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Caballos del Vino, Rocinantes y otros corceles Caballos del Vino, Rocinantes y otros corceles
Junto a Ruralka on Road nos enfundamos el traje de caballeros andantes para completar una ruta interior que nos lleva a recorrer serpenteantes carreteras... Caballos del Vino, Rocinantes y otros corceles

Ruta en moto de Murcia a La Mancha con Ruralka on Road.

Junto a Ruralka on Road nos enfundamos el traje de caballeros andantes para completar una ruta interior que nos lleva a recorrer serpenteantes carreteras de cinco provincias: Murcia, Granada, Jaén, Albacete y Ciudad Real. En contra de lo que pueda parecer, no es un trayecto excesivamente largo, aunque sí pausado, por lo que resulta ideal para acometerlo en un fin de semana.

La región de Murcia encierra en su interior parajes desérticos que se mezclan con la inesperada fertilidad de valles sorprendentes, y ciudades llenas de historia y patrimonio monumental. También es una comunidad que respira moto, y algunas de las instalaciones más relevantes de la industria motociclista están emplazadas en su interior, como Shiro, MT, Bihr-Vicma o Dynamic Line, con sede en el municipio de Alcantarilla, e importador oficial para España de Rukka, Schuberth, Held, Belstaff y Premier.

Caravaca de la Cruz.

Nuestro punto de partida está en Caravaca de la Cruz. En el horizonte, un destino “top” dentro de la geografía de nuestra Península: las lagunas de Ruidera. Y entretanto, decenas de curvilíneos kilómetros que penetran en inhóspitos parajes de esa otra España profunda. Y en moto, ya se sabe… por algún tipo de curiosa ecuación: cuanto más aislada es la ruta, más garantizada está la aventura. El track es perfecto para motos trail, aunque las sport y sport-turismo han sabido desenvolverse con soltura –el buen hacer de sus pilotos ha tenido mucho que ver- en tramos en los que, incluso, el asfalto desaparecía para tomar un aspecto más propio del trial que del trail. Lo que cambia la película cuando una vocal se pone farruca.

Caravaca de la Cruz es una de las ocho ciudades santas del mundo, junto a Santiago de Compostela, Santo Toribio de Liébana, Urda, Roma, Valencia, Ávila y Jerusalén. Cada siete años se celebra el Año Santo, pudiéndose obtener el jubileo. Si no pensaste a tiempo que 2017 era buen año para lograr la indulgencia plenaria, solemne y universal, tu próxima oportunidad será en 2024. Y si prefieres obviar tan ceremoniosas y elevadas formalidades, tal vez te sepa a gloria bendita sentarte a degustar las exquisiteces del Restaurante-Brasería el Horno. La cocina murciana no necesita hacer méritos especiales para conquistar al foráneo. Pero si a ello le sumamos la calidad, originalidad y esmero en la preparación de las viandas que se sirven en este local de diseño, el éxito está garantizado. De verdad, un escándalo. Así sí, esto es empezar bien un viaje.

El enjaezamiento es todo un arte, y embellece aún más la fiesta de los Caballos del Vino (piezas expuestas en el interior de la Hospedería Rural Almunia).

Todos los reconocimientos parten de quien nos descubre estos pequeños tesoros. En este caso le debemos la recomendación a la Hospedería Rural Almunia, a su vez, uno de esos hotelitos con encanto que nos da a conocer Ruralka on Road. La ubicación es inmejorable, en el número 5 de la calle Ingeniero Oñate Sánchez, corazón del centro histórico de Caravaca de la Cruz. Sus habitaciones son un guiño a personajes relevantes (Juan Pablo II, Santa Teresa, San Juan de la Cruz…) y a órdenes religiosas, tan presentes en la zona, como los Templarios y la Orden de Santiago. Diez habitaciones, nada de excesos. En contraste con estas referencias al pasado, la Hospedería presenta un diseño moderno, logrando una fusión de bienestar y espiritualidad. Destaca sobremanera el trato amable del personal, lo que favorece que la estancia resulte muy agradable. Y detalle: en este vericueto de callejuelas estrechas, es importante contar con un aparcamiento para nuestras motos. La Almunia también cubre este aspecto. Un plácido paseo de apenas 200 metros nos separa de los sencillos pero suculentos manjares de El Horreo. ¿A que el plan tiene muy buena pinta?

En las inmediaciones del hotel podemos visitar la Basílica-Santuario de la Veracruz, donde se venera la famosísima cruz de Caravaca, uno de los más notables y legendarios iconos de toda la cristiandad. También hay diversas iglesias parroquiales, como las de El Salvador, la Concepción, San Francisco, la Soledad y de la Compañía de Jesús. Y conventos, como el de las Carmelitas Descalzas e Iglesia de San José (de estilo rococó y fundada por Santa Teresa de Jesús en 1576) o el convento e iglesia de Santa Clara. El más bello renacimiento murciano puede contemplarse en un paseo de apenas dos horas.

Escultura dedicada a los Caballos del Vino.

El barrio medieval en torno al cerro del Castillo es otro de los itinerarios imperdibles dentro de este conjunto, donde podemos apreciar una escultura dedicada a los Caballos del Vino, un festejo tan arraigado e importante en el devenir de la villa, que aspira a convertirse en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. La festividad se celebra los días 1 y 2 de mayo. Como casi siempre, en el inevitable binomio entre historia y leyenda, se conmemoran las hazañas de los templarios que, en tiempo de asedio musulmán, lograron alcanzar la fortaleza en la que se custodiaba la Reliquia de la Santa Cruz, transportando sobre sus corceles vino para los moradores del Castillo. El enjaezamiento de los caballos cuenta en la actualidad con una entrega de premios que se celebra de manera multitudinaria. Más de 60 peñas componen el Bando de los Caballos del Vino.

Salimos de Caravaca de la Cruz con rumbo a la Sierra del Segura. Nos disponemos a adentrarnos en carreteras secundarias, terciarias… y cuaternarias, algunas de ignominioso pavimento. Pero ya se sabe, nos va la marcha. Nadie podrá decir que no se sabía, porque se sabía. Pero precisamente por eso gozamos de bula exculpatoria. Tomamos la plácida MU-702, pasamos por Archivel, El Sabinar y el embalse de Taibilla, donde nos movemos a la AB-702. El límite de provincia nos trae cambio de asfalto. Llegamos a Nerpio. Tan presente en cualquier ruta motuturística que se precie por estos pagos. Y nos tomamos unos pinchitos de chorizo y unos refrescos que nos dan la vida, todo ello después de vadear el río, unos en modo pingüino tratando de no sucumbir ante el resbaladizo verdín; otros en modo Indiana Jones, a través de un estrecho puente colgante.

Nerpio nos da la bienvenida a la comarca de la Sierra del Segura.

La A-46 podría evocar en su nomenclatura a una autopista, pero esa “A” inicial lo único que refleja es la de la “A” de Antítesis hecha gravilla. Nos encontramos con un cartel, reivindicación a perpetuidad, perorado por algún lugareño ahíto de soportar el ajado estado en el que se encuentra el pavimiento: “Carretera infernal, este asfalto está maldito”. Pues a nosotros nos gusta. Será que tenemos algo de diablillos. Y que solo estamos de paso, claro. Los prebostes parece que quieren arreglar la cosa.

Un “asfalto maldito” nos conduce a unos parajes aislados allá donde tres provincias se tocan.

El estado del firme es inversamente proporcional a la belleza que nos rodea. Nos internamos en lo más hondo del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas. Allá donde las montañas nos encumbran. Allá donde tres provincias chocan los cinco (Granada, Albacete, Jaén). Allá donde, seguro, un día aullaron los lobos. Estamos en las antípodas de Cazorla, también de la sobreexplotación turística de la Serranía. Aquí no hay ni el Tato. Ni se le espera. Las carreteras mudan de piel, como culebras, y mejoran a medida que nos vamos acercando a la parte más elevada de la ruta, desde donde divisamos el Collado del Malandante y Las Juntas. Las vistas son espléndidas, y la bajada, un disfrute absoluto. Almorzamos en El Morrión. Un menú de los que ya no quedan, a un precio de los que ya no se ven. Para chuparse los dedos.

No a mucha distancia tenemos el nacimiento del Segura, pero nuestro destino es otro: siguiendo el cauce del río, navegando junto a los límites de Andalucía y Castilla-La Mancha, zarpamos con nuestras motos rumbo a Yeste. Los paisajes epatan. Bosques, grandes farallones de roca, cuevas en altos roquedos, cascadas, cauces de agua que fluyen junto a nosotros… En el mapa del mototurismo nacional hay destinos evidentes (Pirineos, Picos de Europa, Alpujarra, Gredos…) y otros que aguardan a ser descubiertos más en profundidad. Como este. Yo sé de tres que estamos deseando regresar.

Iglesia y fortaleza de Yeste.

La A-63 presenta mechones de asfalto que alguna vez lo fue, y no permite despistes. Ritmo tribal y a disfrutar. Así, hasta que lleguemos a Yeste, enmarcado en el cerro de San Bartolomé y su frondoso valle. Su castillo cimero del siglo XIII, antigua fortaleza musulmana, preside las vistas del municipio, que conserva un valioso legado monumental. Se trata de una villa cuyos primeros asentamientos datan del Paleolítico. Fue enclave militar de gran importancia y perteneció a la Orden de Santiago.

A 20 minutos está Peñarrubia. Un pequeño desvío a la izquierda en la CM-3206 nos adentra en este núcleo de población dependiente de Elche de la Sierra. Es fácilmente reconocible por el desgastado pico que da nombre a esta pedanía. Acaricia los 1.000 metros de altura y sus tonalidades anaranjadas al atardecer han quedado inmortalizadas en el comedor de la Posada Peñarrubia, un alojamiento donde se duerme bien y se come mejor aún. El hostal dispone de piscina y espaciosos apartamentos y también de habitaciones que han sido recientemente renovadas.

En la Posada Peñarrubia, con Víctor Manuel Martínez

Por su parte, el restaurante cuenta con una amplísima carta con platos caseros. Comida de toda la vida que aquí adquiere un sabor y una calidad extraordinaria: desde sus ricas carnes hasta la gastronomía tradicional; revitalizantes entrantes y suculentos postres. Si queremos hacer excursiones por la zona y establecer como “base de operaciones” la Posada Peñarrubia, podemos desayunar, almorzar y cenar con plenas garantías y precios económicos. Los cazadores que frecuentan el lugar bien lo saben. Y cada vez más turistas, que han establecido en esta pequeña aldea la base para descubrir los cercanos municipios de Letur, Férez, Molinicos y Riópar (con la visita obligada al nacimiento del río Mundo).

Para nosotros, los moteros, este establecimiento familiar propiedad de Víctor Manuel Martínez es una opción aún mejor si cabe, pues nos permite realizar rutas cortas en torno a la propia Sierra del Segura y otros parajes próximos, como el embalse de la Fuensanta y el Parque Natural de los Calares del Mundo, trazando un recorrido circular a través de Batán del Puerto y las Crucetillas (1.450 m), cuya carretera es un auténtico camino de cabras –montesas-, con boquetes donde caben autobuses de dos pisos y tanta grava como en el yacimiento murciano de San Esteban. Mucha grava. Pero nada grave. (¿Ya hemos contado que nos gustan las carreteras de serie Z?).

Nacimiento del Río Mundo.

Dentro de nuestra ruta circular encontramos Ayna, la llamada “Suiza manchega”. Aunque el país helvético está muy lejos geográfica y comparativamente hablando, lo cierto es que los picos que rodean a este municipio se hinchen por su escarpada silueta y su altitud. Varios miradores nos permiten gozar de buenas vistas, como los de Peñapesquera, los Infiernos y los Mallos.

A la salida de Ayna, una vespa con sidecar nos recuerda que en estos páramos se grabó “Amanece que no es poco”, del director, guionista y productor de cine albaceteño José Luis Cuerda. Se trata de una réplica de la utilizada en la película por los actores Antonio Resines y Luis Ciges. En 2018 se cumplen 30 años de su estreno, así que es buena ocasión para ir en busca de localizaciones y fotografiarnos junto a un icono que rinde homenaje a esta obra maestra delirante y surrealista. La foto aquí es necesaria y contingente.

La simpática recreación de una Vespa en Ayna recuerda la grabación de la película “Amanece que no es poco”.

Desde Riópar hasta Salobre (la cacareada localidad natal de José Bono), el descenso por la CM-412 hasta las puertas del Campo de Montiel es magnífico: buen asfalto y preciosas curvas. Rodamos entre bosques, hay que tener precaución con la fauna silvestre. La Sierra de Alcaraz nos sirve de antesala para situarnos en la pequeña localidad (apenas 1.600 habitantes) que da nombre a la serranía. Se trata de un municipio singular y muy identificativo, pues se alza en un promontorio presidido por un castillo que formó parte de una auténtica ciudadela fortificada. Podemos llegar con nuestras motos hasta la Plaza Mayor, declarada monumento histórico-artístico desde 1945. En el siglo XVI, debido al auge del comercio, había la necesidad de un espacio amplio donde comerciar. Las peculiares y renacentistas Torre de la Trinidad y la Torre del Tardón forman un prisma irregular muy característico. Sus tres lonjas, la Santo Domingo, Regatería y Alhorí están muy bien conservadas, junto con el arco de Zapatería. Una visita que no podemos desaprovechar… y que tenemos a tiro de piedra del Hotel Rural Coto de Quevedo, ubicado en la apacible comarca manchega del Campo de Montiel.

Las torres de la Trinidad y del Tardón, imagen de Alcaraz.

Francisco de Quevedo, madrileño de nacimiento, falleció en la localidad de Villanueva de los Infantes. Ostentó los títulos de caballero de la Orden de Santiago y señor de Torre de Juan Abad, que aunque no lo parezca y para quien no lo sepa, es una villa ciudadrealeña, en cuyo término municipal se ha construido el establecimiento recomendado por nuestros amigos de Ruralka on Road. Si uno de los apelativos que más se asocia a este tipo de alojamientos es el de hoteles “con encanto”, las instalaciones que regenta José Antonio Medina Rubio cumplen a la perfección: por concepto, por ubicación, por diseño, por amplitud, por calidad, por trato, por buen gusto… Aquí, cero estrés. No toca. Sus 14 habitaciones de evocadores nombres nos invitan al relax. También la piscina con jardín. Las instalaciones son muy demandadas para eventos, despedidas, bodas, convenciones, catas, cursos y vísperas cinegéticas.

El Hotel Rural El Coto de Quevedo es una recomendación de Ruralka on Road.

José Antonio Medina no solo es propietario, también es responsable de los fogones. Productos de máxima calidad, una cuidadísima selección de recetas de antaño, fusionadas con las tendencias y toques gastronómicos más vanguardistas, han creado una propuesta creativa, equilibrada, certera y sustanciosa. Por vocación, por formación, y por bagaje profesional, este amante de la cocina tradicional ha elevado el listón de la calidad a unos niveles difícilmente superables. Nuestra cena fue antológica. Podríamos habernos comido unas 1.000 croquetas. Y 1.000 milhojas. Y ay, el ajoarriero… ¡Qué rico todo!

En el gastrobar cerramos la noche, las vivencias de la jornada y las últimas risas tomando unas copas antes de celebrar el merecido descanso, previo a la última parte de nuestra ruta. Siempre con mesura y sabiendo retirarse a tiempo, no sea que nos vengan a la memoria las sabias palabras de Sancho: “Señor, que el retirar no es huir, ni el esperar es cordura, cuando el peligro sobrepuja a la esperanza, y de sabios es guardarse hoy para mañana, y no aventurarse todo en un día”.

Seguimos las huellas del Quijote en el Campo de Montiel.

Estamos en tierras cervantinas. El Quijote campa con su fiel escudero en muchos de los lugares que nos rodean. Paramos nuestros corceles motorizados a la entrada de Almedina, junto a las siluetas metálicas del ingenioso hidalgo y el siempre juicioso Sancho. No se oye más relincho que el ralentí de nuestros motores. Pero sí resuenan los ecos de épicos episodios de caballerías, sucesos y lances a lomos de un fiel Rocinante y un esforzado rucio. El Coto de Quevedo ha sido nuestra particular venta, ambientada en nuestro siglo.

La inmortal novela de Cervantes sigue marcando huellas por toda la zona. El prólogo del Quijote apunta: “La historia del famoso Don Quijote de la Mancha, de quien opinión, por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos”. Y también “comenzó a caminar por el antiguo y conocido Campo de Montiel y era verdad que por él caminaba” (Parte I, Cap. II). Y muchas más referencias, en la salida que transcurre por La Mancha y Sierra Morena.

Un escenario muy cervantino: Plaza Mayor y fachada sur de la Iglesia de San Andrés.

De camino a las lagunas de Ruidera nos detenemos en Villanueva de los Infantes, pueblo de carácter renacentista y barroco, un auténtico tesoro arquitectónico hecho villa, y el siempre sorprendente San Carlos del Valle, al que algunos denominan el Vaticano manchego. Su perfecta Plaza Mayor de proyección ortogonal y la bellísima iglesia del Santísimo Cristo del Valle, ejemplo de barroco tardío, casi neoclásico, sobrecoge a propios y extraños. Se trata de uno de esos lugares que gusta descubrir. Por inesperado.

Parada obligada fotográfica en las lagunas de Ruidera.

En caballería mayor de razas alemana y asiática llegamos a Ruidera, donde, por cierto, encontramos la también quijotesca “Cueva de Montesinos”. En sus proximidades hallamos dos simpáticas esculturas de hierro dedicadas a Alonso Quijano y Sancho Panza subidos a sus monturas. Porque nunca olvides querido lector, motoviajero, overlander del XXI, que antes, mucho antes que todos nosotros, ya hubo hidalgos de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor, que recorrieron estos caminos de Dios en busca de aventuras. Ellos supieron encontrarlas. Y tú, ¿te animas?

Texto y fotos: Quique Arenas // Acción: Juande Sáez, José Antonio Rodríguez, Quique Arenas

AGRADECIMIENTOS: Rafael Ausejo, Alexandra Pérez, Irene Benaches, Marina Rodríguez, José Antonio Medina, José Francisco García, Víctor Manuel Martínez, Juande Sáez y José Antonio Rodríguez

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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