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Ruta a las arquitecturas amarilla, roja y negra Ruta a las arquitecturas amarilla, roja y negra
Allá sobre mediados de abril fuimos invitados por Aemotur para una salida alrededor de los pueblos de arquitectura amarilla, roja y negra de Guadalajara... Ruta a las arquitecturas amarilla, roja y negra

Allá sobre mediados de abril fuimos invitados por Aemotur para una salida alrededor de los pueblos de arquitectura amarilla, roja y negra de Guadalajara y Segovia, con fecha programada para “la jornada de reflexión” del 27 de abril. Ya sabéis… Para “meditar sobre el asunto”. Y todo eso.

Y qué mejor para estas sesudas disquisiciones que rodar en moto en buena compañía. Además de mucho -pero mucho- buen rollo motero.

La asociación nos ofreció un pedazo de “rutón”, con abundancia de curvas y buen ambiente, como no podía ser de otra manera. Todo ello por la zona de la Sierra Pobre. Un lugar privilegiado, con carreteras comarcales, pistas forestales transitables, parajes bellísimos y muchas millas por delante para disfrutar con tu montura.

Así que, tras los prolegómenos y presentaciones de rigor, partimos rumbo a El Atazar como entrada a la región. Un poco de autovía, una nacional y enseguida comarcales con buen asfalto.

Tras un café en el pueblete y algo mas de carretera, dejamos La Hiruela a nuestra izquierda como último pueblo de la provincia de Madrid y enlazamos con las primeras pistas. Caminos que nos presentarían al incipiente río Jarama, antaño factor importante en la economía de estos exigentes valles, con vestigios de molinos en su ribera y otras cosas que ocurrían en pasados no tan remotos. Caminerías, regatos, majadas, rediles… era fácil dejarse llevar y perder la mente y abandonar la concentración en la conducción.

Pero aunque el subconsciente nos tentara con telúricos entornos, no era lugar para caer hipnotizado, a nada que quisieras rodar alegre. El entorno lo intentaba. Una y otra vez. No cejaba en su empeño. Si hay un lugar para disfrutar de naturaleza y montura a la vez… es este.

Curvas y más curvas de carreteras para disfrutar y pistas de enlace para hacer un poco de todo, con algún vadeo y barro, que tras las lluvias lo hicieron más divertido, si cabe, pero sin llegar a aguarnos la fiesta. Una fiesta que incluso celebramos con agentes de la autoridad, ejerciendo sus funciones. Nos felicitamos mutuamente por el espléndido día, les deseamos un buen y tranquilo servicio… y seguimos nuestro camino.

Siguieron puertos de montaña que daban a entrada a diferentes comarcas de la región, sucediéndose valles y vertientes fluviales, tributarias del río Jarama, con más y más curvas. Un auténtico “frenesí” motero por las dos castillas.

Suaves vaivenes de vías de buen firme nos llevaban de un “Easy Ride” a otro, alternando con ritmos mas frenéticos en una danza catártica. Y así una y otra vez, como si de un Don´t Stop Me Now se tratara: Música para nuestros oídos en un “in-crescendo” continuo.

Carreteras de buen asfalto, seguidas de un revirado puerto de montaña y mas tarde una pista forestal de enlace: la tónica de la jornada.

Este trazado, siempre siguiendo el curso del Jarama y sus tributarios, nos llevaría al bellísimo Puerto de la Quesera. Junto con el hayedo de mismo nombre, ese regalo de la naturaleza, con objeto de “comentar la jugada” en Riaza, entrada de la arquitectura amarilla.

Un breve refrigerio y, tras el descanso como teníamos previsto, alcanzamos los pueblos amarillos de cuarcita de Alquite y Martin Muñoz de Ayllón, pueblos rojos de arenisca y adobe como Madriguera y negros por Pizarra como Becerril y El Muyo.

Pueblos -sobre todo los negros- que parecen estar siendo tragados por sus valles, metidos allá en lo hondo de algún rincón, casi inexistentes algunos de ellos, mínimos, olvidados.

Sin gasolineras, sin cobertura… Pero aún así, parajes de singular belleza y naturaleza exultante tras las recientes lluvias, añadido al sol espléndido que parecía bendecirnos.
Dejábamos el Pico Ocejón a nuestra espalda, a la derecha y seguíamos, ora entre jarales, ora entre bosque bajo, ensimismados por el entorno y también por el contorno. Porque el barro y el firme no daban lugar a despistes. Con alguna que otra “poza” interesante.

La comida, estuvo programada a las quince (hora zulú) en Campisábalos, donde nos esperaba Almudena, responsable del Restaurante El Mensario. Un buen sitio para acudir a reponer fuerzas, donde todo motero de bien es recibido con brazos abiertos. Almudena nos obsequió con buena mesa y mejor mantel: Buen género y excelente trato a buen precio.

Además, en la localidad se encuentra una interesante iglesia románica: no es raro encontrarse con alguna que otra edificación singular por estos parajes.

Tras la sobremesa, más curvas y más parajes bellísimos para afrontar nuevos valles, siempre sorteando el curso del mismo río, para dirigirnos, de nuevo, por carreteras de ensueño hacia el pueblo de Hansel y Gretel: Valverde de los Arroyos. Y volver a nuestro lugar de partida por el verde infinito de la vega del Jarama por estas fechas, con el sistema central al fondo, como huella de lo andado. Pasando por poblaciones como Talamanca del Jarama con historia y recinto amurallado tan propio de valles fértiles de la zona centro, batallados en la “Extremadura” castellana de la Reconquista.

En definitiva, una ruta magnifica, que nos llevó a revisitar lugares ya conocidos, descubrir otros excepcionales y -sobre todo- disfrutar de nuestras monturas en excelente compañía.

Si a eso le unimos buena gastronomía y buen tiempo… ¿Qué mas se puede pedir?
Y… sí. En efecto, “reflexionamos” mucho también. ¿Para cuándo la próxima…

Fernando Meseguer
Socio de Aemotur

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Quique Arenas

Director de Motoviajeros, durante más de 25 años, en sus viajes por España, Europa y Sudamérica acumula miles de kilómetros e infinidad de vivencias en moto. Primer socio de honor de la Asociación Española de Mototurismo (AEMOTUR), embajador de Ruralka on Road y The Silent Route. Autor del libro 'Amazigh, en moto hasta el desierto' (Ed. Celya, 2016) // Ver libro

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