Vicente Giménez “Vitín” ha concluido su particular vuelta al mundo. Después de recorrer más de una quincena de países y 40.000 kilómetros, nos cuenta sus vivencias a bordo de “Camel”, la preciosa BMW R 1200 GS Adventure LC que le ha acompañado en su aventura.
Hola! Soy Vitín y he sido el afortunado viajero que acaba de dar una vuelta por el mundo en moto. Puede ser interpretado como una valentía, acto de coraje o algo heroico, pero nada más lejos de la realidad. Ha sido vivir un sueño que a finales de 2014 apareció por mi mente. Os lo cuento:
El 30 de mayo, y con solo 5 meses de preparación, salí con la intención de dar la vuelta al mundo según una ruta que tenía prevista. Partí de Barcelona la citada fecha y una comitiva de motos me acompañó hasta la primera frontera con Francia. Desde allí y en compañía de dos amigos y mi hermano nos fuimos hasta los Alpes franceses, desde donde mi hermano volvió a casa. A orillas del lago Maggiore se nos unió Marco y volvimos a ser cuatro para adentrarnos en los Dolomitas. En aquel punto me quedé totalmente solo aunque… el mundo está lleno de gente.
Crucé Austria en un periquete para llegar a orillas del Lago Balatón en Hungría, donde pasé la noche en un bonito camping a orillas del lago. Desde allí, mi intención fue llegar a Pitesti en Rumania, pero no llegué y tuve que pernoctar en Deva. Disfrutando de la Transalpina llegué a Budeasa donde me esperaban mis ya nuevos amigos rumanos. Visité Brasov, estuve con otra viajera, Lore, y curveé por la Transfagarassan como loco.
Desde Rumania cruce Bulgaria para adentrarme en Turquía. En Estambul había quedado con mis amigos de la infancia que iban a pasar un fin de semana conmigo. Fue un soplo de aire fresco antes de adentrarme en Irán para visitar ciudades impresionantes del antiguo reino Persa y mucho desierto. Desde Teherán, la moto (Camel) y yo volamos a Mumbai para salvar el Baluchistán en Pakistán. Desde Mumbai rumbo hacia el norte para llegar al Rajastan, siendo Pushkar la ciudad más sagrada de la India y para sus habitantes la más sagrada del mundo. Desde allí a Agra y visitar el no menos impresionante Taj Mahal.
Rumbo norte llegué a la provincia de Himachal Pradesh y vislumbré el cielo en la ruta Manali-Leh con una altura media de más de 4.000 metros durante más de 500 kilómetros. Fue emocionante subir a la carretera más alta del Mundo, el Khardung-La a 5.600 metros. Y con Camel…y sus kilos. Desde Leh, atravesé todo el Kashmir para desde su ciudad principal, Srinagar adentrarme en Jammu y el Punjab. Desde allí me dirigí a Nepal donde hacía escasos meses su capital, Katmandú, había sufrido el siniestro terremoto que asoló la ciudad. Fue trágico ver los restos. Desde allí Camel y yo volamos a Bangkok para cruzar Birmania o Myanmar. A Bangkok vendría mi pareja, Imma, y descansaría de Camel dos semanas en las que me dedique a hacer turismo. Podríamos decir que tuve “vacaciones” dentro del viaje. También aproveché para hacerle la revisión de los 40.000.
El viaje continuó bajando toda Tailandia hasta Malasia. Me alojé en Kuala Lumpur y estuve allí 10 días. Un problema mecánico, que me resolvían en garantía, me hizo volver a casa y sacrificar Indonesia y Australia por Sudamérica. Y fue un acierto. Con Camel en forma volamos desde Madrid a Buenos Aires para bajar por su costa Este, pero antes visitamos a un amigo en Córdoba y nos tocó atravesar la inmensa Pampa y desde allí visitar Puerto Madryn, Puerto Pirámides y toda la Península de Valdés donde pude avistar ballenas y pingüinos. Seguí bajando con el objetivo de llegar al VIII Encuentro Internacional de Motoviajeros que se celebraba en Ushuaia. Pasé por Río Gallegos y cruzamos el Estrecho de Magallanes para llegar a Tierra de Fuego. Después de unos días allí, volví a subir por la mítica Ruta 40. Llegué a El Calafate y la visita obligada fue el Glaciar Perito Moreno. De las cosas más impresionantes que he visto en el viaje y en mi vida.
Desde el cercano El Chaltén seguí la fiable R40 hasta San Carlos de Bariloche a orillas del lago Nauel Huapi, desde donde crucé a Chile por Villa La Angostura. En Osorno y en las estupendas instalaciones de MotoAventura, Camel pasó la revisión de los 50.000 km. Bajé a Puerto Montt a darme una vuelta y subí hasta Concepción donde estuve unos días visitando a una amiga. La capital, Santiago, me esperaba y para allí me fui. Conocí a unos amigos estupendos y crucé a Argentina para llegar a Mendoza por el Paso del Cristo Redentor, desde donde tienes vistas del impresionante Aconcagua.
Después de unos días en Mendoza donde pasé la Navidad con unos excelentes amigos, volví a seguir la R40 que me tenía que llevar a Salta. Para llegar atravesé los estados de San Juan, La Rioja, Catamarca y Tucumán. La ruta fue inolvidable con paisajes sobrecogedores. Y si en Mendoza pasé la Navidad, en Salta recibí 2016 pasando Fin de Año en compañía de una familia que ya es mi familia en el norte de Argentina. Un gran país y mejores personas. Por el Paso de Jama volví a Chile para llegar a San Pedro de Atacama en medio de unos paisajes espectaculares. Por su belleza, por su altura y por su silencio solo roto por el escape Akrapovic de Camel. Dormí en Calama y seguí subiendo atravesando el caluroso desierto Chileno hasta llegar a Arica, desde donde pasé a Perú. Desde Tacna hice una de las más difíciles etapas del viaje por la Panamericana, que fue mi ruta elegida para seguir avanzando hacia el Norte. La dureza consistió en los más de 1.000 kilómetros y que más de 300 de ellos los hice de noche. Me salté una regla muy importante entre viajeros. No viajar de noche. Llegué a Nasca (con sus famosas líneas) y desde allí me dirigí a Lima. En Lima me volvieron a acoger en casa de una familia maravillosa. Tanto que los llevo en mi corazón y nombrar Perú me evoca su recuerdo. Un problema mecánico me hizo estar algunos días en Lima mientras Cial Gildemester (BMW en Lima) me lo solucionó en garantía.
Abandoné Lima con la intención de llegar a Máncora en la costa del Pacífico peruano y próximo a la frontera con Ecuador. En un poblado hippie pasé la noche. Al día siguiente llegaría a Guayaquil, donde la hermana de una amiga me esperaba. Estuve dos días y hubiera estado más. Seguí hasta Quito en un viaje pasado por agua que me impidió ver los volcanes -como el Cotopaxi por ejemplo- de los muchos que la orografía ecuatoriana tiene. Quito es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Bien merecía una buena visita y me estuve 3 días. Desde allí, y siguiendo la Panamericana entré en Colombia por Ipiales. Enseguida me gustó Colombia. Sus carreteras, sus gentes, su acento, su comida. Pasé por Pasto para llegar a Cali donde pase noche y desde allí me adentre por el Eje Cafetero con poblaciones como Pereira, Armenia, Manizales o Dosquebradas, donde me alojé en casa de un seguidor de mi viaje que me enseñó la zona y me presentó a su encantadora familia.Desde ese punto, que me costó dejar, seguí hasta la capital, Bogotá. Había conocido en el encuentro de Ushuaia a Fabián de Tunja (Boyaca) que se acercó a Bogotá, me hizo de guía, anfitrión y me presentó a una familia encantadora que me acogió en su casa antes de partir a casa de Fabián. En Bogotá me entrevistaron para el Canal RCN en un programa de máxima audiencia y todo el mundo en Colombia me conocía por ello. Hasta por la calle. Fue curioso. Esta vez sí ya en Tunja, estuve un par de días en casa de la familia de la madre de su reciente hijo. Visitamos la región en moto e incluso me prepararon una salida nocturna con los Bull’s Tunja. Desde Boyaca seguí subiendo con el objetivo de llegar a Cartagena de Indias desde donde enviaría a Camel en barco a casa y yo volvería en avión. En Cartagena además de las múltiples gestiones para el envío de la moto -que me robaron un precioso tiempo-, me alojé en Casa Torices Real y estuve como en casa.
Pude visitar el casco antiguo de esta perla del Caribe y hacer una excursión a Playa Blanca descansando en la fina arena, bajo el sol y con e espectáculo de un mar esmeralda que tardaría en volver a ver.
Para Motoviajeros, “Vitín OK”
www.vitinworldtour.com
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