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Panes y jabones: dos historias de Granollers Esta historia en realidad son dos historias, y el extremo del ovillo está en Salsadella, pueblecito de... Panes y jabones: dos historias de Granollers

Panes y jabones: dos historias de Granollers

Esta historia en realidad son dos historias, y el extremo del ovillo está en Salsadella, pueblecito de setecientos habitantes en la provincia de Castellón muy nombrado por sus cerezas; está hermanado con la ciudad filipina de Baler, como las demás poblaciones españolas que tuvieron algún paisano entre los llamados “últimos de Filipinas”, en este caso el soldado Emilio Fabregat Fabregat.

Salsadella sorprende mostrando una gigantesca plaza de estilo inequívocamente indiano, llamada “plaza de México”. Fue inaugurada en 1951 sobre un cenagal de aguas estancadas, y su benefactor fue, entre otros, Daniel Montull Segura, hijo de Salsadella y padre de Carmen Montull, esposa de Lorenzo Servitje… Estos nombres os sonarán a chino, en un par de párrafos dejará de ser así.

Daniel Montull fue uno de tantos españoles que, entre finales del siglo XIX e inicios del XX, cruzó el charco para buscar la prosperidad en América. Se estableció en México y fundó la empresa de cerillas “La Central”, aún hoy en pleno funciona- miento. En aquella misma época, el matrimonio formado por los catalanes  Joan Servitje Torrellardona y Josefina Sendra Grimau también se  embarcó  en un vapor transoceánico sin billete de vuelta; abrieron una pastelería en Ciudad de México y en 1918 tuvieron un hijo, Lorenzo, que con tan sólo 18 años se puso al frente del negocio familiar porque el padre murió.

Por aquello de las raíces de ultramar, los Montull y los Servitje forjaron una buena amistad y hacían para coincidir con frecuencia. Daniel Montull tenía una hija de la edad de Lorenzo, Carmen; ambos intimaron e iniciaron una relación que culminó en un matrimonio que ya fue de por vida.

Lorenzo tenía una mente privilegiada para los negocios, y la pastelería familiar pronto se quedó pequeña para sus ambiciones. En 1945, asociándose con un tío suyo y otros inversores, fundaron la “panificación Bimbo”, cuyo producto estrella era un pan duradero cortado en lonchas y envasado en plástico: había nacido el pan de molde. “Bimbo” era la mezcla de “Bambi” y “Dumbo”, las dos películas favoritas de la hija de Lorenzo y Carmen. También decidieron que la silueta de un osito representaría la imagen de marca, desechando la otra opción: una ballena.

Panes y jabones: dos historias de Granollers

El primer local de Bimbo fue precisamente una nave industrial cedida por Daniel Montull, que ya gozaba de una desahogada posición económica gracias al éxito de su fábrica de cerillas.

El pan de Bimbo fue un éxito sin precedentes que se expandió por todo México y posteriormente al resto del mundo. En 1965 se produjo el desembarco en España, concretamente en una factoría de Granollers donde envasaban aquel pan de molde que acabó llamándose “pan Bimbo” para sus compradores, independientemente de la marca que fuera.

Posteriormente llegaron los pastelitos dulces cuyos nombres siguen comercializándose: Bony, Tigretón… o el Pantera Rosa, producto “made in Granollers” creado a principios de los años 70 por el químico Josep Pujol Codina. Éste recibió el encargo de “hacer algo nuevo” utilizando ingredientes de otros pastelitos, más un colorante de extravagante color rosa chillón: nadie daba un duro por aquel bizcocho de color imposible que debería haberse llamado “Telebimbo”, y que cambió el nombre a última hora gracias a la compra de la denominación “Pantera Rosa”. El resto es historia de éxito. Por cierto, Josep Pujol, motorista recalcitrante e hijo de Sant Vicenç de Castellet, murió en fechas recientes.

Salsadella

La dimensión de Bimbo acabó “comiéndose” a varias empresas de la competencia como Donuts, Panrico… o la mismísima casa madre: “Bimbo España” funcionó de manera completamente autónoma durante muchos años, hasta que, ya en los años 90, la matriz Bimbo “recuperó” al hijo díscolo tirando de talonario.

Lorenzo Servitje, empresario muy respetado en todo el mundo por su filantropía,  murió en 2017 dejando en funcionamiento la mayor panificadora del mundo. Por su parte, Daniel Montull falleció en 1964; en sus visitas a España, nunca dejó de visitar Salsadella, aferrándose a sus raíces con un entusiasmo que sólo la nostalgia puede explicar: colaboró en la reconstrucción de la iglesia de la Purificación, arrasada durante la Guerra Civil, y levantó la ya mencionada plaza de México. Una placa así lo recuerda.

Cosas de la globalización, hoy la filial española de Bimbo forma parte de una extensa red de entramados empresariales; a causa de la deslocalización y concentración económica, la mítica fábrica de Granollers fue cerrada y vendida en verano de 2020. Pasé por allí un mes después, cuando todavía no habían quitado los vinilos del osito blanco de las ventanas. En un mástil atacado por el óxido todavía ondeaba una ajadísima bandera corporativa que simbolizaba el final de una era.

Sin salir de aquel polígono industrial, y recorriendo un kilómetro en línea recta por la calle Jordi Camp, está la factoría más grande, visible y “marciana” del lugar… “Jordi Camp” es otro nombre que no debería sonarte de nada, pero si preguntas a un habitante de Granollers, probablemente te dirá que “el nombre no, pero siendo Camp… alguien de los  detergentes”. Efectivamente, Jordi Camp, muerto en accidente de tráfico siendo muy joven, fue el benjamín de la dinastía que creó la empresa “Jabones Camp”.

Bimbo Granollers

Decir “Jabones Camp” es sinónimo de decir Granollers; creada en 1934 por Josep, Albert, Joan y Jordi Camp, rápida- mente lideró las ventas de jabones en España con su marca primogénita (“Ele- na”), más tarde llegó el “Colón” (primer detergente de espuma controlada), el suavizante “Flor” y el lavaplatos “Coral” entre otros.

En los años 80, Camp pasaba por momentos delicados a causa de erráticas decisiones comerciales; para reflotarla, ficharon a un joven directivo canario llamado Manuel Luque. Suya y de nadie más fue la idea de focalizar en su persona la honestidad de Camp en aquella campa- ña comercial que nadie ha olvidado: busque, compare y si encuentra algo mejor, ¡Cómprelo!

Algunos trabajadores jubilados todavía recuerdan divertidos cómo Luque les hacía ponerse tras él en el patio mientras miraba a la cámara diciendo: “Algunos creen que se puede vender cualquier cosa, pero yo, antes de ofrecerle un producto como Colón, me aseguro que es lo mejor que sabemos hacer, porque usted no compraría cualquier cosa”.

Más allá de los anuncios, Manuel Luque salía constantemente del despacho para hablar con los empleados, y si se terciaba cogía el micrófono para arengar en las asambleas… Una manera rompedora de aplicar su liderazgo que le granjeó no sólo simpatías en la fábrica, sino que borró los números rojos de un año para otro.

Los pingües beneficios de Camp lo fueron también para los trabajadores, que en cinco años vieron doblados sus sueldos además de otros beneficios como la concesión de becas-estudio para sus hijos… Pero detrás del éxito comercial había un monumental cisma familiar: hasta 42 “Camp” ocupaban puestos directivos, muchos de ellos remando en direcciones opuestas.

Finalmente, el agrio litigio fue liquidado en 1989 con la suculenta venta de Camp al grupo Benckiser, más tarde Reckitt-Benckiser. Los nuevos amos tardaron tres meses en pasar la tijera de los despidos, siendo generosos con el talonario para que no hubiera conflictividad.

Los hermanos Camp diversificaron sus negocios con desigual suerte, desde hoteles hasta inmobiliarias pasando por la startup que inventó aquel fiasco de televisión interactiva llamado “Telepick”. Actualmente, los Camp están negociando con Hacienda una monumental morosidad. Nada volvió a ser igual después de los jabones.

Tres décadas después, Manuel Luque sigue ejerciendo de asesor para reflotar empresas precarias. Aún les preguntan por su mítica campaña publicitaria, aunque él dice estar “cansado” de insistir en ese asunto. Se casó con una Camp y sigue viviendo en Granollers.

 

Texto y fotos: Manel Kaizen / hoysalgoenmoto@gmail.com

http://hoysalgoenmoto.blogspot.com/

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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