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El Valle del Jerte en flor: De Candelario a El Piornal El Valle del Jerte en flor: De Candelario a El Piornal
Ya lo atestiguan los paneles indicativos. Y no mienten. Sí, Candelario es uno de los pueblos más bonitos de España. Esta villa salmantina descansa... El Valle del Jerte en flor: De Candelario a El Piornal

Ya lo atestiguan los paneles indicativos. Y no mienten. Sí, Candelario es uno de los pueblos más bonitos de España. Esta villa salmantina descansa sobre la ladera de su sierra homónima, en el borde meridional de Castilla y León, allí donde la planicie dice adiós a sus infinitas extensiones para transformarse en una orografía sobrecogedora: las cumbres de por aquí se elevan por encima de los 2.000 metros. Además, la acción de los glaciares dio lugar a circos como El Pinajarro, Espinarejo, Arroyo del Oso o La Hoya de Peña Negra. El entorno, pues, resulta tentador.
¿Pero, y la villa? Candelario está declarado Conjunto Histórico Artístico. Conserva y mantiene su arquitectura típica de casas de piedra, madera de castaño y forja, construidas para la industria chacinera –actividad principal desde el siglo XVIII hasta principios del XX-. Son inmuebles de tres alturas: la planta baja se utilizaba para elaborar el embutido; la primera planta se destinaba a vivienda; la última planta o desván se utilizaba para el secado de embutidos.
Pero este pintoresco municipio también es conocido por las “batipuertas” y las “regaderas”. Curiosos nombres, ¿verdad? Las primeras se sitúan en la parte exterior de la puerta principal de acceso a los inmuebles, son de madera. Abriendo la puerta interior entraba la claridad de la calle y posibilitaba el trabajo en el interior de la vivienda. La batipuerta servía, igualmente, para que los animales que transitaban por la calle no pudieran colarse en las casas.

Pero… ¿y las “regaderas”? No es cosa de locuras, sino de canales por los que discurren las aguas serranas que, después de la matanza –desde el 2 de noviembre al 2 de febrero, fechas en las que se sacrificaban miles de cerdos-, ayudaban a mantener limpias las calles. Curiosamente todas ellas parten de una principal llamada “regadera del pueblo”.

También destacan las quince fuentes que hay repartidas por todo el pueblo. Su rumor constante ayuda a crear una atmósfera de bucólico retiro. Casi todas ellas cuentan con manantial propio, y las más conocidas son las de Perales, el Arrabal, la Hormiga, la Cruz de Piedra y la Romana. Se cuenta que su agua es pura y cristalina y que muchas han sido plasmadas por pintores y poetas. Y no solo artistas han venerado otra de las joyas de Candelario: su gastronomía. Su embutido, pero también los “calbotes” (castañas asadas), harán las delicias de los más diversos paladares.

En el paseo por estas calles empedradas encontramos la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, de origen medieval, pero mezcla de estilos arquitectónico: hay elementos mudéjares, barrocos y churriguerescos. También destaca la ermita del Santísimo Cristo, del siglo XVI. A pocos metros y en inmejorable lugar para la moto se encuentra el Hostal Restaurante El Pasaje. Se duerme bien y se come mejor. Nunca un lomo con patatas supo tan rico. Por no hablar de la ensalada de canónigos, boletus confitada y jamón aderezada con vinagreta de amapolas que, mientras nadie demuestre lo contrario, entraría en un top 10 de ensaladas mundiales. Nota: el concepto gastronómico “generosidad” se materializa en este restaurante. Y, además, sus propietarios, Mario y Guadalupe, son “del gremio”, por lo que los motoristas son especialmente bienvenidos. Nuestra recomendación: cena + alojamiento y, a la mañana siguiente, visita a la villa. Teniendo en cuenta que la mayoría del conjunto histórico de Candelario tiene limitado el acceso –por no decir que resulta imposible dado el entramado de calles-, y que no es posible estacionar, una opción sin duda interesante es aparcar en el garaje de El Pasaje y realizar la ruta a pie.

Vamos con el Jerte. La génesis de la primavera de este valle extremeño es única y atrae a miles de visitantes cada año, procedentes de toda la geografía nacional. La belleza de estos parajes, encajonados entre dos ramales del Sistema Central, se multiplica cuando la naturaleza decide engalanar sus campos en flor. El despertar del valle se produce siempre en su parte inferior, la más cálida y la primera en ocultar las hojas lanceoladas de los frutales tras hermosos rosetones blancos. Debido a la altitud y más bajas temperaturas, la zona alta del Jerte se despereza un poco después. Pero hay un momento en que ambas floraciones convergen, y todo estalla en un albo infinito. Las flores se mantienen vivas durante 10-12 días, antes de que se produzca la lluvia de pétalos.

Es recomendable acometer la ruta en sentido norte-sur, a través del cacereño puerto de Tornavacas (1.275 msnm), un paso fronterizo con Ávila e histórica puerta de entrada desde el Reino de Castilla a la trashumancia. Pero antes, conviene detenerse en El Barco de Ávila, conocido por sus famosas judías (cuentan con el segundo Consejo de Denominación de Origen más antiguo de España), su puente y muralla medieval y, de manera prominente, su castillo de Valdecorneja (siglo XIV).

La N-110 comienza el descenso a través de la Sierra de Tormantos y la Sierra de Candelario (de donde partimos). La visión de todo el valle se prácticamente pierde en el horizonte hasta su desembocadura en Plasencia, y transcurre por numerosos municipios que no pierden la ocasión de celebrar la Fiesta del Cerezo en Flor.

Por todo el valle aparecen multitud de pequeñas poblaciones, diseminadas como si también quisieran formar parte de la fiesta, pero en estas primeras rampas los principales son Tornavacas y, cómo no, Jerte, una localidad que apenas supera el millar de habitantes y que comparte nombre con el río que da sentido y fama a esta zona de Extremadura.

Estamos en un paraje privilegiado. No sólo durante la floración del cerezo. Muy cerca de todo está Béjar, Hervás, el puerto de Honduras, el valle del Ambroz… Todos ellos bien merecen un capítulo aparte, y son puntos referenciales en sí mismos. Pero ahora, inevitablemente, todo el protagonismo se lo lleva la flor del cerezo. En Cabezuela del Valle no olvidéis parar a comprar embutido, cerezas y productos típicos de la zona en “Mercedes”, un establecimiento ubicado en plena travesía –convertida en Avenida de Plasencia, 71-. Buen precio y gente adorable; ¿acaso hay mejor combinación?
Cuando las primeras lluvias de la nueva estación se unen al deshielo del invierno, el cauce del río Jerte baja con fuerza, y nos va acompañando como fiel escudero durante nuestra ruta. Hay muchos puntos donde parar y tomar fotos, y lo raro es no encontrarse con motoristas: la carretera, los pueblos, los parajes, son de los que nos gustan.

Valdastillas, Rebollar y Navaconcejo completan la zona inferior de la cuenca. También suele ser la que más visitas concentra: desde abarrotados autobuses hasta parejas en busca del romanticismo, pasando por viajeros de autocaravanas y motoristas en solitario o en grupo; de todo hay.

Aunque la carretera conduce hasta Plasencia, una opción más que interesante puede ser tomar el desvío que nos sale a la izquierda en la bajada, en dirección Valdastillas (CCV-173). Eso sí, con cautela ya que en “temporada alta” la densidad de tráfico y la estrechez de este carreterín son mala combinación. De hecho, en el último fin de semana de marzo el bullicio y las aglomeraciones son inevitables, por lo que conviene armarse de paciencia en caso de tener la sensación de estar encerrados en una especie de atasco en la M-30. Eso sí, la ascensión hasta El Piornal y posterior descenso –para el que así lo decida- nos recompensan con unas panorámicas de cine. Con todo ello, es prácticamente imposible comenzar con mejor pie -¿rueda? la estación primaveral. El Valle del Jerte, en todo su esplendor.

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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