La Beira Baixa y el P.N. del Tajo Internacional
Rutas y viajes 15 febrero, 2018 Quique Arenas 1
Lo que ahora propongo es una ruta por una parte de Portugal casi desconocida por el turismo masivo, siendo éste, precisamente, un aliciente perfecto para ser recorrida en moto si lo que se busca es transitar por un bello espacio natural a través de carreteras poco o nada transitadas; incluyendo también ciudades (más bien, aldeas o pueblos) no exentos de interés turístico, arquitectónico o histórico. El objeto de esta ruta es conocer parte de la Beira Baixa y el lado portugués del Parque Natural del Tajo Internacional.
La Beira Baixa es un territorio portugués que tiene como capital de Distrito a la populosa ciudad de Castelo Branco. Limita por el este con parte de la provincia de Cáceres y tiene al río Tajo como frontera sur. Precisamente, es el río Tajo el que divide entre España y Portugal uno de los principales atractivos naturales de esta zona: el “Parque Internacional Tajo-Tejo”, que ha sido el primer Parque Internacional europeo así declarado.
De modo general, lo que encontraremos en esta ruta serán extensos paisajes de bosque mediterráneo y extensas dehesas poco habitadas, lo que proporcionará extensos recorridos entre los pueblos que encontraremos. Dependiendo del momento del año, podrán verse especies florales endémicas de vistosos colores. Parte de la ruta discurre cerca de los abruptos cañones que forma el río Tajo y todo ello a través de carreteras de muy variadas categorías; así, circularemos por pequeñas “estradas” municipales y por excelentes “estradas” nacionales que señalaremos más adelante. En cuanto a la mejor época para conocer la zona, conviene evitar el verano, pues si unimos a las temperaturas extremas que encontraremos la ausencia del colorido propio de la zona harán perder mucho atractivo a la parte rural del recorrido.
La ruta propuesta comienza en el pueblo español de Alcántara, que será parada obligatoria para el viajero que no conozca esta población y donde, como mínimo, deberá posar junto con su moto cruzada bajo el impresionante arco de su puente romano, logrando así una de esas fotografías típicas para ser compartida en el perfil de las redes sociales. Desde aquí tomamos la excelente carretera EX-117 que nos llevará hasta la frontera portuguesa a través de unos increíbles diez o doce kilómetros de curvas que nos dejarán en otro puente romano, primo hermano y pariente pobre del anterior, pero también vistoso, que forma frontera con Portugal y nos deja a los pies de la primera población portuguesa: Segura, donde, si se desea, se puede subir en moto hasta su castillo para tener una excelente vista del entorno; pero, cuidado, la subida es una fuerte pendiente por calles adoquinadas.
En Segura ya estamos dentro del Parque y aquí se inician unos veinte kilómetros por una carretera municipal estrecha y con suaves toboganes, pero con buen asfalto (a excepción de algunos “rotos” que se encontrarán al final de este recorrido). Esta carretera se toma a unos 500 metros después del puente, junto al Posto do Turismo, donde, a la izquierda hay un cartel que indica la dirección a Rosmaninhal. En este tramo estaremos muy probablemente solos, la quietud y la calma serán las sensaciones que percibamos, por lo que recomiendo que se haga sin prisas, con la visera subida, disfrutando del aire, sus olores y sus paisajes. Veremos a nuestra izquierda una elevación con un punto geodésico y unos bancos que, a modo de mirador, proporciona unas bonitas vistas; pero si se desea subir a él habrá que ascender por una pista de tierra de unos cien metros. Rosmaninhal será el primer pueblo que pasaremos y donde termina este primer tramo de carretera.
Ahora tenemos por delante unos cuarenta kilómetros por carreteras similares, alternaremos grandes rectas con pequeñas zonas reviradas, pasaremos por el río Aravil, que es un pequeño afluente del Tajo, veremos grandes dehesas, pasaremos por las poblaciones de Soalheiras, Cegonhas, Monforte de Beira y llegaremos a Malpica do Tejo.
Son todos estos, pequeños pueblos que si bien no son pueblos bonitos en el sentido típico del término, sí que son pueblos representativos de la zona de ribera portuguesa en la que estamos. Conviene hacer parada en alguno de ellos, entrar en alguna de sus tabernas y, si es posible, degustar el producto típico de la zona: el pescado de río o el queso; además de entablar conversación con quién allí esté y preguntar por peculiaridades de la zona. Posiblemente nos contestarán muy amablemente en español y al final, nos sorprenderán los precios de estos “tentempiés”. Quizás sea Malpica el pueblo donde mayor oferta gastronómica encontraremos ya que, sin llegar a ser un pueblo turístico, posiblemente sea el que mayores infraestructuras tenga. Desde Malpica se puede hacer una ruta impresionante que nos llevará al cercano embarcadero del barco turístico a orillas del Tajo; pero sería esta una ruta con fuertes pendientes sobre pista de tierra en la parte final.
Haciendo un inciso en el relato, creo que el viajero debe conocer algunas peculiaridades a la hora de comer en Portugal. Lejos de las zonas turísticas, el horario de comidas es antes que en España, por lo que a partir de las tres (hora española) podremos tener dificultades para encontrar un restaurante abierto. Los platos suelen ser muy abundantes, por lo que es normal pedir uno sólo y postre, ya que suelen presentarse con abundante guarnición y al comienzo nos pondrán en la mesa unas aceitunas, patés y quesos a modo de aperitivo (que luego facturarán, pero que es posible rechazar). Para dos personas, suele ser una buena comida pedir una sopa para cada uno (excelentes todas) y un plato de carne o pescado para compartir.
Bien, seguimos. En Malpica tomaremos la carretera N18 para abandonarla poco después y retomar otras carreteras municipales similares a las anteriores y que nos harán pasar por la población de Lentiscais, en cuyas afueras, en el puente sobre río Ponsul, veremos un embarcadero que nos proporcionará bonitas vistas sobre este río. A partir de este punto dejamos ya el entorno del Parque Natural y nos disponemos a visitar algunas poblaciones representativas de la Beira Baixa. Seguiremos hacia el oeste y volveremos a enlazar con otra variante de la carretera N18 que nos llevará a Vila Velha de Rodao.
En un viaje como el que estamos haciendo no será posible siempre visitar pormenoradizadamente todos los puntos de interés de los sitios que recorramos. Por ello, en Vila Velha de Rodao propongo dos muy concretos: el puente sobre el Tajo, desde el que tendremos una vista espectacular sobre el río y sobre el Monumento Natural que tendremos delante: las Portas de Rodao, que son un estrechamiento del río entre dos enormes masas graníticas. Este puente también es muy “fotogénico” y dispone de una pequeña explanada donde aparcar las motos cómodamente. El otro punto de interés es el cercano Mirador del Castelo de Rodao, al que se accede desde una carreterita que nace en el extremo norte del puente y que ofrece bonitas vistas sobre el puente, el río y las Portas de Rodao.
Ahora deshacemos el camino que nos ha llevado hasta aquí y nos encaminamos hacia Castelo Branco, que está a treinta kilómetros por la excelente carretera N18. Ya no estamos en la soledad de los parajes que hemos estado viendo; ahora estamos en las inmediaciones de una ciudad grande. Castelo Branco merecería dedicarle una visita en exclusiva, pero, por los motivos que ya dije, vamos a optar por el lugar más emblemático de la ciudad: los “Jardines del Paço Episcopal”, que es una construcción de estilo barroco del siglo XVIII y un lugar muy visitado. Es fácil aparcar la moto en la entrada y la visita serán dos euros. El tiempo que se necesita para visitarlo dependerá del interés de cada uno, pero en poco menos de una hora el visitante puede llevarse una idea general y unas bonitas fotos en las escalinatas.
Aunque no formarán parte de esta ruta, pero sí de la Beira Baixa, hay que citar algunas villas muy cercanas a Castelo Branco de indudable valor arquitectónico que bien merecerían ser visitadas por el viajero que tome el recorrido que estoy describiendo como modelo para desarrollar el suyo propio. Quiero citar a Sarzedas y Martím Branco, que forman parte de la red de “aldeias do xisto” (pueblos de pizarra) y a Castelo Novo, que está dentro de las “aldeias históricas” de Portugal. No obstante, si seguimos el recorrido visitaremos dos de estas aldeas históricas: Idanha a Velha y Montsanto; pero eso será más tarde porque la próxima parada será Idanha-a-Nova, distante unos treinta kilómetros por carreteras nacionales.
Pero antes de llegar a Idanha-a-Nova pasaremos por la pequeña villa de Mata, pasada la cual tomaremos un desvío a nuestra derecha y nos internaremos por una bonita zona de monte bajo y dehesas a través de un estrecho camino municipal perfectamente asfaltado; será otro de esos momentos en que correspondería circular lento, hacer paradas y apreciar la tranquilidad y silencio del recorrido. Será, sin duda, una bonita manera de llegar a Idanha-a-Nova, aunque será a la salida de esta población cuando obtengamos unas bellas panorámicas de su situación en lo alto de una loma. Esta población también merece un paseo por su “parte antiga”, y tal vez sea conocida por muchos debido a su festival musical bianual de verano. Efectivamente, el “Boom Festival Lake” se celebra en un lago próximo y durante una semana en medio del campo, gente venidas de todo el mundo disfrutan de la música. El próximo evento será en julio del 2018.
A estas alturas del viaje ya estaremos en el último tercio de él y nos quedan tres paradas obligatorias. Dejamos la Idanha Nueva y otra vez alternando carreteras municipales y nacionales llegamos a la primera de esas tres paradas, Idanha Vieja (Idanha-a-Velha), una pequeña joya escondida en medio del campo; muy pequeñita pero repleta de historia. Una visita superficial a la villa apenas nos llevará treinta minutos caminando. Su joya arquitectónica es la pequeña Iglesia-Catedral visigoda; también su cercano puente romano. Dispone de una antigua taberna y nos ofrecerán la posibilidad de comprar quesos y aceite de extraordinaria calidad. Es original observar los poyetes que las viviendas tienen a sus puertas; aunque no estoy seguro de ello, creo que son restos de construcciones romanas que ahora sirven para que la gente se siente en ellos o para albergar bonitas macetas. Para visitar este lugar hay acondicionado un aparcamiento en la entrada, pero en moto es posible llegar hasta su pequeña plaza.
Salimos de este pueblo por el mismo camino que nos sirvió de entrada, giramos a la derecha y a pocos metros tomamos un desvío, también a la derecha que nos llevará hasta Montsanto en apenas unos minutos. Esta ruta alternativa que propongo nos permite ver desde abajo la impresionante ubicación del castillo y una visión general de la población. De Montsanto suele decirse que es “el pueblo más portugués de Portugal”. Junto con el que acabamos de visitar forma parte de la red de aldeas históricas.
La peculiaridad de Montsanto son sus casas construidas bajo enormes piedras de granito y sus estrechas, reviradas y empinadas callejuelas adoquinadas. Pero, mucha atención a la hora de elegir el lugar donde aparcar la moto, pues esa peculiar orografía nos causará problemas si hay que darles la vuelta para salir. Sin duda, la mejor opción es subir y subir hasta que en una “horquilla de derechas”, junto a la iglesia, veamos una fuente pegada a la pared: no conviene seguir con la moto, lo mejor es buscar un hueco ahí. Este es un lugar muy turístico y ofrece muchas posibilidades para comer cocina regional.
Salimos, no por donde entramos, sino que ahora hay que buscar la excelente carretera N239 que nos llevará rápidamente hasta la tercera de esas paradas obligatorias: Penha García, que es una población de arquitectura medieval con su centro histórico situado a mucha altitud. Aquí conviene tomar la entrada principal al pueblo hasta llegar a una plaza inconfundible porque en ella hay un antiguo tanque militar que participó en la Revolución de los claveles. Este es el lugar adecuado para dejar las motos y, por supuesto, fotografiarlas al lado del tanque. El resto de la visita hay que hacerlo andando porque en la mayor parte de sus callejuelas no sería posible circular, aunque también es posible seguir en moto las indicaciones del “castelo” y aparcar allí arriba, junto a la iglesia y a las escaleras por las que se accede hasta el castillo. Desde este lugar hay unas vistas impresionantes sobre el pantano y, sobre todo, sobre los antiguos molinos que hay junto a él. Desde el castillo hay un vertiginoso sendero que permite bajar hasta la presa y los molinos, pero solo de pensar que después hay que subirlo llegamos a la conclusión de que lo ideal tras visitar el casco histórico es volver a la moto y buscar las indicaciones hacia el “barragem” (pantano) que encontraremos junto a la carretera.
Casi estamos terminando; seguimos por la N-239 en dirección a “Espanha” y tras recorrer una bonita zona de curvas llegamos a las Termas de Monfortinho, donde giraremos a la derecha en una rotonda y tomaremos la N240 durante 15 kilómetros para desviarnos por otra carretera municipal que nos llevará hasta la fronteriza población portuguesa de Salvaterra do Extremo, que consideraremos el punto y final del viaje. Desde este lugar se puede entrar en España por una carreterita estrecha, casi salvaje, que atravesará el río Eljas por un puente-badén encementado y por el cual será fácil pasar si el río lleva su caudal normal, pero si éste es muy elevado y el agua rebasa el puente… queda a la decisión de cada uno pasar o no (yo siempre paso). Pero, no preocuparse si pasar no es posible pues a unos 10 kilómetros tenemos la población de Segura, que fue el primer punto de paso portugués de este viaje y que si optamos por esta alternativa habremos cerrado el círculo de nuestra ruta.
Para Motoviajeros, Manuel Galano
extremaduraenmoto.com
Mario
19 marzo, 2018 #1 AuthorBonita exposición del país vecino, pero echo en falta información sobre sus peajes. Entiendo que toda la ruta se recorre por carreteras secundarias, pero el riesgo de acceder a una carretera de pago sin darse uno cuenta siempre está ahí.