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Ruta por Serra da Estrela, Portugal Ruta por Serra da Estrela, Portugal
Conducir por las carreteras aéreas de este leviatán de roca es una experiencia que no se olvida fácilmente. El carácter único del altiplano se... Ruta por Serra da Estrela, Portugal

Serra da Estrela, Portugal

Conducir por las carreteras aéreas de este leviatán de roca es una experiencia que no se olvida fácilmente. El carácter único del altiplano se respira en cada pueblo, en cada bosque, en cada recodo del camino. Estamos ante la mayor área protegida portuguesa, un parque natural que se extiende a lo largo de 100.000 hectáreas y seis municipios diferentes, y que encierra en sus entrañas tantísimos atractivos que resulta inabarcable: desde el valle glaciar del Zêzere hasta los museos de los antiguos oficios que han sido seña de identidad de esta aislada zona peninsular. ¿Lo bueno? Que siempre hay un plan a medida del visitante. Tanto para quien decide acometer una incursión en profundidad como para el turista de paso, Serra da Estrela siempre ofrece argumentos suficientes para regresar una y mil veces.

Las grandes montañas, que desde siempre fueron lugares inhóspitos donde el prosperar de la vida se hacía complicado, se han transformado en las últimas décadas en reclamos turísticos de primer orden. La belleza de las altas cumbres y los idílicos parajes donde el agua y la vegetación son los dueños de la tierra han transformado a esta naturaleza en un imán para miles de personas. Los inviernos continúan siendo duros, sin duda. Pero las grandes inversiones públicas y privadas, y la mejora en infraestructuras y servicios han posibilitado que la estancia en estos lugares únicos sea inequívocamente placentera. El mejor ejemplo es Casa das Penhas Douradas Design Hotel & SPA, un hotel de cuatro estrellas que bien merece –y lo tendrá- un capítulo aparte.

A decir verdad, el macizo no se caracteriza por su altitud, pues apenas alcanza los 2.000 metros (se trata, eso sí, del punto más alto del Portugal continental). Pero lo cierto es que esta elevación, humilde en cota, se comporta como un sistema montañoso soberbio y fragoso al que nunca hay que subestimar. Las bajas temperaturas y los temporales de nieve y ventisca pueden sorprendernos –y acongojarnos- en la carretera que nos conduce hasta la Torre. No olvidemos que aquí se encuentra la única estación de esquí del país. Antes de salir de ruta, pues, conviene estar atentos a la previsión meteorológica.

 

Serra da Estrela, Portugal

Con días despejados, los amaneceres y puestas de sol desde las extensas cornisas naturales de Serra da Estrela son inigualables. Las vastas tierras que se esparcen ante nosotros se pierden en el horizonte, casi hasta el infinito. Mirando a levante, con Covilhã ante nuestros pies; a poniente, con Seia, Gouveia y centenares de pequeños pueblos conformando una alfombra de tejados que, poco a poco, van menguando hasta convertirse en diminutos panales de luz a medida que cae la noche.

Desde España podemos adentrarnos en esta región central a través de Ciudad Rodrigo y la A-62 (que se transforma en A-25 al pisar territorio lusitano, llevándonos hasta el municipio de Guarda). Otra opción, también muy recomendable, es penetrar desde Coria, un municipio conectado con Madrid por la Autovía de Extremadura. Desde la capital, en poco más de tres horas estamos en el país de los fados. Desde el sur, la cosa se complica por las encrucijadas de la red viaria, y lo mejor es tratar de enlazar con Castelo Branco y subir directos por la E802.

Stairway to heaven
Covilhã y la industria textil han ido de la mano desde los primeros años de la independencia portuguesa hasta la decadencia del sector, hace aproximadamente tres décadas. La que durante muchos años fuese una “ciudad fábrica” y cuna de descubridores durante el Renacimiento, es hoy en día un núcleo urbano cosmopolita que rinde homenaje al pasado a través del Museo de la Lana (Museo dos Lanifícios). No hay que olvidar que la Real Fábrica de Panos da Covilhã, fundada por el Marqués de Pombal en 1764, fue el punto de partida para un período de esplendor en la economía local. El edificio está ocupado actualmente por la Universidad de la Beira Interior.

A consecuencia de su complicada orografía, los puentes de Covilhã se han integrado en el paisaje de la ciudad para terminar formando parte intrínseca de ella. El Puente Peatonal de Carpinteira ha obtenido múltiples premios y galardones internacionales por su diseño y su arquitectura singular. Obra de João Luís Carrilho da Graça, es uno de los más espectaculares de Portugal (52 m de alto y 220 de largo).

Desde Covilhã, la N339 se transforma en una trepidante escalera hacia el cielo, y en un suspiro nos catapulta hasta la meseta principal de Serra da Estrela, con una interminable sucesión de curvas en herradura que van descorriendo el telón de las panorámicas que esta carretera ofrece. El asfalto es bueno y nos arroja a un segundo tramo, menos sinuoso, donde la combinación de rectas y curvas de mayor velocidad resulta verdaderamente excitante.

Serra da Estrela, Portugal

Muy pronto las miles de formas graníticas que afloran en derredor van ganando volumen hasta crear la mayor y más característica mole rocosa de la zona: Cãntaro Magro, que se despeña como un vórtice hacia el valle glaciar del Zêzere. Se trata de una pared colosal, santuario para la práctica de escalada deportiva y uno de los grandes iconos del Parque Natural.

Conviene subrayar que un desvío hacia la derecha (N338) nos dirige a Manteigas siguiendo el curso del río Zêzere. Tan espectacular es en bajada como en subida; la combinación de rutas que podemos diseñar en Serra da Estrela es una cuestión de elección propia. Todo dependerá del tiempo que le dediquemos a nuestro viaje. Algunos no hemos dudado en recorrerla en todas las direcciones, de arriba abajo y de abajo arriba, por todos los flancos. La razón es simple: nunca te cansas de disfrutar de estos paisajes ardorosos. Son un paraíso para la moto, cuya presencia tiene un protagonismo especial durante el primer fin de semana de febrero, con motivo de Eskimós, una de las grandes concentraciones invernales europeas.

En una nube
La carretera N339 atraviesa el macizo superior mostrándonos unos parajes exuberantes donde el cielo y la tierra se abrazan. Las rocas, la pequeña y coqueta estación de esquí de Torre, sus 1.993 metros (más siete del torreón que mandó edificar Juan VI a principios del siglo XIX para alcanzar la simbólica cifra de 2.000 m) sus lagos -especialmente Lagoa Comprida-, la escultura tallada en relieve sobre la roca dedicada a Nossa Senhora da Boa Estrela (también conocida como Nossa Senhora dos Pastores)… todo confiere a nuestra ruta la sensación de estar en una nube. Y a veces es literal. Porque grandes bloques blanquecinos invaden las crestas de esta naturaleza bendecida y se aferran a los peñascos en un abrazo que puede durar días. La carretera gira buscando el norte, siempre ofreciendo unas vistas que nos invitan a parar continuamente para fotografiar la maravilla de esta Reserva Biogenética.

En el trayecto nos encontramos con Sabugueiro, el pueblo más alto de Portugal, donde no resulta extraño que nos reciba un fiel cão da Serra da Estrela, el perro autóctono utilizado desde tiempos remotos en labores de pastoreo. Es una raza fuerte, de gran tamaño, con un pelaje que le permite resistir el frío propio de la época invernal. Son fácilmente reconocibles porque se parecen mucho a un mastín; abundan en color marrón-canela.

Al margen de atesorar por méritos propios el “record de altura”, Sabugueiro no requiere excesivo tiempo para ser visitado. Podemos aprovechar, eso sí, para comprar recuerdos y productos típicos, como el afamado queijo da serra, un queso mantecoso fácil de untar, muy suave en su textura y sabor, realmente delicioso y que recuerda en cierto modo a las tortas extremeñas. Cuenta con Denominación de Origen Protegida.

Apenas dos kilómetros después de abandonar el pueblo, un desvío nos permite sumergirnos en una pista asfaltada que, al atardecer, brinda panorámicas absolutamente arrebatadoras. Además, nos transporta a la N232, que une Gouveia con Penhas Douradas y Manteigas.

Museo del pan, Seia

Si nos mantenemos en la carretera de Seia pronto encontraremos una gasolinera, dato importante para hacer buenas nuestras previsiones de combustible. Seis kilómetros después, ya en el interior del municipio, resulta imprescindible visitar el Museu do Pão, un “espacio de cultura y de ocio, de saberes y sabores”. De gestión privada, cuenta con unas instalaciones donde se da culto al pan, recreando a través de diversas salas el ciclo tradicional de elaboración y su historia, representada a través de documentos y maquetas, en algunos casos móviles. También hay un edificio temático que recrea de manera teatralizada una antigua aldea lusitana en plenos Montes Herminios: fantasía y realidad se mezclan para crear una atmósfera mágica. El inmueble cuenta en la parte superior con un bar-biblioteca: cultura y gastronomía estrechan lazos en un viaje a través de los sabores antiguos de la mesa lusa.

Seia es la principal zona urbana de la sierra y un cruce de caminos entre las vertientes norte y sur del Parque Nacional. Seremos nosotros quienes fijemos el ritmo y los tiempos para visitar Gouveia y las pequeñas localidades que salpican la mancha verde que completa el mapa hacia septentrión. Entre el laberinto de estrechas carreteras destacan Folgosinho y Linhares, que además es una de las Aldeas Históricas de Portugal. En Folgosinho tiene buena fama el Restaurante Albertino, así que si tenéis previsto pasar por la zona en horario de comida, es una referencia a tener en cuenta.

Si tomamos sentido meridional hacia Valezim, encontraremos pueblos de claro aire monteño, como Loriga y Alvoco da Serra, atravesados por la N231, una carretera fabulosa que zigzaguea entre una foresta infinita. En las épocas en que los cauces descienden pletóricos, conviene no perderse el espectáculo de las piscinas naturales (praia fluvial) de estos municipios. Podemos completar un recorrido circular tomando la N230, que se retuerce una y otra vez hasta Covilhã; si bien se trata de un tramo menos espectacular –eso sí, con muchísimas curvas-.

Serra da Estrela, Portugal

Para los más atrevidos, hay una opción espectacular: entre Valizim y Loriga, a mitad de camino, una rotonda nos permite bajar hasta Cabeça por la desconchada M518. Baches, gravilla y un lifting en anchura del firme no serán obstáculo suficiente como para impedir que los más osados descubran una de las caras más adictivas y sobrecogedoras de Serra da Estrela. Y no hay arrepentimiento posible. Porque los pueblos enganchados en la escarpada, los hondos valles y los ríos que seccionan estos bosques bien merecen una incursión. Eso sí, cuidado en algunos puntos angostados y ciegos, donde la posibilidad de encontrarse con un coche, aunque remota, pone las cosas difíciles. Son poco más de 13 kilómetros hasta Vide, la población de referencia que nos permite retornar nuevamente al punto de partida, esta vez utilizando la paralela N338, literalmente sumergidos dentro de un manto de pinos, en el límite occidental del Parque. Conviene no confiarse en exceso, pues aunque durante los primeros kilómetros el firme goza de buen aspecto, podemos encontrarnos partes con gravilla. Sea como sea, se trata de un periplo de ensueño. El contacto con la naturaleza es absoluto. Y no será raro que prácticamente la totalidad del recorrido transcurra en completa soledad.

Manteigas y Poço do Inferno
Por último, pero no por ello menos importante sino tal vez todo lo contrario, marcamos en el mapa un destino imperdible: Manteigas, la puerta de entrada al impresionante valle glaciar que el río Zêzere ha modelado a lo largo de miles de años, cuando las enormes placas de hielo fueron derritiéndose y deslizándose, creando el característico dibujo en forma de U que hoy vemos y arrastrando los enormes bloques graníticos que pueden distinguirse sin error. Contemplado desde la parte alta, la escena parece sacada de un libro de ciencia ficción. La carretera es de anuncio.

La naturaleza ha esculpido otros valles glaciares cercanos, como el de Alforfa, un retrato de dónde se ubicaban las heladas lenguas ancestrales, o el precioso valle de Loriga, con sus laderas y depresiones profundas. El Covão Grande es el situado a una mayor altura y ofrece al senderista un muestrario de esculturas naturales sin parangón. La mayor morrena de la sierra se extiende tres kilómetros en el Covão do Urso.

Las caprichosas y llamativas formas de las rocas, por cierto, no han pasado desapercibidas para el doctor Rui Vaz Osório, quien ha recogido en su libro A arte do tempo, Serra da Estrela, 1994-2012 una extensa selección de fotografías mostrando –y demostrando- el sorprendente parecido de estos ancestrales bloques con multitud de animales, objetos e incluso personas. En algunos casos, hay que echarle imaginación… en otros, las similitudes resultan verdaderamente asombrosas.

Volviendo al Zêzere, existe la posibilidad de acceder hasta el propio río por medio de pistas que descienden desde el asfalto; de hecho, incluso podemos llegar hasta Manteigas por lo marrón. Hay que fijarse bien, pues no todos los caminos alcanzan el cauce. Algunas viviendas mimetizadas con las rocas aguantan los embates del tiempo; otras perecieron fruto del abandono. Los pastores continúan recorriendo estos desabrigados lugares con sus animales, en una imagen que contrasta con el bullicio que encontramos a escasos minutos, en un enjambre blanco de casas y callejuelas empedradas.

Serra da Estrela, Portugal

Antes de adentrarnos en Manteigas, durante la bajada podemos tomar a la derecha un camino forestal pavimentado que nos zambulle en el interior de la montaña, nuestro destino es uno de los más codiciados a nivel paisajístico: Poço do Inferno. Se trata de un salto de agua ubicado en un bellísimo paraje alpino. El trayecto es corto pero intenso y ofrece, una vez más, unas vistas fabulosas y una conducción plácida entre hojas aplastadas por el último otoño y filamentos de agua que corren ladera abajo.

Uno de los grandes atractivos de Serra da Estrela es su cambiante fisonomía: hay muchas serras da estrela, pues dependiendo de la estación del año, las formas y colores son distintos. El estallido de vida primaveral colorea un lienzo que poco tiene que ver con los tonos albos y grisáceos del frío invierno. En verano, el agua proporciona el frescor necesario ante las altas temperaturas, y el otoño tiñe de ocres tonalidades las alfombras caducifolias. Por ello, es recomendable asistir al espectáculo de Poço do Inferno cuando las aguas bajan con mayor caudal. Una pequeña escalinata trepa por la roca hasta permitirnos posar a escasos metros de la cascada, con el cauce bajo nuestros pies. El salto se divide en dos partes, y aparece escondido en una fractura vertical. El lugar es increíble. No ya por la envergadura de la cascada, si no por la belleza de un entorno cuasi virgen.

Luso Pizza, en Manteigas

De regreso a Manteigas os sugerimos buscar Luso Pizza (calle Bernardo Marcos Leitão, 1). Imposible reunir mayores y más suculentos manjares por metro cuadrado. Regentada por Antonio y Fátima (propietarios también del Restaurante Alfátima), representa una oda al aprovechamiento del espacio y un festín para los gulosos. No solo por las pizzas, también por los platos de carne que salen de la cocina, trabajada a la vista de los comensales. El establecimiento es muy pequeño, pero se come de vicio. Todo lo que parece no caber en el comedor, tiene su sitio en las generosas fuentes de comida. Es, además, casa donde los moteros son especialmente bienvenidos; de hecho, Antonio fue durante un tiempo orgulloso propietario de una custom. Fátima, por su parte, es una trabajadora incansable, que tiene unos ojos chispeantes como pequeñas estrellas y siempre una sonrisa para el viajero. Ambos encarnan el espíritu de las gentes que pueblan la sierra: personas hospitalarias, afables y laboriosas. Lo dicho: no dejéis de probar la carta de esta pizzería.

Solo queda que cada motoviajero diseñe su ruta ideal, que a buen seguro encerrará muchos pequeños mundos. Porque así es Serra da Estrela, un maravilloso conglomerado de mundos.

Texto y fotos: Quique Arenas.-

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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