes paladares. La Torta del Casar DOP Virgen del Prado ha sido elegido el tercer mejor queso del mundo. Seguro que más de uno hace hueco en las maletas de la moto.

Diego Lindo, de Quesería doña Francisca.

También resulta interesante una visita al Museo del Queso, que paralelamente muestra de un modo etnográfico la vida cotidiana de las familias y oficios tradicionales del pueblo.
Pero sigamos con nuestros enhestados amigos, los miliarios. Es posible que al principio nos parezcan simples columnas de piedra. Pero cuando uno hace el ejercicio de imaginar su origen, su significado, su glorioso pasado… es cuando cae en la cuenta de que España también fue una parte importantísima de Roma. Y en Casar de Cáceres tenemos numerosos vestigios que así lo atestiguan.

A corta distancia del núcleo urbano, a la altura del Pozo Mochuelo, encontramos un fragmento de columna miliaria de más de un metro de altura y piedra de granito, restituido por el Ayuntamiento de la localidad con el objetivo de recuperar una parte de la historia romana de los casareños. Pero hay más, concretamente en el paraje Lomo de Plata, en la zona conocida como “Depósito de Miliarios”; su nombre es lo suficientemente explicativo. Aquellos en los que su texto es legible, se aprecia que corresponden a diferentes emperadores: Trajano, Adriano, Maximino y Constancio.

Pero no todo es pretérito. De hecho, uno de los edificios más vanguardistas arquitectónicamente –pero a la vez respetuoso e integrado en la fisionomía del municipio- es el nuevo Albergue Turístico Ruta de la Plata. También la vida casereña se articula en torno al paseo y vía verde creados por el Ayuntamiento junto a la laguna formada en la parte occidental del municipio, alimentada por el arroyo del Prado.

La "charca" al atardecer, Casar de Cáceres.

Esta charca encierra entre sus aguas un pez muy apreciado por su sabor, la tenca. Una de las especialidades, dicho sea de paso, de Casa Claudio, restaurante que conviene no pasar de largo.
Aún no lo hemos mencionado, pero tanto Aldea del Cano como Casar de Cáceres están rodeados por áreas ZEPA (zonas de especial protección para las aves), lo que demuestra que también estamos en una ruta perfecta para los amantes de la naturaleza. Si a ello le unimos la proximidad de montes donde prospera el ciervo, una visita aprovechando las primeras lluvias de septiembre/octubre nos permitirá disfrutar del espectáculo de la berrea. Monfragüe, por cierto, está a tiro de piedra.

Abandonamos provisionalmente nuestra nacional de referencia y viramos a la izquierda en la EX-302, a través de Garrovillas de Alconétar. En el horizonte aguarda una de las obras de ingeniería más relevantes de la Hispania romana: el puente de Alcántara, que salva el cauce del río Tajo apoyándose sobre cinco pilares de diferentes alturas. Con una longitud de 214 metros, en la actualidad se sigue circulando por él. Pasar con nuestras motos sobre este prodigio de la ingeniería, construido en el siglo II d.C. por Cayo Julio Lacer, es una de esas experiencias que se quedan guardadas en la retina.

Pero antes de adentrarnos en los adoquines centenarios del puente, merece la pena hacer una parada en el Bar Sevilla, un pequeño pero genuino establecimiento ubicado en la plaza de Portugal, regentado por José Ignacio Verdejo, músico y motero. También el casco histórico de Alcántara requiere una visita. El puente devora todo el interés del viajero, que mal haría en obviar monumentos tan impresionantes como el convento de San Benito.

Sierra de Gata.

Continuamos por la EX-117 y la EX-109 en busca de la Sierra de Gata, uno de esos lugares donde aún es posible perderse casi en soledad. Carreteras bien conservadas, buen asfalto… y naturaleza por los cuatro costados. Y de Gata a las Hurdes, maravilla rural. A través de Pinofranqueado y Caminomorisco alcanzamos las estribaciones meridionales del Parque Natural de Las Batuecas-Peña de Francia. Tenemos cerca el Meandro del Melero, aunque para subir hasta el mirador debemos afrontar una pista sin asfaltar. Las fotos no harán justicia. Pero si podéis –a ser posible, mejor con motos trail-, no dejéis de subir a este maravilloso enclave.

La curvilínea SA-225 nos lleva en trance a Sotoserrano. El vals de curvas continúa durante algún kilómetro más, hasta que nos aproximamos a Béjar. Con cara sonriente. Atrás hemos dejado unas cuantas horas de fantástica conducción. Carreteras que se retuercen con un asfalto impecable, sin apenas tráfico… tierra de retiro, ríos que fluyen a nuestro lado, densos bosques, inmensos cielos de nubes y buitres, España profunda y cuasi virginal, de jara y tejón.

Termas romanas en Baños de Montemayor.

Nuestro track por la provincia de Cáceres tiene forma circular, por lo que descendemos a través de la A-66 (o N-630a). Baños de Montemayor es otro de los grandes iconos representativos de la Extremadura romana, una pequeña localidad que cuenta con termas y un tramo de calzada original.

La Vía de la Plata atraviesa la población; buena muestra de ello es el tramo en pendiente que hallamos en la entrada Sur del municipio, y también en una cerradísima curva de herradura que dibuja la N-630, al Norte. La reproducción de un hito de piedra en recuerdo de los miliarios nos da la bienvenida.

No obstante, las aguas termales son, sin duda, el elemento que más ha contribuido a la fama de Baños de Montemayor. En el Balneario brotan a 43ºC aguas sulfuradas, sódicas y oligometálicas de dos manantiales próximos entre sí, denominados columna y arqueta.

Baños de Montemayor es tan “romana” que cada temporada celebra una fiesta llamada Termarium, en la que los vecinos participan disfrazándose, decorando calles y casas, organizando actividades, talleres… Un trabajo que, junto con la actuación de dos grupos recreacionistas (Ara Concordiae y LuporumCeltiberice), consigue devolver a Baños de Montemayor a la época de la antigua Aquae Caprense, cuando, al amparo de la Vía de la Plata se construyó el balneario que sigue dando celeridad al municipio.

Cenamos en “El Solitario” y nos alojamos en la Casa Rural Los Postigos, uno de esos alojamientos con encanto a los que siempre se quiere volver.

Perspectiva de Hervás.

Rincón de Sefarad
Tierra de fronteras entre los antiguos territorios de Ávila y Plasencia, los orígenes de Hervás se remontan a finales del siglo XII, y puede decirse que es fruto de la propia Vía de la Plata, pues los diferentes pueblos que llegaron a la Península atravesaron el lugar sobre el que se asienta la población.

Declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1969, su Barrio Judío es un laberinto de angostas callejuelas con casas de adobe y tejas en vertical. Hasta tal extremo llega el encorsetamiento del viario urbano, que muchos afirman encontrar aquí la calle más estrecha de España: la travesía del Morón, un pasadizo que apenas supera los 50 cm de anchura en su parte más reducida. El paseo por las calles Sinagoga y Rabilero, junto con una visita a la iglesia de Santa María de Aguas Vivas –construida sobre un castillo que perteneció al Temple- desde donde obtendremos una panorámica en 360 grados… son parte consustancial a toda visita que se precie.

Pero también hay vida más allá de los tópicos. Por eso, además de sumergirnos en el entramado sefardí de Hervás, resulta de imperdible visita el Museo Pérez Comendador-Leroux, ubicado a 100 metros de la Oficina de Turismo. En las salas del museo –una preciosa casona de finales del XVIII- se exponen obras donde la búsqueda de la belleza y los equilibrios confieren un espacio arrebatador para los sentidos.

Museo de la Moto, Hervás.

Para la moto, hay dos atractivos ineludibles en Hervás. El primero tiene que ver con la forma en que podemos acceder al municipio a través del puerto de Honduras, uno de los pasos montañosos más espectaculares de toda España. Afirmación que puede parecer arriesgada, pero que se despeja cuando uno ha tenido la oportunidad de acometer las rampas de sus 1.440 metros. Un puerto cambiante, severo en invierno, hermoso en primavera, accesible en verano, pictórico en otoño, la estación más bella para descenderlo viniendo desde el Jerte.

El otro atractivo de incalculable valor para los nostálgicos y apasionados de la historia del motociclismo es el Museo de la Moto y el Coche Clásico, creado por Juan Gil Moreno, un enamorado de la restauración y de las marcas y modelos que han marcado época. Allí nos recibe su hija Adela, quien nos da acceso a los diferentes pabellones donde se exhibe la ingente colección de motos que a lo largo de los años ha recuperado a la vida un hombre empeñado en crear un auténtico mosaico motorizado con más de 300 piezas.

Rumbo a Cáparra, ciudad romana.

Retomamos nuestro descenso hacia el sur, pero aprovechamos la proximidad del yacimiento de Cáparra para hacer una breve incursión a esta antigua ciudad romana. Victorioso, aún en pie a pesar de los siglos, se levanta su imponente arco cuadrifronte, una estructura única en la Península Ibérica.

Rodeados de encinas ponemos la mirada en Plasencia. La N-630 descorrió el telón de nuestra ruta por la Ruta Vía de la Plata en la provincia de Cáceres; y la misma carretera nos entrega la etapa final de un viaje en el tiempo por los caminos de la Hispania romana.

Parador de Plasencia.

Antes de nada, vamos a admirar a la ciudad desde las alturas. El Mirador Santuario Virgen del Puerto, con vistas a toda la ciudad y al valle del Jerte, en plena Dehesa de Valcorchero, se encuentra a unos 5 kilómetros de la ciudad. Se trata de un paraje de gran belleza, desde el que se contemplan magníficas panorámicas de Plasencia y alrededores. En esta ermita se venera a la patrona de Plasencia, la Virgen del Puerto. Construido a mediados del siglo XVII, la ermita actual se realizó entre los siglos XVII y XVIII.

Aunque la ciudad como tal fue fundada por Alfonso VIII en el siglo XII, se sabe que había sido un estratégico campamento militar para las legiones romanas. Accedemos al recinto amurallado con nuestra moto. Y nos bajamos de ella para admirar las catedrales, la Nueva y la Vieja –o de Santa María-. Aunque incompletas y con una estructura externa un tanto extraña –tal vez ahí reside parte de su encanto-, el conjunto arquitectónico desprende una atmósfera misteriosa, aumentada por el empedrado de las calles y plazas que lo rodean, los cielos grises de los meses fríos y el íntimo recogimiento que se respira en el interior de los templos.

Plaza Mayor con el Abuelo Mayorga, en Plasencia.

Y de las catedrales a la Plaza Mayor, donde el Abuelo Mayorga, el personaje que desde hace 500 años preside la torre del reloj del Ayuntamiento. Este muñeco autómata –el sexto- ha sido restaurado y repintado en 2018 para devolver a la escultura sus colores originales. La plaza es un buen ejemplo del plácido palpitar de una ciudad dinámica de día, reposada de noche.

La gastronomía es uno de los grandes tesoros de una comunidad autónoma que se destapa como una de las más gratas sorpresas para los motoviajeros. Y en Plasencia existe un lugar que destaca por sus cotas de excelencia: el restaurante del Hotel Palacio Carvajal Girón. Ubicado en un antiguo palacio renacentista de finales del siglo XVI y declarado Bien de Interés Cultural, en su interior descubrimos los más exquisitos sabores de una tierra que entrega a la mesa patrones gastronómicos de primer orden. Nuestro menú degustación, sublime: salmorejo extremeño, huevo con tierra de setas, flor de alcachofa confitada con crema de calabaza y foie, sorbete del palacio, solomillo de ibérico con salsa de Torta del Casar, mus de cereza con tierra de galleta, petit four… todo ello prologado con un delicioso aperitivo del chef.

Ruta Vía de la Plata en moto.

Extremadura es una región llena de contrastes, riquísima para el disfrute del mototurismo. Solo necesita que la conozcamos. Y que sepamos vivir dentro de sus carreteras, pueblos y paisajes el pálpito que desprende en su más pura esencia. Seamos parte de la Historia. Y poniéndonos solemnes, por qué no, recordemos a Máximo Décimo Meridio: “Lo que hacemos en la vida, tiene su eco en la eternidad”. Qué fantástico es rodar por una provincia plagada de Historia. Hagamos la Ruta Vía de la Plata en moto. Y que suene Juanes, Para ser eternos. O los quejíos de Rosalía, para ser De plata, que estalla reverberado como una ascensión a los cielos, banda sonora de la ruta, armonioso compás de amalgama.

Texto y fotos: Quique Arenas.-

Agradecimientos:Luisa Ferrero, Marta Muñoz, Miguel Salazar, Basilio Gallardo, Paula Solana, Rafael Pacheco, María Jesús Ordiales, Jorge Amado, Rosa Holgado, Diego Lindo,
José Ignacio Verdejo, José Antonio Sánchez, Carmen Gil, Emi Pérez, Miriam Campuzano, Adela Gil, Nieves Blanco, Mª Jesús Rodríguez

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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