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Todo es de color: en moto por Sevilla y la Sierra Norte Todo es de color: en moto por Sevilla y la Sierra Norte
Todo es de color. Qué bonita es la primavera en Sevilla. La ciudad respira arte y luz, y el rumor del agua inunda cada... Todo es de color: en moto por Sevilla y la Sierra Norte

Mirador del lobo, Sierra Padrona y Puerto Quejigo, Sierra Norte de Sevilla.

Todo es de color. Qué bonita es la primavera en Sevilla. La ciudad respira arte y luz, y el rumor del agua inunda cada rincón, desde la Casa de Pilatos, ajedrezada toda de flores e historia, hasta los bucólicos dominios montunos de la Sierra Norte, estallada de jara, cantueso y amapolas.

Sevilla, donde la Ruta Vía de la Plata inicia su recorrido hacia el norte, es toda ella un espléndido amanecer, una poesía mecida por el viento suave de mayo, una canción flamenca que siempre suena a Jesús de la Rosa. Engavia el Guadalquivir a la Torre del Oro y el flamenco, célula de su ser, resuena en el barrio de Triana. Huele a madera de palo santo y ciprés.

Todo es de color. Como un idilio sobre lienzo firmado por Máximo Moreno. Sevilla nos enseña lo bello de la vida. Se respira. Se palpa. Ese halo invisible, mágico y universal está por todas partes, por todos los rincones. Esa Luz que está en la Tierra. Y esa Tierra que está en la Luz, en cuadros y melodías. Todo es de color, como la sonrisa sin mácula de don Antonio Cruz, jefe de Sala del inolvidable Restaurante Becerrita, como los vasos y botellas que con pasión y maestría perfuma de aceites nobles Andrés García, de La Oleoteca. Como los jardines inundados de ornamentos engarzados en la fastuosa Casa de Pilatos, donde las fuentes bañan los patios de los dioses.

El patio principal de la Casa de Pilatos reúne elementos góticos, mudéjares, renacentistas y románticos.

Carmona, inicio de la ruta
La proximidad de Carmona nos invita al descanso asomados a los Alcores y la Vega del río Corbonés. Es aquí donde comenzamos la ruta. Visitando su imponente conjunto histórico-artístico y centrándonos en dos focos principales: uno, por su trascendencia, la Necrópolis romana; otro, por su inminente apertura al público, el Alcázar Rey Don Pedro.

Restos de la necrópolis romana en Carmona.

Con la llegada del poder romano a Carmona hacia el siglo III a.C., la antigua ciudad cartaginesa sufrió una notable transformación urbanística. Fue 200 años más tarde, durante el reinado del emperador Augusto, cuando se produjeron los cambios más destacados en su fisionomía. El recinto quedaba cerrado por murallas. En extramuros se levantó el cementerio, junto a la Vía Augusta. El conjunto fue descubierto y excavado a finales del siglo XIX por Jorge Bonsor y Juan Fernández López. Está compuesto por numerosas tumbas, la mayor parte datadas entre el siglo I a.C y el II d.C.

Esta ciudad subterránea desvela los ritos funerarios romanos, que encuentran su expresión más destacada en la Tumba del Elefante, la Tumba de Servilia y el Mausoleo Circular. Al otro lado de la avenida homónima del arqueólogo inglés, aún semienterrado, se levanta el anfiteatro. Acudiendo a la vista “satélite” de Google Maps podemos cuantificar la magnitud del asentamiento. Pero aún queda mucho por descubrir.

Vista de Carmona desde el Alcázar Rey Don Pedro

Carmona sigue guardando muchos secretos. Aunque algunos, poco a poco, van quedando al descubierto. Como el Alcázar del Rey Don Pedro. Motoviajeros tuvo el privilegio de asistir a la primera visita realizada a este soberbio recinto amurallado, el pasado 26 de abril de 2018. Una visita de “inspección” junto a diversos concejales del Ayuntamiento, como Ramón Gavira y Angélica Alonso, la directora del Parador –cuyas instalaciones ocupan gran parte del Alcázar-, Olivia Reina, arqueólogos municipales y alumnos de Turismo, futuros guías, que fueron los encargados de glosar los episodios históricos y las particularidades ocultas del llamado “Alcázar de Arriba”. El punto culminante de la visita es la Torre Mayor del edificio, que ofrece unas vistas únicas de la ciudad y su entorno. Carmona pertenece a la Ruta Vía de la Plata y a Caminos de Pasión, un itinerario cultural por Andalucía que podréis descubrir también en Motoviajeros.

La primavera en la Sierra Norte es espectacular y pinta de colorido dehesas y montes.

Sierra Norte, santuario motero

Nos subimos a la moto. Por delante tenemos una jornada de conducción maravillosa. La Sierra Norte de Sevilla –que pretende ser renombrada como Sierra Morena de Sevilla, su anterior denominación histórica- es una danza sin fin de curvas, un “tapiz de colores pardos”. De nuevo a vueltas con los romanos, pues del siglo I, en tiempo del emperador Tiberio, datan las explotaciones mineras localizadas en esta cadena de montes. La naturaleza se abre paso entre pueblos que conforman una comarca con unas características propias muy definidas: Cazalla, Alanís, Constantina, San Nicolás del Puerto, Las Navas de la Concepción, El Real de la Jara… Un recorrido fascinante, un santuario para la moto. Y en primavera un deleite para los sentidos, con las zonas adehesadas cubiertas de flores y los bosques de encina y alcornoques pletóricos de vida. Y unas temperaturas perfectas para la práctica del mototurismo. Hay algunos enclaves tan sorprendentes que cuesta creer que estemos en Sevilla, como las cascadas del Huéznar, en el arranque de la SE-7101.

Todo es de color en la Sierra Norte de Sevilla.

Las carreteras, curvilíneas y la gran mayoría con buen asfalto, se adentran en el Parque Natural y desembocan en el Embalse del Pintado y el icónico mirador del Lobo, con sus vistas a la Sierra Padrona y Puerto Quejigo. Hay algunos tramos que parecen diseñados ex professo para disfrutar pilotando. Alternando la pausa con el vigor. Así, hasta que sin darte cuenta penetras en Extremadura. Y llegas a Montemolín, donde podemos establecer parada y fonda, al igual que lo hicieran en el pasado caminantes y pastores trashumantes que se dirigían hacia el sur desde las tierras castellanas.

El nuevo Albergue Municipal es una opción sencillamente perfecta. Moderno, confortable, funcional y… muy económico. El pueblo es pequeño, así que aprovechamos para visitar la fortaleza almohade que corona la colina sobre la que se asentó el municipio. El castillo cuenta con una posición estratégica, y es posible acceder –preferiblemente con moto de trail- hasta su entrada a través de una pequeña senda. Poco queda del castillo alzado en torno al siglo XIII, no obstante el sólido muro perimetral nos da una idea de la relevancia que tuvo la construcción.

Un pequeño camino nos permite subir con nuestra moto hasta el castillo de Montemolín.

Pero no todo ha de ser historia. También hay tiempo para visitar una Quesería. Nos dirigimos a una de las naves levantadas en el Semillero de PYMES para conocer de primera mano cómo se producen y elaboran quesos de cabra de primera calidad. Allí nos espera Sergio Lancharro, embutido aún en su traje de faena. Este productor ha sabido convertir su negocio en un proyecto de futuro, complementando los procesos artesanales con el empleo de la tecnología para crear un producto que levanta pasiones en todo aquel que lo descubre. La clave –una de ellas-, la raza caprina florida, autóctona 100%. Pero también el trabajo sin descanso. Y la pasión por el emprendimiento. Y el cariño, que ese nunca debe faltar. El resto… el resto es disfrutar probando una tapa de estos fabulosos quesos. Apuntad el nombre: Montegracia. Y no os vayáis de Montemolín sin echar al topcase una pieza recomendada por la casa, perfectamente envasada al vacío. Caerá en ruta. Fijo. Si queréis comer de mesa y mantel, no hay que marcharse sin probar las carrilleras del Bar El Reclamo.

Rumbo a Sevilla a través de la N-630. De camino a la capital hispalense hay municipios que podemos visitar, como Aznalcóllar y Gerena, aunque el plato fuerte está a orillas del Guadalquivir. Son miles los motivos por los que caer rendidos al encanto de una ciudad “larga tendida, llana, abierta, malva toda y oro, como una mujer rubia, que sueña despierta en su alma, que es su cuerpo”, en palabras del inmortal Juan Ramón Jiménez.

Sevilla también conquista por sus olores. Lo dijimos. Olores nuevos, de raigambre antigua, romana seguramente, como tantas otras cosas en nuestra España. Olor de aceite, antesala gustativa.

La Oleoteca de Sevilla: Paz Jiménez y Andrés García, o el culto al Aceite de Oliva Virgen Extra.

Sevilla tiene dos catedrales. Una, de nombre Giralda. Otra, llamada La Oleoteca, donde se rinde culto al Aceite de Oliva Virgen Extra. Este templo del AOVE no es una tienda al uso. Tal denominación no solo se queda corta, sino que no hace justicia. La Oleoteca, regentada por Paz Jiménez y Andrés García, ofrece una experiencia sensorial inigualable sobre la base de uno de los productos más identificativos de nuestro acervo cultural y gastronómico. Sus catas grupales en tienda, a domicilio o en reserva privada nos ayudan a entender y disfrutar aún más las bondades infinitas del oro verde. La entrega, el conocimiento profundo y la hipnótica puesta en valor de cada aceite por parte de Andrés son la mejor señal de que aquí, en esta santa casa, se trabaja con conceptos distintos. La relación vendedor-cliente se disipa con los primeros aromas. Para los neófitos, es una fiesta la vaporosa aparición de manzanas, el olor a los racimos de tomate recién cortados, pero también plátanos e incluso fresas, el calor de nuestras manos atemperando los jugos; ahora picual, ahora arbequina, ahora hojiblanca… En el barrio del Arenal, junto a la Maestranza, como no podía ser de otro modo, vestida de oliva y oro, se luce este establecimiento con un catálogo en el que podemos encontrar los mejores AOVE del mundo… la gran mayoría, por supuesto, con traje rojo y gualda.

Becerrita, un restaurante de culto en Sevilla.

Becerrita, un restaurante de culto
Con una visita así es imposible mantener adormecido al apetito. Cierto es que hay centenares de opciones, para todos los gustos, para todos los bolsillos. Y cierto es que cada cual encontrará, sin ninguna duda, el plan perfecto para el momento del tapeo y del yantar. Nosotros, en ese sentido, tenemos un grave problema: hemos conocido los gustos y maneras que se dispensan en el Restaurante Becerrita, y nos resulta imposible no recomendarlo. Es uno de esos sitios con solera, relumbre de Andalucía. Nacida como Taberna Picacho en 1968 entre las puertas Carmona y Osario, en la calle Recaredo, este negocio familiar fue creando impronta y prestigio hasta convertirse en un referente por su servicio y calidad culinaria. Y para muestra, un botón, nuestro menú degustación recomendado: Mini Carpaccio de Buey Wagyu con Canónigos y Pistachos, Alcaucil Relleno de Queso Azul, Croquetas de Cola de Toro, Torrija de Miel con Morcilla de Arroz, Presa Ibérica de Bellota con Mostaza crujiente. Y para cerrar, vuelta al ruedo triunfal, en volandas, con un helado de nata con virutas de chocolate al Pedro Ximénez. Y el que quiera, que ponga un pero, que no lo va a encontrar.

Tradición y modernidad, sobre el plato y en torno a él, pues sus comedores son fiel reflejo de la historia de la ciudad: creatividad en la decoración, atmósfera intimista y singularidad arquitectónica regional ensamblan un inmueble diseñado por José Espiau y Muñoz.

La Casa de Pilatos es el prototipo perfecto de palacio andaluz, y sus diversas estancias, galerías y jardines.

Cerramos nuestra visita haciendo un guiño a los aires clásicos que tanto envuelven la esencia misma de la Ruta Vía de la Plata. Entramos a la imponente Casa de Pilatos, una oda renacentista al patrimonio mudéjar en el que destacan los bustos de ínclitos personajes romanos, pero también los zócalos de azulejos y sus techumbres mocárabes. El palacio es de tan obligada visita como lo pueda ser el Archivo de Indias. Impresiona desde el mismo momento de entrar. Es el prototipo perfecto de palacio andaluz, y sus diversas estancias, galerías y jardines crean una composición espacial tan ampulosa, una mezcla tan rica y sorprendente, que uno puede quedarse absorto admirando durante horas la romántica armonía de formas y cromatismos que todo lo abraza, desde la estatua de la diosa griega Palas Atenea, hasta los escenarios que han servido para la grabación de cuatro películas de Hollywood.

Zócalos de azulejos y sus techumbres mocárabes.

Y es que una vez más nuestro recorrido termina siendo de película. Hay tanto por ver, tanto por disfrutar, que si todavía te quedan ganas de permanecer arrellanado en el sofá, tal vez deberías ir pensando en vender la moto. O tal vez pueda ser que no tengas moto, y hayas pegado un brinco para buscar marca y modelo con la que descubrir que viajar sobre dos ruedas es… ¡different! Como España. Como Malabriega. ¡Volumen, gas… y vámonos pa’l sur!

Texto y fotos: Quique Arenas.-

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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