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Ruta en Harley: De leyenda Ruta en Harley: De leyenda
ES ESTA UNA RUTA ESPECIAL. MÁS QUE UNA RUTA, UN SUEÑO. NOS SUBIMOS A UNA FLAMANTE HARLEY-DAVIDSON DYNA SWITCHBACK PARA RECORRER, DE LA MANO... Ruta en Harley: De leyenda

ES ESTA UNA RUTA ESPECIAL. MÁS QUE UNA RUTA, UN SUEÑO. NOS SUBIMOS A UNA FLAMANTE HARLEY-DAVIDSON DYNA SWITCHBACK PARA RECORRER, DE LA MANO DE ÁVILA CUSTOM RENTAL, LOS LUGARES MÁS LEGENDARIOS DE CASTILLA Y LEÓN. RODAMOS POR LAS PROVINCIAS DE ÁVILA, VALLADOLID Y SEGOVIA EN BUSCA DE CASTILLOS Y CARRETERAS SOLITARIAS. UNA MARCA DE LEYENDA MERECÍA UNA RUTA DE LEYENDA.

Todos los viajes tienen su propia banda sonora. A veces ocurre con anterioridad. Tal vez por lo que nos evocan los lugares a los que nos vamos a dirigir; tal vez por nuestro estado de ánimo. En otras ocasiones mana durante la propia ruta, inesperadamente. De repente, una canción se te cuela y decide acompañarte durante horas. A veces es tan fuerte que, en un momento dado, te das cuenta de que estás canturreando a grito pelado mientras vas conduciendo. Convirtiendo el interior de tu casco en una improvisada sala de conciertos. Es entonces cuando notas que todo te importa un carajo, que solo quieres sentir. Vivir la emoción del momento. Y un escalofrío metálico te recorre la espina dorsal. ¿Os ha pasado?

Murallas de Ávila. Ruta en Harley por Ávila, Segovia y Valladolid

La banda sonora de esta aventura tiene varios movimientos. Por una parte, el propio sonido de la Harley. Vibrante –en toda su expresión-, armonioso… Una marca registrada que aúna tradición y vanguardia tecnológica para convertir la conducción en una experiencia arrebatadora. Para ello, quienes estamos acostumbrados a montar elefantes alemanes, necesitamos quitarnos miedos y prejuicios. Solo hay que dejarse llevar. Permitir que esa banda sonora nos lleve a donde quiera que sea. A los diez minutos, la comunión con este mito americano es total. Sientes que pilotar a 695 milímetros del suelo es una gozada. Que las estriberas del tamaño de la bota son un alivio. Que el universo custom te impregna por completo, y deja de importarte que estos gloriosos hierros busquen la verticalidad y no la inclinación. Son como tozudos tentetiesos. Pero te da lo mismo, porque enseguida brota el entendimiento y ya no quieres bajarte. El motor de la Dyna empuja sin estridencias y sus ecos resuenan finos e interminables. Después de atravesar las murallas de Ávila y salir a espacio abierto, el panel digital situado sobre el depósito nos muestra las notas que acompañan a esta sinfonía. Y así, en cuarta velocidad, a 2.500 rpm, empieza el segundo pase del concierto.

El viento te golpea el rostro, es un impredecible día de invierno, pero da igual. La música comienza a fluir. Y te ves desde fuera, atravesando las primeras rectas de la campiña castellana, conduciendo una Harley mientras el tema The Ecstasy of Gold, de Ennio Morricone, se incorpora a la escena. Es un momento épico. Primero aparece el inquietante piano, después la melancolía del oboe… hasta que el chorro de voz de Susanna Rigacci se desata y te transforma en un ser libre. La música va in crescendo. Se pone a galope, literalmente. De hecho es una de las piezas incluidas en la BSO de El bueno, el feo y el malo, grabada por cierto en los desiertos de Almería y varias localizaciones de la provincia de Burgos. Las películas del oeste tienen su punto, y los capullos que solo causan problemas suelen perder, lo cual mola. Aquella cinta fue de las mejores. Imposible de entender sin la aportación del compositor italiano. De pronto, pienso si no me estoy convirtiendo en un moñas. Voy en una Harley, “mi Harley” durante este fin de semana invernal, ¿y lo primero que se me pasa por la cabeza es la música de un spaghetti western? Va, ¿cómo es posible? ¡Me encanta el blues! ¡Soy músico! ¡He tocado cientos de veces temas de rock sureño! Pensé que la banda sonora para esta ruta sería La grange, de ZZ Top, o Sweet Home Alabama, de Lynyrd Skynyrd, o Born to be wild, de Steppenwolf e himno de Easy Rider, ya que de películas hablamos. ¡Pues no! The Ecstasy of Gold, ¡tócate las narices! Un momento… De repente, poco después de rebasar Cardeñosa, me doy cuenta de que hasta los mismísimos Metallica hicieron una versión brutal de esta obra maestra de Morricone. Y recuerdo cómo sonaba la Orquesta Sinfónica de San Francisco dando la introducción al disco S&M. ¡Ahora sí! Ahora me siento un tipo duro, un rider como Dios manda, o al menos con la conciencia más en su sitio. ¡Looo, loooo, lo, loooo, na, na, na, na, na, naaa, na, na, naaa, na naaaa! ¡Acojonante! ¡Se unen las voces polifónicas del coro al completo! ¡Cómo suena The Ecstasy of gold! Claro que sí, ahora lo comprendo: ¡es la banda sonora perfecta! Dicen que las Harley son sensaciones. ¡Pues a sentir!

La música te lleva en volandas, y los 85 caballos que me acompañan trotan al ritmo de la película que está grabándose en ese mismo instante sobre mi mente. Meto quinta. Y sexta velocidad. El motor ronronea preciso a 2.250 vueltas, siempre suave, siempre elástico, siempre lleno, como dando a entender que puede llevarte de un tirón a Vladivostok si hace falta. El escape, dos en uno, te brinda una rumorosidad hipnótica y el bicilíndrico en V hace su trabajo sin despeinarse. Es entonces cuando te imaginas en aquellas interminables rectas de Estados Unidos. Y comprendes la razón de la existencia de estas monturas.

Gotarrendura. Ruta en Harley por Ávila, Segovia y Valladolid

Hoy cambiamos las inconfundibles formaciones rocosas del far west por los pueblos de la Ruta Teresiana. Y así, sucediendo todo en silencio pero con el volumen a todo trapo, llegamos hasta el pueblo que vio nacer a Santa Teresa de Jesús: Gotarrendura. Y cambiamos una música por otra. Las mujeres, vestidas con trajes regionales, tomaron el mando del municipio con motivo de la festividad de Santa Águeda. Y es literal, pues se hace entrega del bastón de mando consistorial a una de las aguederas para que gobierne durante un día. La comitiva, amenizada por el grupo de dulzaina y tambor “Aires de la Moraña”, bloqueaba la carretera deteniendo a todo aquel que pasase por la AV-804. Un piquete festivo, para que nos entendamos. El objetivo, recaudar fondos para una causa solidaria. A cambio, los dulces y los bailes con estas encantadoras gentes estaban garantizados. Y las fotos de rigor, también. La Switchback, escoltada por mujeres ataviadas con trajes regionales, posa para la ocasión sin rechistar. En mi mente se dibuja la escena de un caballo atado frente al Saloon rodeado por las bailarinas de cancán que suben las piernas en alternancia hasta que el pianista es silenciado por un súbito cruce de miradas entre el Sheriff y el forajido de turno. (Salvando las distancias, claro está). Gotarrendura era una fiesta. Y la comitiva se perdió en las entrañas de un pequeño pueblo donde la mística se funde con el folclore.

On the road again. Me he metido tan de lleno en esta experiencia Harley que hasta he decidido prescindir de mi TomTom Rider 400. Paso. A la vieja usanza: anotaciones fijadas con velcro a la enorme cúpula de la moto. Y si me lío, recurrir al PPS (Para, Pregunta, Sigue). Partiendo de Ávila, lo suyo era rendir homenaje al chuletón –y así ha sido: de celulosa, no bovino, eso sí-.
Los impolutos cromados reflejan el paisaje. El horizonte se dilata. La deformidad que provocan las superficies convexas del faro, en la que todo pasa a rápida velocidad, te hace pensar que estás viajando en tren. Y miras a tu derecha viendo pasar los colores del campo, como por una ventanilla. Y ves las nubes todas diferentes. Y ves tus pensamientos. Y ves pasar, posiblemente, tu propia vida.

Por el camino dejo atrás Hernansancho, San Juan de la Encinilla y Papatrigo. En Narros de Saldueña la parada es obligada. La comarca de la Moraña es como un plato. Los árboles son tan solo recuerdos del pasado. Como su castillo, que fue mandado construir a finales del siglo XIV como morada de Rodrigo V. Actualmente es una vivienda de propiedad privada, con su número 38 incrustado en una placa metálica azul sobre la jamba de la entrada, aunque no creo que el cartero lo necesite para orientarse en la entrega de correspondencia. ¿Es un castillo? ¿Es un palacio? ¿Es una mansión de planta cuadrada y torre de homenaje? ¿Es una casa desvencijada? ¿Es un collage arquitectónico remendado? Pues tal vez todo ello es. La construcción ha ido adquiriendo un perfil residencial, pero aún con todo, conserva unas formas elegantes y empecinadas.

Reemprendemos la marcha por esta llanura infinita sembrada de cereales, en la que los ríos Arevalillo, Zapardiel y Adaja diseccionan el mapa. Estamos en plena ruta teresiana. Bajamos hasta Vita y Herreros de Suso, cruzando la A-50 y la N-501. Vamos en busca de Narros del Castillo, al que los árabes llamaron Bebán cuando lo fundaron. Posteriormente, tras la reconquista, fue repoblado por navarros, lo que explica su denominación actual. El castillo desapareció y en su lugar se alza la iglesia. El rollo jurisdiccional formó parte de la vida de los narrenses durante más de 400 años, hasta que en 1931 se ordenó su retirada. Ahora ha sido recuperado, y luce enhiesto en el centro de la población.

Seguimos tras la huella de un camino histórico. Espíritu y misticismo se dan cita en Fontiveros, nuestro próximo destino. Allí nació un lejano 24 de junio de 1542 San Juan de la Cruz, cofundador de la Orden de los Carmelitas Descalzos y figura clave de la poesía mística española. El pueblo no llega al millar de habitantes, pero mantiene vivo el recuerdo de su personaje más ilustre. Tanto es así, que en 2011 se inauguraba el Espacio San Juan de la Cruz “Llama de amor viva”. Sus dependencias (posada, auditorio, biblioteca especializada…) lo convierten en un referente para el estudio de la obra del carmelita. También encontramos una estatua de bronce sobre pedestal de granito, obra del escultor Ricardo Font y colocada en la plaza del santo.

Cocido sanjuaniego en Fontiveros. Ruta en Harley por Ávila, Segovia y Valladolid

Hay una buena razón para ser fieles a este itinerario. Es sin duda una cuestión menos elevada, aunque puede ser sublime dependiendo de quien la enjuicie. Se trata de la gastronomía. Hacedlo como queráis, pero eso sí, cuadradlo de manera que la hora de comer coincida con vuestra visita a Fontiveros. El cocido sanjuaniego es una de las recetas más representativas de la gastronomía abulense. Y si hay alguien que conoce todos los secretos de este suculento plato es María José Rodríguez, propietaria y responsable de los fogones del Mesón Juan de Yepes (que en realidad era el nombre secular de San Juan de la Cruz). Elaborado con productos de primera calidad, típicos de la zona, representa un revitalizante insuperable. Al enorme cuenco de sopa con fideos le sigue un plato “extraordinario”, en palabras de Marijose: morcillo, espinazo y hueso blanco de caña de ternera, hueso de jamón, costilla de cerdo, tocino, chorizo, morcilla, gallina, garbanzos, pan y repollo. Por el cocido completo y un menú del día pagamos 25 euros. En ese mismo comedor Juan Echanove e Imanol Arias grabaron el programa “Un país para comérselo” el 29 de enero de 2010. Cuando terminas de comer entiendes bien el porqué.

Con el estómago agradecido continuamos rumbo norte. Conviene no despistarse y tomar el desvío por la AV-P-131 que nos lleva hasta Madrigal de las Altas Torres. Se trata de un caso único de villa medieval fortificada localizada en un llano, sin ningún tipo de defensa natural. Sus murallas de estilo mudéjar bordean el perímetro de la villa, a la que podemos acceder a través de cualquiera de sus cuatro puertas. Destacan el Hospital, fundado en 1443, y el Palacio de Juan II, donde nació en 1451 la reina Isabel, donde trató en 1469 su casamiento con Fernando y donde los Reyes Católicos celebraron sus primeras cortes en 1476. También descuellan sobre la planicie las iglesias de Santa María del Castillo y de San Nicolás de Bari, que cuenta con una torre de 75 metros de altitud, la más elevada de toda la provincia.

Aunque algunos de los pueblos que encontramos en la ruta languidecen devorados por el inexorable paso del tiempo, el siguiente lugar al que nos dirigimos, también enmarcado en la ruta de peregrinación de STJ, no acusa signos de decadencia. Al contrario, Medina del Campo (junto con Laguna de Duero, la mayor población de la provincia de Valladolid, con 21.000 habitantes) muestra una actividad más propia de una ciudad que de un municipio antiguo. En la Edad Media lo fue todo. Y hoy en día su majestuoso castillo de la Mota, su gigantesca Plaza Mayor (una de las más grandes de Europa) y… por qué no decirlo, también sus deliciosos pinchos y tapas continúan despertando el interés del visitante.

En 1978, el casco histórico de Medina del Campo fue declarado Conjunto Histórico Artístico. Por lo que conviene dedicarle un tiempo prudencial a empaparse de esta villa, cuya historia es fascinante. En el pasado las Ferias y su posición privilegiada le otorgaron períodos de gran prosperidad. Hablando de esplendor: el Palacio de las Salinas, convertido en un lujoso balneario, bien merece una visita. Está situado a 4 kilómetros del núcleo urbano y su planta es inconfundible.

Volviendo a la Plaza Mayor (en la actualidad, llamada Plaza Mayor de la Hispanidad), auténtico centro neurálgico del municipio, recomendamos probar los cojonudos. Perdón… pero es que se llaman así, y además con total justicia. Se trata de un pincho elaborado con pan, cubierto de ibéricos y coronado con un jugoso huevo -de codorniz para los sibaritas-. Admiten múltiples presentaciones: con tomate picado, perejil, pimentón… En cualquiera de sus variantes siempre hacen honor a su nombre.

Bares de tapeo hay muchos. Nuestra sugerencia: el Bar Isi y el Bar Alegría, en los soportales de la propia plaza. En el primero, un bar de toda la vida, también se comen unos nidos exquisitos; es otro de los pinchos estrella. El segundo, más moderno, está regentado por Raúl Alonso, flamante poseedor de una preciosa Moto Guzzi Stelvio, por lo que al placer del buen yantar se le añade una buena charla. También el Bar Geli (en el nº5 de la calle Pozo), que despacha unos cuellitos de pollo para chuparse los dedos.

Castillo de la Mota. Ruta en Harley por Ávila, Segovia y Valladolid

Pedro Alonso, motero de Hayabusa y amigo, hizo de cicerone. Junto a su mujer Esmeralda Pérez y sus hijas Carlota y Estela visitamos los atractivos de la villa que le vio nacer. El más espectacular de todos ellos: el castillo de la Mota. Entre sus ladrillos se encierran leyendas e innumerables capítulos de la Historia de España. Declarado Bien de Interés Cultural en 1904, ha vivido un largo proceso de restauración. Se trata de un baluarte inmenso, con una de las torres de homenaje más elevadas de cuantas se conocen: sus 40 metros y 5 pisos de altura impresionan aún hoy. El castillo consta de dos recintos; el exterior, blasonado por el escudo de armas de los Reyes Católicos, rodea a la fortaleza por completo. Alberga pasadizos y galerías subterráneas, mazmorras y almacenes. Al recinto interior se accede por un puente levadizo –actualmente fijo-; está formado por cuatro torres y el patio de armas. En él se localizan las habitaciones, bodegas, cuadras y el famoso Mirador de la Reina (no olvidemos que fue la última morada de Isabel la Católica). Con semejante telón de fondo, la Harley lucía imponente su silueta.

Decimos adiós a nuestros amigos y a los imborrables pinchos de Medina. Otra villa de renombre nos aguarda: Olmedo, escenario de batallas y conquistas. La Harley está en su salsa y presta su imagen una y mil veces a los continuos escenarios fotográficos que vamos encontrando en la ruta. Esta localidad fue llamada la villa de los siete sietes porque poseía siete plazas, siete iglesias, siete conventos, siete arcos o puertas de entrada, siete casas nobles, siete fuentes y siete pueblos de su alfoz. Sobre su importancia, el dicho popular es suficientemente elocuente: “Quien señor de Castilla quiera ser, a Olmedo de su parte ha de tener”.

Hablando de dichos populares, a partir de una seguidilla surgió El Caballero de Olmedo, obra cumbre de Lope de Vega: “Que de noche le mataron / al caballero, / la gala de Medina, / la flor de Olmedo”. La villa, como todas las anteriores, cuenta con un patrimonio ilustre, por lo que resulta un placer recorrer sus calles y plazas y detenernos a conocer sus elementos más representativos.
Prometíamos una ruta legendaria y lo está siendo. Todo emana leyendas. Y la meseta castellana ofrece sus largas rectas como negras alfombras rojas por las que rodar. De Olmedo a Íscar, con el rítmico pop-pop-pop de la H-D sin fallar ni una sola nota, sin salirse del compás. Y un nuevo castillo, esta vez sobre un elevado espigón calizo, recortando el horizonte. Aunque desde la carretera sorprende aún más la plaza de toros convertida en centro multiusos tras una obra faraónica que ha contado con un presupuesto de 2,3 millones de euros. Por cierto, que en esta localidad vallisoletana se celebra durante los días 4, 5 y 6 de marzo la concentración “Las Nieblas”, que ha alcanzado en 2016 su vigesimocuarta edición.

Ruta en Harley por Ávila, Segovia y Valladolid

Continuamos avanzando para entrar en la provincia de Segovia a través de las primeras masas arbóreas verdaderamente notables con las que nos topamos desde que salimos de Ávila. Damos con Cuéllar. Todo en este municipio es un guiño al pasado, y su rico patrimonio luce lustrado. Recorrer el Conjunto Histórico de la Villa de Cuéllar y sus arrabales supone introducirse en la Edad Media de la mano de los alarifes mudéjares, los comerciantes judíos o el clero cristiano. La nobleza y el pueblo, los palacios románicos y mudéjares y las casas con entramados de madera se cruzan en estas rutas, donde cada detalle, cada rincón es historia. ¿Y lo bien que encaja nuestra montura en estos escenarios? Apostada junto a su imponente castillo y sus palacios, o bordeando su muralla, o cabalgando entre su entramado de calles medievales.

Abandonamos Cuéllar. Nos sumergimos en la meseta, al abrigo de los pinares que observan nuestro avance lineal. La Harley está en su salsa. Y así, entre un verde que no esconde las nieves caídas durante la noche, llegamos al castillo de Coca, como sacado de un cuento. Uno de los ejemplos más bellos de arte gótico-mudéjar. Mil veces fotografiado y mil veces anhelado como enclave motero, es un prodigio de armonía en las formas.

En 1928, la Dirección General de Bellas Artes lo declara Monumento Histórico Nacional adscrito al Tesoro Artístico, y en 1954 fue cedido por los duques propietarios al Ministerio de Agricultura para la instalación de una Escuela de Capacitación Forestal, que sigue en funcionamiento en la actualidad.

Lo primero que sorprende es que la fortaleza no se levanta sobre un cerro, sino que forma parte integrante del núcleo urbano de Coca, por lo que no entraña ninguna dificultad acceder hasta la misma puerta con nuestra moto. Ya en el interior el castillo resulta igualmente asombroso, sobre todo por los motivos geométricos policromados que encontramos en sus salas, que se han conservado desde el siglo XV hasta nuestros días. La capilla, la torre del homenaje y las diferentes galerías que dan forma a este bellísimo conjunto arquitectónico nos transportan a un pasado esplendoroso. El reconstruido patio de armas, por su parte, nos transmite un magnetismo especial con su silencio y su grandiosidad, en contraste con la actividad diaria que el centro de enseñanza otorga a este espacio privilegiado.

Este municipio segoviano también conserva una parte de sus murallas medievales, así como una de las puertas de acceso. Destaca, igualmente, la torre de San Nicolás, de estilo románico y levantada entre los siglos XII y XIII. La iglesia gótica de Santa María la Mayor (s. XVI), alberga en su interior los sepulcros de la familia Fonseca, señores de Coca.

Castillo de Coca. Ruta en Harley por Ávila, Segovia y Valladolid

La oferta hotelera no es muy amplia, teniendo en cuenta el extraordinario potencial que ofrece la zona. La Harley durmió como una reina en el Hotel Rural La Resinería. Y quien escribe también (como un rey, se entiende). Con una oferta de 55€ por habitación doble, el establecimiento ofrece una estancia acogedora en un inmueble diseñado con un buen gusto indiscutible. Pero si algo destaca en La Resinería es su restaurante. Pero lo mejor es que lo comprobéis por vosotros mismos… Nuestro agradecimiento a Erika Almeida por hacernos sentir como en casa y suministrarnos la información necesaria para realizar el trabajo de campo. También al concejal Víctor Cabañero, por las gestiones de acceso al castillo y a José por su trabajo como guía.

Rumbo sur. Parece que el sueño está a punto de concluir. Eso sí, antes de entregarle a Santi su noble máquina hay una última muesca en el mapa: Arévalo, a medio camino entre Tordesillas y la Comunidad de Madrid por la moderna A-6, pero que ya desde antiguo sirvió de confluencia para los caminos que unían el centro y el sur peninsular con Galicia y los pueblos cantábricos. Arévalo es como una isla, pues para entrar y salir necesitamos atravesar las aguas que lo cercan. El puente de Medina (sobre el río Arevalillo) y el puente de Valladolid (sobre el Adaja) son su conexión principal con la llanura. Una vez dentro, el patrimonio histórico-artístico sorprende al viajero. Ermitas, iglesias, murallas, puertas, torreones, plazas y… cómo no, un imponente castillo glorifican a una villa que también seduce por su gastronomía: los asados de cordero y de tostón son especialidad local.

Sugerencia: adentrarse en la Plaza Mayor de la Villa (declarada Monumento Nacional), entre las iglesias de Santa María la Mayor y la de San Martín, puede convertirse en una experiencia indescriptible. La Harley así lo interpretó, y paró sus latidos en mitad del empedrado. No había nadie en la plaza ni en sus soportales. La escena resultaba sobrecogedora, atemporal… Y pensar que todo eso está ahí, al lado de la autovía, a un paso de Madrid, del ruido, el bullicio y la vorágine cotidiana… ¿Somos conscientes de lo fácil que resulta “desconectar”? Solo hay que proponérselo y estar en la frecuencia adecuada. Porque muchas veces la magia está a la vuelta de la esquina, a veces incluso de la forma más inesperada.

Dónde dormir: Ávila > Hotel Palacio de Valderrábanos // Coca> La Resinería

Dónde comer: Ávila> Mesón El Rastro // Fontiveros> Mesón Juan de Yepes.

MAPA DE LA RUTA

Texto y fotos: Quique Arenas.-

logo_avilacustomrentalVIVIR UN SUEÑO

Conducir una Harley no es solo conducir una moto. Es formar parte de la leyenda que acompaña a una marca emblemática y única. Una compañía con identidad propia que un siglo después de su fundación continúa conservando el aroma de lo auténtico. Para muchos, una filosofía de vida. Para otros, un inalcanzable objeto de deseo. Porque, no nos engañemos, adquirir y mantener una de estas joyas puede resultar inviable económicamente para muchos moteros; bien por el alto valor que tienen; bien por el uso esporádico o exclusivamente vacacional; o bien porque, sencillamente, nos sentimos más identificados con otro tipo de conducción y el tener una motocicleta de otro perfil ni tan siquiera entra en nuestros planteamientos. Frente a todo esto, el mercado de alquiler ha hecho posible lo improbable. Y la prueba de ello es esta ruta.

Santiago Domínguez era analista programador informático en un banco. Ese era su trabajo. Pero no era su vida. Hasta que decidió cambiarlo todo y hacer de su pasión una empresa de futuro. Nació así Ávila Custom Rental. Con una flota pequeña pero una ilusión inmensa, Santi da forma a los sueños. Tal cual. En su local, una BMW F650 GS (para quienes tienen un inquebrantable carácter trail) y sobre todo cuatro preciosas Harley-Davidson descansan resplandecientes dispuestas a cumplir la misión para la cual fueron concebidas: hacernos sentir una pasión indescriptible; convertirnos en reyes por un día. O por dos. ¡O los que se tercien! Y es que el alquiler de motos en España se va animando. Es una solución práctica… y también un regalo original e infalible. De hecho, muchas parejas se suben a estas preciosas máquinas para disfrutar de un fin de semana inolvidable. Así que, ya sabéis, si queréis sorprender a familiares y amigos, los “vales regalo” de Ávila Custom Rental os echarán un cable para dar en la diana.

Ruta en Harley por Ávila, Segovia y Valladolid Su flota H-D está compuesta por una Sportster Iron, en negro mate. Personalizada. Fotogénica. Ruda. De película. Dos Dyna Switchback, una en negro brillo y otra en plata. 320 kilos de músculo. Versátiles. Cómodas. Fáciles. Una opción perfecta. Por último, la Electra Glide Ultra Limited, el buque insignia. Un maquinón propulsado por un motor Twin Cam 103. Máximo confort; máximo lujo; máxima capacidad de carga; máxima concepción viajera. Vistas desde fuera del escaparate, uno siente las mismas pulsiones que cuando contemplamos desde el cristal los dulces de una pastelería. Lo decía Oscar Wilde, la única forma de librarse de una tentación es cayendo en ella.

A mayor abundamiento, el servicio se completa con todo tipo de accesorios y complementos para que la experiencia sea integral: cascos jet y guantes (incluidos en todas las modalidades de alquiler), navegador GPS, bolsas de viaje, e incluso, para no dejar nada al azar, chaquetas y pantalones para ir de lo más pintones. Porque también la estética es un valor añadido. No lo olvidemos, son más que máquinas de dos ruedas. Son un estilo de vida.

Santi no solamente es un modelador de sueños. También es un tipo amigable y un enamorado de sus motos. Da gusto intercambiar risas y charlas alrededor de su pequeño paraíso custom. Todo suma. ¿A qué esperáis para vivir vuestro propio sueño? Q.A.

 

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

  • horacio bonet

    31 mayo, 2022 #2 Author

    excelente relato del viaje, muy motivador para los motoviajeros

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