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Un mundo sin asfalto Un mundo sin asfalto
Uno de los entretenimientos que más me relaja, al tiempo que me ilusiona, es mirar en Google Maps las rutas por las que anduve... Un mundo sin asfalto

Uno de los entretenimientos que más me relaja, al tiempo que me ilusiona, es mirar en Google Maps las rutas por las que anduve y también por las que me gustaría rodar. Es una herramienta prodigiosa, que entre otras muchas cosas permite ver si una ruta es de asfalto o es de tierra. Estos días, hablando con mis amigos de Nepal, planificando un nuevo viaje al valle del Mustang, me comunicaron que toda la ruta ya está allanada, reforzada y cubierta de grava, el paso previo al asfaltado. Es cierto que puede permanecer así muchos años, sobre todo por la consideración de Parque Natural por la que transcurre, pero lo normal es que, tarde o temprano, casi todo el tramo hasta el lugar sagrado de Shree Muktinath se pavimente en los próximos años. El valle por el que corre el río Kali Gandaki, entre el Dhaulaguiri y los Annapurnas, es uno de los desaguaderos más legendarios en el corazón del Himalaya, hendiendo un profundo corte entre picos de más de 8.000 metros de altitud, dividiéndose en dos tramos, denominados Mustang inferior y Mustang superior. Lo habitual es recorrer el bajo Mustang, si bien los más puristas no lo consideran así, siendo el superior al único que dan tan mítico nombre. Hay dos tipos de permisos obligatorios, el que te da acceso hasta Muktinath y sus baños sagrados y el que sigue ascendiendo para dar acceso hasta Lo Manthang, capital del antiguo reino de Mustang y que resulta mucho más caro y exclusivo.

La inaccesibilidad de este legendario valle en el corazón del Himalaya ya no es tal y se puede recorrer con cualquier vehículo ¡Me alegro! Sí, me alegro por los habitantes de tan escondido territorio, que de esta forma podrán comunicarse en mucho menos tiempo con la gran población de Baglung, hasta donde llegaba el asfalto en 2018.

¡Cómo ha cambiado todo! Fue en 1958 cuando llegó el primer vehículo de motor a Pokhara. Fue un Jeep, pero no os creáis que llegó rodando, fue transportado en helicóptero debido a la imposibilidad de hacerlo vía terrestre, pues no había caminos, solo sendas para ir andando o en yak. Pasaría toda una década, hasta que en 1968 Pokhara quedara comunicada por un tortuoso camino de tierra para vehículos a motor; en la década siguiente se asfaltaría en su totalidad.

En otro continente, en 1994, tanto la carretera austral, en Chile, como la 40 argentina no tenían más que algunos pueblos pavimentados; todas las rutas eran de puro ripio (grava redondeada), como se llama por estos lares a este tipo de superficies. Hoy apenas quedan 72 km sin asfaltar entre Tres Lagos y Gobernador Gregores, pues el famoso ripio de la Patagonia, que tantas leyendas ha generado entre los moto-aventureros, es cosa del pasado en la ruta 40 general (aún puedes encontrar muchos tramos de ripio de la ruta original que viaja paralela al nuevo trazado). Actualmente una completa carretera asfaltada comunica Río Gallegos con La Quiaca a lo largo de 5.194 km. Esta ruta ha sido siempre muy referida en las epopeyas viajeras de América, pero lo mismo ha sucedido en todo el planeta.

En 1996, en China, viajando hacia el norte el asfalto se acababa a menos de 100 kilómetros de la capital (Pekín) en dirección a Mongolia… hoy es una autopista de cuatro carriles. El país de Genghis Khan, que solo tenía un tramo pavimentado, la ruta entre la capital Ulán Bator y la frontera con Rusia, hoy tiene carreteras de negro asfalto que atraviesan toda la nación. Las empresas chinas de construcción se están encargando de asfaltar toda África; y hasta Lhasa, capital del Tíbet, que fue la última gran ciudad que más resistió sin comunicaciones por asfalto, ya tiene cuatro vías sin nada de tierra que la comunican con el norte, sur, este y el oeste.

Cuando llegué por primera vez a la capital del Tibet, en el año 2010, sólo había una carretera asfaltada y no en su totalidad, que la comunicaba por el norte con Golmud en la provincia de Qinghai. Saliendo en cualquier otra dirección desde la ciudad del Potala, todo era tierra. Viajar hasta Khasgar capital Uigur, en el extremo occidental de China, era una ruta de 2.800 km de arena, grava, o simplemente campo a través, la cual, recorrí dos veces y media; es decir, dos completas y una que no pudimos finalizar pues las descomunales obras del trazado de la completa nueva carretera lo hacían imposible. Tuve que abortar el viaje con un equipo húngaro y rumano a 30 km de Saga casi a mitad de camino y regresar a Lhasa. Me ha pasado en más ocasiones. Cuando se ponen a trabajar en el trazado de las nuevas carreteras en los países en vías de desarrollo, no se corta el tráfico, pero se vuelve peligroso por la maquinaria y muy dificultoso por los grandes movimientos de tierra, pues nunca trazan una vía alternativa para que se pueda circular.

¡Que pasen por donde puedan! Esto es mucho más difícil que cuando se circula campo a través por senderos y caminos naturales que los nativos fueron dibujando con sus pies y animales de carga a lo largo de los siglos.

Desde nuestras cómodas casas y sobre todo en acogedores bares donde presumir de las hazañas propias, hay quien se lamenta de que asfalten las pistas de Marruecos, Perú o Tíbet, por sólo citar unas pocas. Claro, que se enfadan porque no viven allí. Si tuvieran que sufrir cada día las penurias provocadas por caminos difícilmente transitables seguro que no opinarían lo mismo. Por el único motivo de conseguir un reto personal y la añoranza de tiempos pasados, considerar que todos esos caminos que enlazan poblaciones por el mundo deberían mantenerse sin asfaltar para mantener su autenticidad, me parece de un gran egoísmo.
Sí, diréis, pero tú los hiciste. Pues sí, pero eso sólo es una cuestión de edad y de haberme lanzado hace muchos años a recorrer el mundo en moto. No es posible, pero ¿me cambias 10 años de vida por una pista de 3.000 km por África? No creo que se te ocurra porque… como imaginareis, saldríais perdiendo.

Mi viejo amigo Ted Simon (autor de Los viajes de Jupiter) me dijo una vez “nosotros tuvimos la fortuna de conocer un mundo sin asfalto”. No se quejaba de que ahora todas las capitales del mundo estén conectadas por negro asfalto, se refería a que una vez que esto sucede, las poblaciones se desarrollan muy rápidamente, igualándose, globalizándose, perdiendo parte de sus esencias y tradiciones a cambio de ganar salud, educación y una vida mucho más larga y cómoda.
Me gusta que los pueblos tengan unos accesos dignos y bien pavimentados. Las gentes que allí viven no tienen por que sufrir la falta de desarrollo para que los presuntos aventureros lleguen hasta sus casas presumiendo de ser héroes. ¡Para una vez en la vida que irán por esos lares quieren que los que allí viven mantengan sus vías como hace siglos! No es justo. Sólo los mayores y muy conservadores de sus tradiciones quieren mantener sus pueblos incomunicados. Si pones a votación entre los pueblos de las más remotas aldeas del mundo si quieren o no que se asfalten sus vías de acceso, la mayoría será abrumadora sin distinción de etnias, culturas o religiones.

Pero no os preocupéis, siempre habrá miles de lugares, pequeñas aldeas y núcleos aislados de población que seguramente nunca recibirán el sólido pavimento. El mundo es grande, muy grande y hay millones de kilómetros de vías pecuarias, senderos y caminos para hacer de tu viaje una verdadera aventura en los que llenarte de polvo y barro. Y siempre podrás hacer los viajes campo a través, sin pistas marcadas o siguiendo rumbos o tracks de GPS, aunque esto, en según que sitios, pueden ser palabras mayores.

Un mundo sin asfalto ya no es posible, pero tranquilos, que por muchas vidas que vivas o muchos chinos que trabajen pavimentando el planeta, siempre quedarán enormes espacios para la aventura en moto “por lo marrón”.

 

Gustavo Cuervo / gustavo@gustavocuervo.es

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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