El sueño de la Mancha

Resulta singular cómo el paisaje mas conocido internacionalmente de España no tenga su referencia en las costas abruptas del norte o las placidas playas del sur, tampoco las montañas o bosques, sean del este o el oeste, que por todas partes abundan, sino las singulares llanuras del centro peninsular. Todo gracias a una novela magistral, se dice que la obra más traducida de la Humanidad tras la Biblia, publicada en dos partes. La primera El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha en 1605 y la segunda titulada El ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha impresa en 1615. Su autor, el multifacético Don Miguel de Cervantes Saavedra, hombre de armas y letras, viajero y cautivo, genio perseguido, idealista irreductible, loco soñador y claro ejemplo al fin de personaje con puro acervo hispano.

Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, se armó de todos sus equipamientos, subió sobre Rocinante, puesta su celada, ajustó su armadura, tomó el manillar y por la puerta falsa de un corral salió al campo, con grandísimo contento y alborozo de ver con cuanta facilidad había dado principio a su buen deseo.

Párrafo adaptado del capítulo II del libro

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha

Para viajar por La Mancha debes abrir tu mente a nuevas sensaciones. No te sorprenderán repentinamente paisajes dramáticos ni construcciones monumentales. El horizonte no se llenará ante tu visión con picachos agudos, sino por lomas redondeadas de una región limitada entre los sencillos, aunque fragosos, Montes de Toledo y Sierra Morena. Terreno para cabalgar entre suaves elevaciones y dilatadas llanuras, que se salpican aquí y allá en pueblos extensos y sencillos. Hay que dejarse seducir por la casa de aperos de blanco y añil radiantes, que brilla como un faro en mitad del viñedo. Por la carretera trazada a cordel entre ordenadas líneas de viñedos, olivos y almendros. Por el sinuoso camino que trepa por colinas y altozanos. Por la silueta de un castillo, moro y cristiano, recortada contra el cielo azul…

Viajar sin objetivo obligatorio, como el hidalgo caballero, vagabundear entre campos de labor y páramos, en la seguridad de que las aventuras vendrán a tu encuentro en variadas formas. Paisanos que labran sus adustos terruños, rebaños de ovejas, cual ejércitos de numerosos soldados o roquedos aislados y multicolores cubiertos de blanquecinos líquenes, verdores de hierbajos y severos marrones de viejos granitos.

Elige tu ruta al azar, con preferencia a los pequeños caminos, evitando esas anchas vías por las que corren veloces carrozas sin prestar atención al entorno. Siente el pisar rumoroso de tu montura solventando irregularidades levantando el polvo del camino.

El fugaz paso del ciervo o la piara de jabalíes son las principales eventualidades para la que debes estar preparado y ojo a avizor a las cunetas. Siente la libertad de La Mancha, que abarca las provincias de Toledo, Ciudad Real y hasta Albacete, Cuenca y Guadalajara.

Y por último asciende hasta cualquier loma; sea en Los Yébenes, Campo de Criptana, Mota del Cuervo o la conocida crestería de los molinos de Consuegra, entre otros muchos, para otear un horizonte casi infinito. Déjate seducir por las brisas que movían aquellas aspas, descomunales brazos de gigantes, y vislumbra en lontananza el lento cabalgar de un escuálido caballero y su no menos famélica montura.

Vuelve la vista y encontraras tu robusta cabalgadura, y sueña. Sueña como aquel hidalgo caballero, que ya pronto podrás encaminar tu faro cual hacia la Alcarria, Aragón y Cataluña para descubrir nuevas ínsulas en las riberas del Ebro y múltiples aventuras en tu camino.

Texto y fotos: Gustavo Cuervo / gustavo@gustavocuervo.es

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