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Vuelta a España en Van Van 125 Vuelta a España en Van Van 125
La gran mayoría de los que leéis estas líneas sabréis que un viaje comienza en el momento que se le pone fecha de inicio... Vuelta a España en Van Van 125

La gran mayoría de los que leéis estas líneas sabréis que un viaje comienza en el momento que se le pone fecha de inicio y con esta aventura no iba a ser menos, pero antes de ponerle fecha, habíamos quedado varias veces para ir dando forma poco a poco al reto.

Todo comenzó cuando David Gavina regresó de su viaje por Asia: había llegado hasta China en un viaje de 21000 km realizado en tan solo 24 días; puesto que ya conocía las intenciones de David de hacer algún viaje con una moto de pequeña cilindrada, le propuse hacer una escapa de fin de semana con dos Suzuki Van Van de 125cc, y claro, él me rebatió diciendo que si lo hacíamos, lo haríamos a lo grande, “¡vamos a dar la vuelta a España! dijo, y nos pusimos manos a la obra, hasta que finalmente, el verdadero comienzo fue cuando pusimos la fecha de salida. Tras varias reuniones para concretar el equipaje que llevaríamos cada uno y el itinerario, que sería lo mas cerca de la costa en la medida de lo posible o acercándonos lo máximo a las fronteras con Francia y Portugal, fueron pasando los días y cada vez estaba más cerca el día de nuestra salida. Casualmente, el mismo tenía lugar la Distinguished Gentleman Ride, una concentración de motos “con aire retro” que se celebra simultáneamente en muchas ciudades de varios países en todo el mundo con el fin de recaudar fondos para la investigación del cáncer de próstata, por lo que decidimos comenzar nuestro viaje en Barcelona y así colaborar con esta causa. Fuimos de los primeros en llegar y tuvimos la suerte de recibir la pegatina y la chapa conmemorativa del evento, aunque la verdadera sorpresa fue coincidir con el grupo de Suzuki Van Van que también acudieron al evento y en el que por fin, conocíamos personalmente a varios miembros con los que habíamos interactuado en repetidas ocasiones a través de las redes sociales.

Después del buen rato que pasamos en la concentración, David y yo nos fuimos a dar un paseo por Barcelona y visitar los sitios más típicos y míticos de la ciudad condal, como la estatua a Cristobal Colón, el Van Van Var y el Paddock Motard Bar, donde comimos junto con un montón de amigos que vinieron a pasar un buen rato, incluso se animaron a hacer unos kilómetros con nosotros.

Debido a una incidencia con la batería de mi moto, tuvimos un retraso de 2 horas, pero no estábamos dispuestos a tirar la toalla a la primera de cambio, por lo que continuamos haciendo kilómetros e intentando cumplir el reto de dar la vuelta a España con dos Suzuki Van Van 125 en solo una semana. Ya en la provincia de Girona, mientras que hacíamos una preciosa carretera de curvas, comenzó a llover de forma inesperada y muy abundante, lo que nos obligó a parar para ponernos los impermeables, ya que desde el inicio teníamos previsto llegar a Cap de Creus, en Cadaqués y haríamos todo lo posible para recuperar el tiempo perdido en Barcelona. Y así fue: sobre las 22.30h llegábamos a Cap de Creus por una carretera muy divertida, aunque con mucha cautela por la poca visibilidad.

Lástima que llegamos de noche, porque no pudimos apreciar las bonitas vistas que se ven desde lo alto de su mirador. No podíamos esperar hasta el amanecer para disfrutar de ellas, así que nos pusimos en marcha para dormir en Figueres, con la intención de arañar unos cuantos kilómetros a la etapa del día siguiente. Siendo ya lunes por la mañana, nos tomamos un café en cuanto nos levantamos y antes de las 7:00h estábamos encima de la moto otra vez, con muchas ganas de afrontar la etapa, ya que nos disponíamos a unir el mar Mediterráneo con el mar Cantábrico en un solo día, por la carretera N-260, Eje Pirenáico, y con la ilusión de llegar a Rentería, a casa de mi buen amigo Pablo Alemany, almanseño de nacimiento pero afincado en Rentería desde hace algunos años, ya que nos ofreció pasar la noche allí y por supuesto, ni podía ni quería rechazar esa oferta. La ruta empezó con normalidad y según nos adentrábamos en los Pirineos, la temperatura descendía notablemente. Pasamos por el puerto de Toses (1790 m), El Cantó (1720 m) y el de la Creu de Perves (1335 m) entre otros, a ritmo de Van Van, lo que los hizo todavía, más espectaculares.

Siguiendo por la misma carretera llegamos a Ainsa, donde nos esperaba Tomás Serra, otro Vanvanero que vive por la zona que no dudó en hacer unos cuantos kilómetros para tomarse un café con nosotros. Fue un placer conocerlo porque además de que Tomás regenta un hotel motero en el pirineo oscense, al cuál nos invitó muy amablemente, también nos invitó a ese café que nos supo a gloria, sobre todo después del frío que habíamos pasado a primeras horas de la mañana. Foto de rigor con Tomás y seguimos nuestra ruta sin demorarnos demasiado. Circulando por la carretera N-260… ¿cómo no parar en Jánovas? Jánovas es un pueblo que se expropió en su totalidad hace mas de 40 años para, supuestamente, hacer una presa que nunca se construyó. Los propietarios de las viviendas las han reclamado legalmente y se están reconstruyendo, pero lo más característico de éste pueblo es su puente colgante, con traviesas de madera, algunas sueltas -otras ya no están por el paso del tiempo-, pero hay que cruzarlo, ya que era el único sitio por el que se podía acceder al pueblo; con la reconstrucción del pueblo construyeron otro puente para que la maquinaria pesada pudiera acceder.

Después de nuestra corta visita a Jánovas, continuamos con dirección a Jaca para desde allí, seguir dirección Pamplona, Irún y finalmente, Rentería. La tarde se caracterizó por el fuerte viento que soplaba lateralmente y que hizo la conducción algo más incómoda, pero cada vez estábamos más cerca de nuestro final de etapa, con lo cual, cada vez quedaba menos para ver, después de mucho tiempo, a mi buen amigo Pablo. Acudimos directamente a la puerta de su casa y mientras que descargábamos las motos, apareció con su interminable sonrisa, ¡que alegría! Nos alojamos en su casa, una ducha rápida y a tomar unas cañas al bar Mayte, justo debajo de casa. A la mañana siguiente, Pablo nos había preparado un desayuno digno de un gran deportista para afrontar la siguiente etapa, por lo que nos comimos las tostadas y pusimos rumbo a Asturias, sin saber muy bien cuál sería nuestro final de etapa.

Ya que teníamos que pasar por Bilbao, también paramos a saludar a Joseba, buen amigo y propietario de la tienda Motoaccesories Adventure – Touratech Bilbao, con el que tuvimos el placer de tomar un café mientras charlábamos un rato.

Como nos habíamos entretenido tanto en Bilbao, seguimos nuestra ruta sin descanso, ni siquiera parar a comer, solo repostar y continuar, eso sí, disfrutamos de las maravillosas vistas que nos ofrecía la carretera N-634, que en su mayoría, va junto a la costa del mar Cantábrico, el cual no deja de sorprenderme cada vez que me acerco a sus costas. Acantilados y playas de ensueño quedaban a nuestra derecha mientras devorábamos kilómetros a ritmo de Van Van. A eso de las 15h, recibo una llamada de teléfono, era la gran viajera y mejor persona Elsi Rider, diciéndome que nos esperaban a cenar a nuestro paso por Gijón; otra parada obligatoria que ni queríamos ni debíamos saltarnos. Como buena conocedora de esa “tierruca”, nos recomendó visitar La Cuevona, un lugar bastante escondido que seguro no nos iba a decepcionar, aunque antes de llegar teníamos parada obligatoria en la playa de Gulpiyuri, “la playa sin horizonte”, ya que David no la conocía y es un lugar digno de admirar. Su peculiaridad es que la fuerza del mar ha ido perforando la roca hasta que, con el paso del tiempo, se ha llegado a formar esta playa tan pintoresca.

Siguiendo los consejos de Elsi, llegamos hasta Ribadesella y tras un buen rato de curvas por una calzada donde apenas cabía un coche y perdernos en diversas ocasiones, nos encontramos cara a cara con La Cuevona, una maravillosa cueva iluminada por la que se puede circular con tu moto, ¡maravillosa! Visita que mereció mucho la pena a pesar del “tiempo perdido” hasta que finalmente conseguimos llegar. Desde luego no había sido una pérdida de tiempo, era más bonita de lo que había imaginado.

Unas cuantas fotos dentro y fuera de La Cuevona y carretera otra vez, esta vez hasta Gijón, donde nos esperaban Elsi y Berto para cenar y compartir una tertulia maravillosa. ¿Sabéis de qué hablamos? Pues sí, es mas que evidente, ¿no? Jejeje ¡Nos pasamos todo el tiempo hablando de viajes en moto! Son dos personas encantadoras con las que las horas pasan volando y nunca quieres que llegue el momento de la despedida, pero en esta vida todo tiene principio y final, así que nos dimos un fuerte abrazo con la promesa de que vendrán a Alicante para comernos un arroz. Nos despedimos de ellos y nosotros continuamos hasta Avilés, donde habíamos fijado el final de etapa.

Galicia nos espera. Esta sería una etapa que esperaba con muchas ganas ya que nunca había tenido la oportunidad de circular en moto por sus carreteras, pero el momento que más esperaba era la llegada a Loiba (Lugo), al banco con las vistas mas bonitas del mundo y verdaderamente fue así, es un sitio mágico, 100% recomendable a todo el mundo y si es posible, hacer un descanso de 10 minutos y no pensar en nada, simplemente observar.

Con las pilas cargadas tras admirar la belleza proporcionada por las tierras gallegas desde el banco de Loiba, pusimos rumbo a Finisterre, otro de los puntos de paso obligatorio. Según los pensamientos de los romanos, este era el punto más al Oeste de la Tierra, es decir, el mundo se acababa ahí, “finis terrae”, en gallego, Fisterra. Llegar al cabo de Finisterre te aporta una sensación de satisfacción plena, llegar al punto donde se supone que el mundo se acaba, pero afortunadamente no es así, el mundo sigue y nuestro viaje también, por lo que pusimos nuestras pegatinas para verificar nuestro paso por ahí, foto de rigor y vuelta a la carretera.

Cuando salíamos de Finisisterre el reloj marcaba las 17:30h aproximadamente y todavía nos quedaban mas de 300 km y casi 6h de conducción para llegar a Verín, ya en la provincia de Ourense; y allí, cena, ducha y a dormir porque al día siguiente nos esperaba una etapa no tan divertida, ya que dejábamos la costa y entrábamos en las llanuras extremeñas.

6:50h de la mañana, el termómetro apenas supera los 0 grados y ya estamos en marcha por la N-631, buscando la ZA-305 que posteriormente se convertiría en SA-305, con rumbo a Mérida, donde nos espera mi amigo Ayuso, guardia civil. Después de tomar un café con Ayuso en la cantina de la Escuela de Tráfico de la Guardia Civil, seguimos nuestra ruta, que supuestamente termina en Zafra, Badajoz, donde visitamos a los amigos de Dontyre que quisieron ayudarnos con este viaje proporcionándonos 1 juego de ruedas Bridgestone para cada moto, que por cierto, ¡van genial! Tuvimos ocasión de probarlas en asfalto seco, en mojado, por tierra, por arena y se comportan estupendamente.

Hacía buen día y nos encontrábamos con fuerzas y muchas ganas de seguir, por lo que David miró un alojamiento en Ayamonte, Huelva, y sin pensarlo dos veces, nos pusimos el casco y tomamos la N-433. Nos quedaban unos 250 kilómetros y más de 3h de viaje para llegar a una hora prudente para cenar. Parece mentira, pero a las 23:30 estábamos sentados en un bar de comida turca en el puerto de Ayamonte en manga corta, con una temperatura idónea que invitaba a quedarse de tertulia en la terraza, pero no era posible, al día siguiente nos esperaban otros 600 kilómetros y 10 horas de conducción.

Nos espera toda la costa onubense hasta llegar a Mazagón, para tomar dirección a la aldea de El Rocío, primera parada de esta etapa que personalmente, me apetecía mucho, sobre todo, por el hecho de rodar con nuestras Van Van por arena.

Visitamos el santuario y continuamos dirección Sevilla, para sin detenernos seguir hasta Tarifa, donde nos azotaron sus vientos. Todo esfuerzo tiene su recompensa y ahí estábamos, en el mirador de Tarifa, disfrutando de las vistas y aunque el día no estaba despejado totalmente, se podía ver el continente africano perfectamente, teníamos Marruecos a unos escasos 8 kilómetros.

San Pedro de Alcántara era nuestro destino y mientras el mar Mediterráneo nos acompañaba, seguimos conduciendo hasta dejar atrás la provincia de Cádiz y entrar en Málaga. Manuel y Fernando, dos auténticos cracks que como otros muchos a lo largo de este viaje quisieron tomar algo con nosotros a nuestro paso por su ciudad y aunque nos quedamos muy cerca de Marbella, donde ellos residen, no tuvieron inconveniente en venir hasta San Pedro de Alcántara para tomarse unas cervezas con nosotros mientras hablábamos de motos, de viajes y de todo lo relacionado con las motos, ¿cómo no?

Dado que al día siguiente teníamos que pasar por Marbella, quedamos con Manuel y Fernando para desayunar en la churrería “Generalife”… ¡los mejores churros que he comido en mi vida!
Una vez que habíamos cargado las pilas para el resto del día, proseguimos con nuestra marcha junto con Manuel y Fernando que quisieron acompañaron unos kilómetros, tal y como habían hecho otros moteros a lo largo de nuestro viaje. Dejando atrás la provincia de Málaga y entrando en Almería, nuestra siguiente parada era el faro del Cabo de Gata, un lugar mágico para mí, ya que fue el destino del primer viaje que hice en moto con mi mujer cuando éramos novios, hace muchos años…

El final de etapa llegaba y apenas eran las 15h, ya que todos los días habíamos arañado unos kilómetros a nuestro planteamiento inicial para llegar a casa cuanto antes, a ser posible en menos de una semana, pero no pudo ser ya que Javier y Marta, unos amigos de David habían ido hasta Albaricoques, Almería, a esperarnos y había reservado alojamiento, por lo que nos quedamos allí toda la tarde con ellos.

Luego fuimos a la Isleta del Moro, al restaurante La Ola, otro sitio recomendable para cenar con unas vistas maravillosas y una fabulosa gastronomía. Después de la cena, volvimos al alojamiento para pasar allí la última noche de esta aventura, lo que nos dejaba un sabor agridulce. Por una parte el viaje iba tocando su fin, por otra, las ganas de ver a nuestras familias crecían desde el momento del inicio del viaje y ya nos quedaba muy poco, apenas unos 400 kilómetros para llegar a casa y que al día siguiente, haríamos con la satisfacción de haber completado nuestro viaje, incluso en menos tiempo del que habíamos pensado.

La primera parada que hicimos nada más llegar a Alicante fue en el complejo desde donde se da inicio a la vuelta al mundo a vela, la Volvo Ocean Race. Solo distaban 2.5km para concluir, y tanto la familia de David como la mía, además de unos cuantos amigos, estaban esperándonos en el “bar de debajo de casa” donde, después de saludarnos todos, comimos juntos mientras les contamos nuestras peripecias.

José Cuenca y David Gavina.-

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

  • Jota Over

    5 agosto, 2019 #1 Author

    Hola. ¿Hay alguna manera de ver o descargar el track del viaje? Estoy pensando en hacer algo parecido. Gracias

    Responder

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