Los Alpes en moto, con Travelbike
Rutas y viajes 22 septiembre, 2017 Quique Arenas 0
Uno de los grandes atractivos del tour que promueve anualmente Travelbike a los BMW Motorrad Days de Garmisch-Partenkirchen (Alemania) es el desarrollo, como parte inherente al viaje, de un recorrido por los parajes más bellos de los Alpes, la meca indiscutible de los motoviajeros europeos. Nada queda a la improvisación, y el track diseñado por Chema Hernández, cofundador junto a su mujer Camino Rodríguez y director de Rutas e Itinerarios de esta agencia con sede en Rivas-Vaciamadrid (Madrid), invita a rodar a los clientes por las carreteras alpinas más espectaculares, con el paso por puertos tan míticos como el Stelvio (Italia) o el Grossglockner (Austria). Ahí es nada. Motivo más que suficiente como para apuntarlo en el calendario de planes para el verano.
El día anterior al comienzo del tour hacia Garmisch descubrimos de primera mano la importancia de contar con una organización solvente que ofrezca un servicio integral a sus clientes. Apenas horas antes de embarcar en el puerto de Barcelona con destino a Génova, una de las motos participantes sufre una avería a la altura de Castellón de la Plana. Resulta imposible continuar la marcha, y la motocicleta tiene que ser trasladada en grúa a la espera de la correspondiente evaluación de la avería y entrada en un taller mecánico para su reparación. Viernes a media tarde. Sin margen de solución posible. Un imponderable parece arruinar los planes de nuestros compañeros Juan Chacón y Mari Gómez, incluso antes de empezar.
Basta una llamada telefónica a Travelbike para que todo su equipo se ponga en marcha para buscar la mejor opción, en este caso la posibilidad de alquilar una recién estrenada BMW R1200 GS LC Adventure -y además rebajada en altura, perfecta para la ocasión-. En apenas 30 minutos, el personal de la organización madrileña se coordinó de tal forma que a la mañana siguiente, a primera hora, los ubriqueños solo tuvieron que cargar las maletas en el furgón de apoyo y subirse a la nueva moto, que estaba esperándoles a la puerta de su hotel en la ciudad condal. Eficacia y rapidez, dos valores que salvaron literalmente el viaje a nuestros amigos.
Sin más contratiempos, el grupo se reunía en el hotel Frontair Congress para asistir al briefing de bienvenida y conocer a los guías de la expedición; por una parte Jaime Saiz, instructor de off-road certificado por BMW y roadleader del tour, y por otra Rubén Hernández, responsable del departamento de Publicidad y Logística, y un joven aunque experimentado viajero y conocedor de Europa que se hizo cargo del vehículo de apoyo y de que todo estuviese siempre a punto en destino a la llegada de los participantes.
Participantes procedentes de toda España: Cádiz, Algeciras, Valencia, Mallorca, Madrid, Toledo… En total, 9 motos. Pronto el grupo formado por Vicens, Chema, Toni, Agustín, José Luis, Juan y Mari, Jose y Trini y quien escribe fueron estrechando lazos y compartiendo las primeras charlas antes de iniciar una experiencia que aún ninguno de nosotros éramos capaces de calibrar. Porque pocas veces se tiene la oportunidad de disfrutar de 10 días de buen tiempo en las grandes montañas de Europa. Y a nosotros, el Dios de la lluvia nos concedió semejante moratoria. Todo un regalo para un viaje perfecto.
Depósitos llenos y rumbo al puerto de Barcelona. El ferri espera y todos empezamos a sentir el hormigueo propio de cada inicio. De cada gran cita. El acceso a la bodega del barco se produce sin dilaciones, gracias a la celeridad y experiencia de Rubén. Qué importante es saberse respaldado por guías que te inspiran confianza y ofrecen información y explicaciones al grupo desde el primer momento. Una vez a bordo, fuimos ocupando nuestros camarotes y haciendo tiempo para reunirnos en nuestra primera cena en equipo. La mar estaba en calma, en contraste con nuestro sensor interno de “arranque de aventura”.
Acceder hasta Génova en ferri es una opción altamente interesante para evitar los desplazamientos por las siempre aburridas e interminables autopistas francesas: gasto de combustible, gasto de alojamientos, gasto de neumáticos, gasto de peajes, gasto de comidas… por no hablar de la incomodidad del tráfico, de manera significativa en los meses de verano. Además, la travesía nos permite dormir durante la noche, en unas estacias cómodas donde las leves ondulaciones del Mediterráneo nos ayudan a mezclar las fases del sueño con nuestros mejores pensamientos de cara a los días que tenemos por delante.
No importa mucho si se duerme poco. Todos estamos deseosos por rodar y poner rumbo a nuestros primeros puertos de montaña. El desembarco en Génova, que nos recibe con un sol espléndido, lo efectuamos con rapidez y sin agobios. En 30 minutos hacemos escala en una primera estación de servicio que nos sirve como parada técnica. Retomamos la autopista con el fin de devorar los kilómetros más anodinos de la etapa inaugural. Queremos llegar cuanto antes al lago Maggiore (el segundo más grande de Italia), un enorme espejo de agua donde comienzan a reflejarse las primeras cumbres alpinas, ya visibles en el horizonte. Se trata de un lago glaciar convertido en destino turístico de primer orden que cuenta en su seno con casi una docena de pequeñas islas. Ahora sí, el tour ha empezado de verdad.
Bordeamos la orilla occidental desde Arona y regresamos nuevamente a la inmediatez de la SS33, que nos muestra en todo su esplendor los farallones de roca que se levantan en Domodossola. Como en la totalidad del tour, voy cerrando el grupo, y miro hacia atrás buscando el gesto cómplice de Rubén, que viene inmediatamente detrás de mí con el vehículo de apoyo. Los dos señalamos a nuestro alrededor, maravillados con los primeros guiños de estas montañas mayestáticas.
A escasos metros de la frontera con Suiza, y con buen criterio, Jaime decide parar a almorzar y abordar la planificación del resto de la jornada, en la que estaba previsto el paso por el Furkapass, uno de los grandes iconos de la “prueba del 9” (o el “super 9”), llamada así por la forma que dibuja en el mapa la sucesión del Grimselpass, el Sustenpass, el Nufenenpass, San Gotardo y el ya mencionado Furka, la opción inicial prevista. Ante la certeza de que gozaríamos de una meteorología benigna para el resto de la tarde, y tras consultar la decisión con los guías y tener la aprobación telefónica de Chema Hernández, decidimos hacer un pequeño cambio de planes. Sustituimos el Furka por las las vertiginosas rampas del Grimsel. Pero antes ascendemos como centellas por el impecable asfalto del Simplonpass. Coronamos a 2.005 msnm. Las nieves cimeras del Hübschhorn nos observan de cerca, mil metros por encima de nuestras monturas. Al fondo, hacia donde nos dirigimos, el conjunto Jungfrau-Aletsch-Bietschhorn se alza victorioso sobre el valle del Ródano, rebasando los 4.000 metros. Nueve de sus picos sobrepasan esta altitud, y en su seno se retuerce poderoso el Alestch, el más extenso de los glaciares europeos con sus 24 kilómetros de longitud.
El gran macizo que se alza en el horizonte se convierte en un imán para nuestras emociones, y tras efectuar las primeras fotos de grupo subimos a nuestras máquinas para acometer la bajada que nos lleva hasta Brig y la carretera que fluye junto al cauce de uno de los más importantes ríos de Europa, cuyo nacimiento se localiza en el corazón de los Alpes Lepontinos. Estamos en el cantón de Valais. Suiza en todo su esplendor. Un país irreal, paraíso motard, que nos recibe con su mejor sonrisa, sus eternos praderíos verdosos, sus bosques de fábula y sus pueblos de arquitectura tradicional. De película.
Mientras acometo el descenso del Simplonpass, voy pensando que los amantes del mototurismo deberían poder saborear estos escenarios al menos una vez en la vida. Para muchos, ante la dificultad para planificar la ruta, la logística, la falta de tiempo, conocer los lugares de interés o incluso ante la imposibilidad de viajar acompañado, la alternativa de sumarse a un tour como este constituye una opción inmejorable que pone al alcance de cualquiera, de un modo profesional y asequible, un viaje superlativo que engancha. No en vano, muchos de los participantes repiten. No todo el mundo puede o quiere viajar por su cuenta -solo o acompañado-, y cada vez hay un mayor número de motoviajeros que apuesta por disfrutar de las garantías y las comodidades que ofrecen las agencias, al tiempo que se sienten arropados por una estructura profesional y humana, tanto en lo relativo al staff como a los propios compañeros de ruta. Pues bien, Travelbike es número uno de habla hispana en viajes en moto. Ocho años de experiencia y más de 500 clientes satisfechos son su mejor aval.
Muy pronto llega el momento de resolver la dicotomía. El grupo opta sin fisuras por la opción más larga, pero que todos entendemos como más espectacular. Y trepamos hasta la simpática y herrumbrosa escultura metálica que representa a una pareja de moteros y su moto, a 2.164 metros. Durante la ascensión al Grimsel, entre curva y curva, todos hemos observado por el rabillo del ojo el imponente trazado del Furka. Nos sentimos felices, como niños pequeños que disfrutan de su primer día en un Parque de Atracciones. Suiza es increíble. El día es tan bueno que hasta las montañas, mostrándose tan desprotegidas, pierden parte de su fuerza, que no de su magnetismo. Y así, el glaciar Stein, ya dentro del Susten, languidece arrugado mientras las costras de hielo van desprendiéndose de manera alarmante. El puerto, en cambio, luce esplendoroso con el sol. Es como una obra maestra secuenciada en varios actos. Una pieza extensa, aunque se nos hace corta. Una sucesión de valles, panorámicas de vértigo y curvas de herradura que parecen dibujarse desde los sótanos del mundo hasta el mismo cielo. A estas alturas -dicho sea por partida doble-, todo el mundo quiere tener ya sus adhesivos conmemorativos de la conquista. Los 2.224 metros de este puerto ya son nuestros.
Atravesamos un tunel y una nueva y vasta panorámica se abre ante nuestros ojos. Abandonamos el cantón bernés. La colosal estampa del Sustenhorn (3.503 m) enlazado a través de un hermoso collado al Gwächtenhorn (3.420 m), nos arroja a un vacío colosal, y nuestras motos se deslizan de manera trepidante por las afiladas rampas de la Sustenstrasse en dirección a Wassen. Es una bajada rápida, que sortea un gran desnivel en pocos kilómetros. Qué adrenalina. Qué belleza… Es complicado describir lo que se siente. Hay que vivirlo.
Sin tiempo para regodeos alcanzamos Andermatt. Su nombre es tan evocador que no puedo evitar recordar las veces que he llegado hasta aquí, con todo tipo de condiciones meteorológicas. No deja de resultar sorprendente y caprichoso que estos mismos lugares, antaño ejemplos de pequeñas comunas que resistían a duras penas las irreverencias de su orografía circundante, el implacable zarpazo de los inviernos y el pegajoso olvido de los veranos, se hayan convertido actualmente en grandes resorts que albergan algunos de los alojamientos más distinguidos de toda Europa. Hoteles de gran lujo, con todo tipo de servicios y comodidades. ¿Es la nieve? ¿Es el gusto por lo inalcanzable? ¿Es la pasión por la exclusividad? ¿O es simplemente que el ser humano ha decidido poner precio a tanta belleza junta? El contraste con el pasado reciente es inmenso, pero ha logrado sacar de la condena a estas zonas de montaña donde la vida se articulaba en torno a la economía de subsistencia. Ha ocurrido en otros muchos lugares, algunos tan celebérrimos como Chamonix.
Dejamos atrás Andermatt y enfilamos el último reto del día, el Oberalppass. La jornada está siendo prolongada. Pero sarna con gusto no pica, que dice el refranero. ¿Qué mejor comienzo para nuestro viaje que enlazar estos maravillosos puertos suizos, y además con un sol casi hispánico? Tenemos que llegar a Chur antes de las 9, el horario previsto para la cena. Jaime avanza sin demoras y cumplimos la hoja de ruta. Nuestro alojamiento, el City West, nada tiene que envidiar a los establecimientos de Andermatt. Dormimos como reyes, en un inmueble moderno, funcional y gran aliado para nuestro descanso con sus comodísimas habitaciones.
A la mañana siguiente partimos rumbo a Davos, ciudad suiza que se ha hecho conocida por acoger la reunión anual del Foro Económico Mundial, entre otras. El pueblo tiene una dilatada historia como lugar de encuentro para el intercambio de ideas y resolución de conflictos. Ha sido escenario facilitador de diversas cumbres internacionales.
Aunque para cumbres… las del Flüelapass. Si bien la vertiente por la que subimos es suave y gana altura sin sobresaltos, tras rebasar el rótulo indicativo del puerto las montañas caen a pico en un decorado más abrupto y fértil, con unos valles profundos excavados por ríos que revederdecen todo cuanto tocan a su paso. Las flores y las nieves juegan al escondite, y los giros en vertical se desploman con una musicalidad perfecta.
Hablando de músicalidad… Voy de último, como siempre. Y José Luis circula delante mío, como casi siempre. A José Luis le gusta conducir su flamante BMW R1200 RT de manera distendida, disfrutando del momento. El equipo de sonido que instala su moto lleva cargados 16Gb con canciones de todo tipo. Aunque al principio me resulta extraño la combinación de temas comerciales pegadizos con todo lo que nos rodea, no tardo mucho en comprender a mi compañero y mimetizarme con su saludable goce. De hecho, para mí José Luis ha sido la gran alegría de este tour. Siempre educado, siempre inteligente, siempre discreto, siempre disfrutando sobre su moto.
Me gusta poder hablar de cosas así porque nos ayuda a eliminar clichés y estereotipos. El placer de conducir por lugares de ensueño no tiene porque estar envuelto en solemnidades ni momentos cinematográficos. A veces, la mejor sonrisa aflora al observar cómo tu compañero es feliz rodando por los Alpes mientras suena “La Isla Bonita” de Madonna. O “Torero”, de Chayanne. ¿Por qué no? ¡Si hasta yo mismo me he descubierto moviendo la cabeza de un lado a otro y gesticulando con pies y manos al compás del “Black is black”! José Luis, nunca olvidaré esos momentos. Ni tampoco cuando al despedirnos, días después, como amigos ya, me dijiste “Quique, ha sido el primer tour juntos pero ojalá no sea el último; gracias por tus fotos; gracias por tu profesionalidad”. (José Luis, nunca te olvidaré).
Garmisch: BMW Motorrad Days
¡Que no pare la música! Me he acostumbrado a conducir cantando y entro en Alemania casi bailando sobre la moto. Ya no recuerdo los tramos de obras que nos hemos encontrado, ni los pueblos por los que hemos pasado. Solo sé que, sin darme cuenta y siguiendo la estela del grupo, estamos saludando sin parar a moteros de toda raza y condición a medida que nos aproximamos a Garmisch. Entramos a Alemania llenos de júbilo, hambrientos por vivir el evento de BMW. Aunque las impresionantes jornadas que rodean los días venideros parecen eclipsar la gran fiesta a la que estamos a punto de sumarnos, ¡en el fondo todos hemos venido a esto! Las expectativas se ven colmadas con creces, y durante todo el fin de semana nos sumergimos de lleno en las actividades programadas con motivo de esta impresionante cita.
Pero el espectáculo debe continuar… Y vaya si continúa, aún nos quedan varios platos fuertes. Por una parte Salzburgo, una de las ciudades más embriagadoras del mundo. Cuna de Mozart y patrimonio de la Humanidad con su pintoresco casco antiguo. La Fortaleza Hohensalzburg, el Palacio de Mirabell, las calles estrechas y su atmósfera barroca, el río Salzach, sus continuos acontecimientos culturales… todo ello convierten a esta metrópoli en un destino apetecible para miles de visitantes.
Para cumplir con la tradición, visitamos la conocidísima cervecería Agustinerbräu-Kloster Mülln, un enclave singular y ciclópeo con aforo para cerca de 1.000 personas. El ritual comienza desde el mismo momento en que has de coger y enjuagar tu propia jarra. También puedes comprar comida en los pasillos comerciales que alberga esta cervecería de 5.000 metros cuadrados. Dios guarde al lúpulo y a la malta, que rezan los carteles de este antiguo monasterio agustino.
El 10 de julio quedará guardado en nuestra memoria durante mucho tiempo. No hay nada en Europa que pueda compararse a la grandiosidad del Grossglockner: carretera, glaciar, macizo, pico… ¿A quién debemos dar gracias por haber construido una carretera en las mismas entrañas de estas moles? Los paisajes son un estallido que deforma nuestro concepto del espacio y del tiempo. Las dimensiones, las formas, las distancias, todo se retuerce en una gigantesca explosión cromática. Y allí, en mitad de esa supernova, nuestra caravana de motos zigzaguea embriagada entre paredes de roca y crestas de hielo, lagos traviesos y marmotas huidizas, flores imposibles y aves espías. Por eso, porque esta montaña es una especie de semidios, hay que rendirle pleitesía cuando decide mostrarnos su cuerpo limpio, sin nubes amenazadoras, ni nieblas traicioneras o lluvias gélidas y plomizas. Nuestro grupo tuvo premio. Y pudo -pudimos- marcar nuestras huellas hasta la Edelweissspitze, el punto accesible más elevado -2.571 m- de esta carretera alpina fascinante. La flor de su secreto es la edelweiss, flor de las nieves, flor de leyenda y flor nacional de Austria.
Es incomparable el placer de conducir por esta carretera encajada en la naturaleza de manera tan armoniosa. Es una danza imposible, pero real. Las cabras montesas se encaraman en escalones de granito del Parque Nacional Hohe Tauern. Las vistas, trazada a trazada, van cambiando. Son 36 curvones en 48 kilómetros…. ¡48 kilómetros! No quieres que termine nunca. Cuando llegas a la zona donde se ubica la Kaiser Franz Josef Haus, frente al pico de 3.798 m y el glaciar que baja de sus dominios y que en su día deslumbró a Francisco José I de Austria y “Sisi” emperatriz, no te das cuenta de la verdadera perspectiva de lo que tienes delante. Hasta que bajas la vista a la morrena y descubres pequeños puntos móviles, como hormigas en procesión. Los humanos quedamos reducidos a la insignificancia más absoluta en este decorado monstruoso y dantesco. La carretera del Grossglockner tiene un coste de 25 euros (los coches pagan más, ea). Un regalo para todo lo que nos entrega a cambio. Apunte: muy de agradecer el adhesivo de recuerdo que se entrega con el ticket. Para los adictos, la ampliación al segundo día reduce su coste a 11 euros, y también existe la opción “atracón total” con un ticket de 30 días por tan solo 44 euros. Llamadme disparatado, pero lo compraría si no supiera que la familia me internaría en un psiquiátrico si se enterase de semejantes intenciones. Aún recuerdo a Mari decir, con la voz entrecortada, “es tan bonito, que dan ganas de llorar”. Queda todo dicho.
Y de un templo sagrado a otro, el Stelvio. Pero antes, el paso por una pasarela de belleza máxima: los Dolomitas. No voy a contar nada. Me niego. Las palabras no hacen justicia, y quien ha estado allí lo sabe perfectamente. Solo diré que es un motivo más que sobrado, por sí mismo, para unirse a los tours de Travelbike que incorporan esta fastuosa colección de fotografías perfectas. No hablaré de la Marmolada, ni del paso de Falzarego, ni del lago de Misurina, ni de los abetos de postal. Tampoco de las carreteras que quitan el aliento. Hay que ir. Hay que ir, de veras. Y de camino al Stelvio empaparse de Merano; sus aires del Tirol del Sur se mezclan con los toques cosmopolitas de una ciudad hermosa, germánica y apetecible. Nuestra cena fue una exquisitez. Y el paseo bajo las estrellas y el rumor del río Passirio, también.
Es tanta la suma de motivos para estar aquí, que ahora comprendo por qué este tour fue el primero guiado que organizó Travelbike, en 2009, y sirvió para iniciar una historia que hoy, 8 años después, sigue dando tantas alegrías, a quienes lo promueven y a quienes participan. Aunque se trata de la versión “corta” -hay una alternativa en modo “long way”-, la propuesta es un lujazo, y solo podemos felicitar a Chema Hernández por la configuración de una ruta impecablemente trazada, que no obstante se reinventa cada año para ofrecer a los clientes nuevas guindas al pastel.
Es posible que para muchos sea un destino manido. Pero el Stelvio siempre será un “must”. Sus legendarias 48 tornanti, su hipnótico desnivel, su trascendencia histórica, su estratégica ubicación, su nombre unido a las grandes gestas del ciclismo, pero también a truculentas batallas… En perspectiva, el Stelvio huele a sangre, sudor y moto en cada curva. Y si logras evitar el intenso tráfico que soporta a partir de las 11 de la mañana, la conducción es puro delirio. Nosotros hicimos los deberes y recibimos nuestra recompensa por ser madrugadores. El día, despejado como si las nubes no existieran en Bormio, se sumó a la fiesta y nos brindó unos momentos extasiantes. Poco a poco fue llegando el tráfico, y también las nubes, como telas de araña de algodón que se agarraban a las paredes de la montaña para desaparecer en cuestión de segundos, como sopladas por un mago invisible.
Después Livigno y el siempre exclusivo Sankt Moritz, pilotando como si fuésemos figurantes de anuncio, entre bosques infinitos e incomensurables picos pintados de blanco, como el Diavolezza, ya en Pontresina (Suiza). Y aún nos queda el Maloja pass, que nos recibe con su divertido scalextric de alquitrán, para rejuvenecer nuestro pilotaje entre tanta curva y contracurva. De anuncio.
Para reposar todo el cúmulo de sensaciones, Travelbike nos tiene reservados uno de los mejores hoteles del tour, el NH Lecco Pontevecchio, a los pies del lago di Como, ya en la región de Lombardía. Solo quedaba ir masticando pausadamente cada una de las escenas del viaje, los centenares de buenos momentos vividos y la certeza de que hemos sido auténticos privilegiados por beneficiarnos de una ventana de buen tiempo que nos ha permitido disfrutar de un tour apasionante. ¿Lo mejor? Que el año que viene seguirá estando ahí. ¿Lo peor? Que aún falta un año. Pero que nadie desespere, para quien desee vivir la experiencia de viajar con Travelbike, indicar que su calendario está repleto de seductoras propuestas.
He viajado muchas veces solo. Me encanta hacerlo. Pero también comprendo cada vez más la importancia de contar con la asistencia y el apoyo de firmas como Travelbike. Todo, absolutamente todo, está orientado y concebido para nuestro disfrute. Desde el primer hasta el último detalle. Además, es fácil sentirse integrado cuando el grupo está compuesto por gente extraordinaria, como ha sido el caso de este tour inolvidable. Porque para esto también sirven estas actividades, para forjar amistades y sentimientos de unión que se mantienen a lo largo del tiempo. A todos nos une la pasión por viajar; todos sentimos la misma ilusión ante la idea de asistir al evento de BMW Motorrad en Garmisch. Y todos hemos disfrutado con la conducción por estas carreteras mágicas. Volveremos. Seguro.
Texto y fotos: Quique Arenas.-
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